y yo su novio.
Por fin nos ha unido el amor,
mas la Luna me separa de ella.
Voy a verla aprisa
y me aparto muy a la fuerza,
entre numerosos pequeños adioses.
Me asomo fugazmente
tras el azul horizonte
para dejar la plata de mi espuma sobre el oro de su arena,
y nos fundimos en fulgores únicos.
Yo apago su sed
y baño su corazón;
ella dulcifica mi voz y aplaca mi cólera.
Al llegar la aurora, murmuro los requiebros del amor
en sus oídos, y ella me abraza apasionadamente.
Al caer la tarde, le dedico el cántico
de la esperanza e imprimo suaves besos
en su faz; yo soy fugaz y medroso,
pero ella es paciente, sosegada y pensativa.
Su ancho seno suaviza mi inquietud.
Cuando llega la ola, nos acariciamos tiernamente;
cuando se retira, caigo a sus pies en oración.
Mil veces he danzado en torno a las sirenas,
cuando de lo profundo surgían del océano,
y en mi cresta mecíanse para ver las estrellas;
mil veces he escuchado quejarse a los amantes
de su pequeñez, y a suspirar los ayudaba.
Muchas veces me he burlado de los grandes roquedales
y los he acariciado con una sonrisa, pero nunca
recibí de ellos una sola carcajada;
cuántas veces he sacado a flote a almas náufragas
y las he llevado cariñosamente hasta mi amada
playa. Ella me comunica su fuerza
cuando toma la mía.
Cuántas veces he arrancado perlas
de las profundidades para hacer una dádiva de ellas
a mi adorada playa; las recibe en silencio,
pero yo sigo dándoselas
por su dulce bienvenida.
En la oquedad oscura de la noche,
cuando todos los seres buscan el espectro del Sueño,
yo me siento a cantar algunas veces
y otras a callar. Estoy siempre despierto.
¡Ay! ¡Desfallezco de insomnio!
pero soy un amante y el amor verdadero
es fuerte.
Podré desfallecer, pero jamás morir.
Jalil
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