Eran amadas las escaramuzas
y el hambre de huevos escalfados
y los calzones de las musas
y las escalas de los pianos
y las tumbas exhumadas
y las puertas de los epitafios
como las madrugadas de lenguaje perverso.
Eran bienvenidos los enigmas
y los debates sin sueño
y los vinos sin borrachera
y las tintas sin sexo
y los excesos palpados
y los roperos sin suerte
como las lecturas sin camino converso.
Eran ciertos los refugios
y los árboles con sombrilla
y los tontos con astucia
y los abrigos maestros con ciencia
y las mujeres desnudas
y los cigarrillos con almuerzo
como los besos convertidos en verso.
Eran esos los momentos
con los amigos locos y sobrios
que desanudaban
esta garganta llena de fieles adversos.
Eran la simpleza
siempre
POTENTE
de abrir los ojos
en el crujir de las hojas
en la suela de los zapatos
de antípodas en el océano.
Llueve la noche
y es demasiado
octubre
para un escarabajo
con vida en el universo.
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