Sonido Fulgor

viernes, 5 de febrero de 2010

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La Iluminación, la verdad, el sí mismo, el Cristo, la divina trinidad (el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo), el atman, dios, el tao, el ser, buda, la consciencia divina, el Amor, el Todo, El Loco.

Este estado es para mí, saber para quién trabajo.

Y yo trabajo para mí.
Y yo soy todas esas palabras que se han realizado en mí.
Y siendo el que soy, soy el Todo.
Y dar es darme.
Y habiéndose realizado la verdad en mí,
la verdad quiere quemar lo falso que hay en mí,
ya sea en pedazos informes que se me presentan
viniendo desde dentro,
o en pedazos informes que se me presentan
viniendo desde fuera,
y fuera y dentro son lo mismo,
y arriba y abajo son lo mismo,
y macho y hembra también.

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La forma en cómo caí en este estado fue a través del Tarot.
Y buscando a El Loco como lo hace un actor para encarnar un personaje,
de la misma forma todos mis pasos fueron para encarnarme en él.



Y este es el poema del Loco, o poesía derramada de la consciencia divina.

"Peregrino en el encanto abominable de las formas, mensajero de lo esencial, es decir de mí mismo, desdeñando los ensueños del pensar hago de todos los caminos mi camino. Hoja seca que en un suspiro del tiempo viene a conceder esperanza a las hogueras, escalofrío que torna verde los labios de las hembras y violeta el miembro que penetra sus misterios, sonido que se desliza entre el badajo y la campana, serpiente que repta en la roca sin dejar huella, misterio insondable del origen primero, sueño que sueña, abundancia invisible, todas mis horas son siempre hoy. Voy a lo esencial, al centro del mundo, y entre el vacío que separa a los números me expando hacia las diez direcciones para encontrar mi significado profundo en cualquier sitio. Dejo siempre que las circunstancias decidan porque sé que soy yo mismo quien las crea. Me apodero de las mil cosas al entregarme a ellas pero cuando marcho aquí lo hago ya en otros mundos. Sin principio ni fin, más anciano que la noche o el día, más joven que el niño recién creado por el cosmos, más brillante que la luz y más oscuro que un abismo, soy el fuego que arde en el centro de la mente. ¿Quién se atreve a definirme? Con mis zapatos rojos borro todas las fronteras. No me enquisto, no me escondo, no me escapo, no agredo. Como las nubes sin cesar me transformo. Cuando cesa el ensueño de la separación soy el mismo de antes y el mismo de después. Soy la palabra secreta encerrada en cada piedra. Voy en el germen, en la espiral del crecimiento, en la danza afelpada del organismo que declina. Eje invisible de todo lo que gira soy la locura agazapada en la lengua del sabio, la víctima en el lobo, el ladrón en el juez. Huyo de las palabras porque sólo son memoria y sin embargo mi silencio las sostiene. Soy el contenido que escapa de las formas, el terreno donde germinan las estrellas, la indecible Verdad raíz de la Belleza, resplandor que denuncia mi acción invisible agregando la demencia de lo impensable al objeto que esconde cada palabra y a la palabra que esconde cada objeto. Soy el vuelo antes del nacimiento del pájaro la música sin músico, el tiempo sin arquitecto, el silbido que precede a la espada, el coro celestial de los gusanos inscrito ya en el cuerpo que nace, los gestos ordenados en el espacio futuro creando los senderos por donde pasará el danzante, la vibración eterna de cada semilla efímera, la caída que ha de darle significado al muro, el beso que hace nacer todos los labios. En mi abismal energía el pensamiento pierde límites. Ante cualquier proposición abro el abanico de los múltiples contrarios, el ciclón que se pasea entre las tumbas, el pantano donde se hunden los cimientos de la razón para producir la flor indiferente que se entrega al temerario regocijo del momento surgiendo como un sapo volador del lago infinito. A veces me siguen fugaces recuerdos de lo que he dejado atrás en mi carrera incesante por no perder la inocencia primera, allí donde no existen cualidades ni reputación ni leyes ni nombre ni sexo ni edad ni país ni tradición ni historia. Sin preocuparme dejo entrar en mí mismo los innumerables aspectos de mi ser. Nado contra la corriente hasta llegar a la fontana donde el paso final se sumerge en el comienzo. Sin rechazar la complejidad voraz del mundo en medio de las diez mil cosas soy un eje único. Ante lo que brilla me extiendo como sombra. Los abismos sombríos me convierten en luciérnaga. Espectador en llamas desintegro las estructuras de la ilusión observando el mundo como un espectáculo vacío. Aquello que busco lo he encontrado hace mil años. La presa como un perro fiel me persigue. Espacio es mi cuerpo infinito y Tiempo lo que a mí me sucede. Disuelto en la conciencia devengo el Creador. El universo entonces se me aparece como un hijo único. Miro a todos los seres y las cosas con amor de padre y es inmensa mi ternura por la existencia efímera. Nada comienza nada termina nada nace nada muere. Sé que al lanzar una piedra hacia el confín remoto he de verla llegar un día a la palma de mi mano. Tripulante del sueño no le temo al despertar. No soy pez engreído que al saltar del agua se piensa dueño del cielo. Reconozco que sólo soy una parte ínfima del engranaje oceánico y acepto con amor sacrificar mi figura ilusoria para que el corazón de luz se abra en rosa de fuego. De mi pensamiento no queda más que el perfume porque las palabras antes que música fueron aroma y de mis pasos el ritmo bruto de la ausencia de esquema. Soy lo que soy, amo como amo, deseo lo que deseo, estoy donde estoy. Centrado en la fuente de la vida soy aquel que nunca duerme como una llama de oro en un vaso de cristal sin fin".






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