Sonido Fulgor

viernes, 30 de enero de 2009

Exilio


Algún día estaré contigo donde un ala
sea la errante evidencia del milagro,
en una patria que el viento dispersó,
una tierra que nos vio caer
para olvidarnos.

Algún día despertaremos ahí,
a un lado de la luz, como los pájaros,
tal vez viajeros en la niebla
con una rama de olivo entre los dedos,
cansados de esperar, obedecer y morir,
salvajes como el dios de nuestra infancia.

Algún día, cuando la maldición del tiempo se
termine,
tocará nuestra frente el agua de un umbral
perdido.

Ese día estaremos de regreso.


Jorge Fernández Granados

miércoles, 28 de enero de 2009

Monólogo del polvo

Soy uno que fue,
el que anda a lomo de aire.
Alguien puede sopesarme como a un leve
pájaro en el cuenco de su mano.
No podrá adivinar mi oscura genealogía,
porque el paso del rey
bajo la capa pluvial de sus ropajes
o el peso liviano del mendigo, se deshacen
para darme nacimiento.
Toda la andadura, la armazón de sus huesos,
sólo eran un puñado de barro que vigila.
Y no porque la mucama agite su plumero,
su manojo de pájaros muertos
sobre la latitud de mis lechos,
dejo de existir en mi largo silencio.
Soy uno que fue,
soy el polvo, el sin cuerpo
que anda en puntillas por el aire,
el actor taciturno que vive tras la escena.
Tras el demiurgo, polvo. Tras los jinetes y sus yelmos,
polvo. Y tras las cortinas del palacio, polvo no siempre enamorado.
No quiero vestirme de agorero
pero soy el futuro de la niña que crece
o del árbol elegido por el leñador.
En mí reposan minaretes, estatuas, fuentes de agua.
Como Dios, estoy en todas partes.
Me pregunto cómo es que no me escuchan.

Juan Manuel Roca

Krishnamurti con los niños

lunes, 19 de enero de 2009

Hay un país en el mundo (Pedro Mir)

Hay
un país en el mundo
colocado
en el mismo trayecto del sol,
Oriundo de anoche,
colocado
en un inverosímil archipiélago
de azúcar y de alcohol.
Sencillamente
liviano,
como una ala de murciélago
apoyado en la brisa.
Sencillamente
claro,
como el rastro del beso en las solteras antiguas.
o el día en los tejados.
Sencillamente
frutal, fluvial. Y material. Y sin embargo
sencillamente tórrido y pateado
como una adolescente en las caderas.
Sencillamente triste y oprimido.
Sinceramente agreste y despoblado.

En verdad.
Con dos millones
suma de a vida
y entre tanto
cuatro cordilleras cardinales
y una inmensa bahía y otra inmensa bahía,
tres penínsulas con islas adyacentes
y un asombro de ríos verticales
y tierra bajo los árboles y tierra
bajo los ríos y en la falda del monte
y al pie de la colina y detrás del horizonte
y tierra desde el cantío de los gallos
y tierra bajo el galope de los caballos
y tierra sobre el día, bajo el mapa, alrededor
y debajo de todas las huellas y en medio el amor.
Entonces
es lo que he declarado.
Hay
un país en el mundo
sencillamente agreste y despoblado.

Algún amor creerá
que en este fluvial país en que la tierra brota,
y se derrama y cruje como una vena rota,
donde el día tiene su triunfo verdadero,
irán los campesinos con asombro y apero
a cultivar,
cantando
su franja propietaria.
Este amor
quebrará su inocencia solitaria.
Pero no.
Y creerá
que en medio de esta tierra recrecida,
donde quiera, donde ruedan montañas por los valles
como frescas monedas azules, donde duerme
un bosque en cada flor y en cada flor de la vida,
irán los campesinos por la loma dormida
a gozar
forcejeando
con su propia cosecha.
Este amor
doblará su luminosa flecha.
Pero no.
Y creerá
que donde el viento asalta el íntimo terrón
y lo convierte en tropas de cumbres y praderas,
donde cada colina parece un corazón,
en cada campesino irán las primaveras
cantando
entre los surcos
su propiedad.
Este amor
alcanzará su floreciente edad.
Pero no.
Hay un país en el mundo
donde un campesino breve
seco y agrio
muere y muerde
descalzo
su polvo derruído,
y la tierra no alcanza para su bronca muerte.
¡Oídlo bien! No alcanza para quedar dormido.
Es un país pequeño y agredido. Sencillamente triste,
triste y torvo, triste y acre. Ya lo dije
sencillamente triste y oprimido.

No es eso solamente.
Faltan hombres
para tanta tierra. Es decir, faltan hombres
que desnuden la virgen cordillera y la hagan madre
después de unas canciones.
Madre de la hortaliza.
Madre del pan. Madre del lienzo y del techo.
Madre solícita y nocturna junto al lecho...
Faltan hombres que arrodillen los árboles y entonces
los alcen contra el sol y la distancia.
Contra las leyes de la gravedad.
Y les saquen reposo, rebeldía y claridad.
Y hombres que se acuesten con la arcilla
y la dejen parida de paredes.
Y hombres
que descifren los dioses de los ríos
y los suban temblando entre las redes.
Y hombres en la costa y en los fríos
desfiladeros
y en toda desolación.
Es decir, faltan hombres.
Y falta una canción.

Miro un brusco tropel de raíles
son del ingenio
sus soportes de verde aborigen
son del ingenio
y las mansas montañas de origen
son del ingenio
y la caña y la yerba y el mimbre
son del ingenio
y los muelles y el agua y el líquen
son del ingenio
y el camino y sus dos cicatrices
son del ingenio
y los pueblos pequeños y vírgenes
son del ingenio
y los brazos del hombre más simple
son del ingenio
y sus venas de joven calibre
son del ingenio
y los guardias con voz de fusiles
son del ingenio
y las manchas del plomo en las ingles
son del ingenio
y la furia y el odio sin límites
son del ingenio
y las leyes calladas y tristes
son del ingenio
y las culpas que no se redimen
son del ingenio
vente veces lo digo y lo dije
son del ingenio
"nuestros campos de gloria repiten"
son del ingenio
en la sombra del ancla persisten
son del ingenio
aunque arroje la carga del crimen
lejos del puerto
con la sangre y el sudor y el salitre
son del ingenio.

Plumón de nido nivel de luna
salud del oro guitarra abierta
final de viaje donde una isla
los campesinos no tienen tierra.

Decid al viento los apellidos
de los ladrones y las cavernas
y abrid los ojos donde un desastre
los campesinos no tienen tierra.

El aire brusco de un breve puño
que se detiene junto a una piedra
abre una herida donde unos ojos
los campesinos no tienen tierra.

Los que la roban no tienen ángeles
no tienen órbita entre las piernas
no tienen sexo donde una patria
los campesinos no tienen tierra.

No tienen paz entre las pestañas
no tienen tierra no tienen tierra.
País inverosímil.
Donde la tierra brota
y se derrama y cruje como una vena rota,
donde alcanza la estatura del vértigo,
donde las aves nadan o vuelan pero en el medio
no hay más que tierra:
los campesinos no tienen tierra.
Y entonces
¿De dónde ha salido esta canción?
¿Cómo es posible?
¿Quién dice que entre la fina salud del oro
Los campesinos no tienen tierra?
Esas es otra canción. Escuchad
la canción deliciosa de los ingenios de azúcar
y de alcohol.

Procedente del fondo de la noche
vengo a hablar de un país.
Precisamente
pobre de población.
Pero
no es eso solamente.
Natural de la noche soy producto de un viaje.
Dadme tiempo
coraje
para hacer la canción.

Y éste es el resultado.
El día luminoso
regresando a través de los cristales
del azúcar, primero se encuentra al labrador.
En seguida al leñero y al picador
de caña
rodeado de sus hijos llenando la carreta.

Y al niño del guarapo y después al anciano sereno
con el reloj, que lo mira con su muerte secreta,
y a la joven temprana consiéndose los párpados
en el saco cien mil y al rastro del salario
perdido entre las hojas del listero. Y al perfil
sudoroso de los cargadores envueltos en su capa
de músculos morenos. Y al albañil celeste
colocando en el cielo el último ladrillo
de la chimenea. Y al carpintero gris
clavando el ataúd para la urgente merte,
cuando suena el silbato, blanco y definitivo, que el reposo contiene.

El día luminoso despierta en las espaldas
de repente, corre entre los raíles,
sube por las grúas, cae en los almacenes.
En los patios, al pié de una lavandera,
mojada en las canciones, cruje y rejuvenece.
En las calles se queja en el pregón. Apenas
su pié despunta desgarra los pesebres.
Recorre las ciudades llenas de los abogados
que no son más que placas y silencio, a los poetas
que no son más que nieblas y silencio y a los jueces
silenciosos. Sube, salta, delira en las esquinas
y el día luminoso se resuelve en un dólar inminente.

¡Un dólar! He aquí el resultado. Un borbotón de
sangre.
Silenciosa, terminante. Sangre herida en el viento.
Sangre en el efectivo producto de amargura.
Este es un país que no merece el nombre de país.
Sino de tumba, féretro, hueco o sepultura.
Es cierto que lo beso y que me besa
y que su beso no sabe más que a sangre.
Que día vendrá, oculto en la esperanza,
con su canasta llena de iras implacables
y rostros contraidos y puños y puñales.
Pero tened cuidado. No es justo que el castigo
caiga sobre todos. Busquemos los culpables.
Y entonces caiga el peso infinito de los pueblos
sobre los hombros de los culpables.

Y esa es mi última palabra.
Quiero
oirla. Quiero verla en cada puerta
de religión, donde una mano abierta
solicita un milagro del estero.

Quiero ver su amargura necesaria
donde el hombre y la res y el surco duermen
y adelgazan los sueños en el germen
de quietud que eterniza la plegaria.

Donde un ángel respira.
Donde arde
una súplica pálida y secreta
y siguiendo el carril de la carreta
un boyero se extingue con la tarde.

Después no quiero más que paz.
Un nido
de constructiva paz en cada palma.
Y quizás a propósito del alma
el enjambre de besos
y el olvido.

viernes, 16 de enero de 2009

Vamos a construir este desmadre

Echen la mano, onironautas endemoniados,
vamos a construir este desmadre,
a nuestra manera,
que uno diga està chulìsimo,
que uno no diga nada y se ponga a llorar,
que llore tanto que tiemble y nos moje el teclado,
ya estàn,
emilio.

Build a home, chingà!

Intelectual, aprende a morir!


El rostro de la oscuridad estaba dormida, con una sonrisa milenaria,
serena, con su cara de leche de lago materno. Un sólo pensamiento
hacía desaparecer su imagen, como el sutil pétalo de una flor al ser
tocada por el agua. Habría que verlo, ninguna palabra que pudiera yo
decir se acercaría a la experiencia. Ayer pinté sus pies de rojo, sus
espinillas naranja, sus muslos amarillos y su falo era un árbol
cósmico. Su pecho cambiaba de colores, primero como el azul cielo y el
sol pasaba. Después negro y aparecía la luna y las estrellas y uno podía
entrar por ahí. Su garganta blanca y su cabeza y cabellos violeta. No
se mueve, no. Aún sigue dormido. Hoy le dije, despierta dios interior!
Pero es imposible porque esas palabras vienen de mi mente. la mente no
se puede acercar a él, cuando la uso desaparece. Apenas un segundo en
que no entra ni un sólo pensamiento y es justo ahí, al observar su
grandeza, su rostro calmado milenario, y lloro, pero llorar me regresa
a la mente, a mi tristeza, a lo que es mío. Él no soy yo. Él es él, y
yo soy un visitante en su cuerpo. Quisiera hacerme chiquito,
desparecer para que él despierte, se mueva, actúe, y yo solamente lo
mire. Cuando simplemente lo observo siento que camino hacia casa. Hoy
lloré más que otros días por sentir esa belleza, por sentir que el
dios interior es el hombre que yo no soy, pero con el que siempre he
estado viviendo desde que nací. Yo no puedo serlo porque cuando digo
"yo" es la mente funcionado. Dios está en la no mente y no está afuera
de ninguna parte, sino que está adentro del cuerpo porque el cuerpo es
el templo donde él habita. Todas estas reflexiones son de la mente y
nunca van a acercarse ni un poquito a la experiencia. Tienen que
vivirlo, apenas llevo algunos días de meditación y es lo que he
descubierto. La meditación es el camino hacia dios, hacia casa, ahí
están las respuestas a todas las preguntas. Dios es todo lo que la
mente no puede alcanzar. De todas las técnicas que he encontrado en el
arte de la sanación, la meditación es la mejor, no hay ninguna otra
que se el compare y la verdadera sanación, la sanación total, es
encontrar al dios. Todo esto parece complicado y lejano, porque la
mente es la que piensa sobre estas cosas, la mente no puede entender
nada sobre esto, solamente hay que sentarse con los ojos cerrados a
observarse a sí mismo, y después de algunos días comenzará a suceder
el milagro. El milagro de observar que siempre habían vivido con un
cuerpo que creían suyo, pero que en realidad es alguien más. Es
como si siempre hubieran manejado un carruaje, y de pronto se
percataran de que la persona que lo maneja no son ustedes, sino alguien más
que por el momento aún está dormido.
(Eso si, meditar es el camino del verdadero artista. Hay que dejar drogas, vicios,
alimentarse bien, leer crear y tomar mucha agua)
"Voy muriendo, voy muriendo, y solamente me queda una última palabra,
terca y pegadiza, MEDITEN, MEDITEN, MEDITEN".

martes, 6 de enero de 2009

La vida sencilla (O. Paz)



Llamar al pan el pan y que aparezca
sobre el mantel el pan de cada día;
darle al sudor lo suyo y darle al sueño
y al breve paraíso y al infierno
y al cuerpo y al minuto lo que piden;
reír como el mar ríe, el viento ríe,
sin que la risa suene a vidrios rotos;
beber y en la embriaguez asir la vida,
bailar el baile sin perder el paso,
tocar la mano de un desconocido
en un día de piedra y agonía
y que esa mano tenga la firmeza
que no tuvo la mano del amigo;
probar la soledad sin que el vinagre
haga torcer mi boca, ni repita
mis muecas el espejo, ni el silencio
se erice con los dientes que rechinan:
estas cuatro paredes —papel, yeso,
alfombra rala y foco amarillento—
no son aún el prometido infierno;
que no me duela más aquel deseo,
helado por el miedo, llaga fría,
quemadura de labios no besados:
el agua clara nunca se detiene
y hay frutas que se caen de maduras;
saber partir el pan y repartirlo,
el pan de una verdad común a todos,
verdad de pan que a todos nos sustenta,
por cuya levadura soy un hombre,
un semejante entre mis semejantes;
pelear por la vida de los vivos,
dar la vida a los vivos, a la vida,
y enterrar a los muertos y olvidarlos
como la tierra los olvida: en frutos…
Y que a la hora de mi muerte logre
morir como los hombres y me alcance
el perdón y la vida perdurable
del polvo, de los frutos, y del polvo.
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