Sonido Fulgor

martes, 2 de febrero de 2010

Poesía de Haití




En qué preciso momento se separó la vida de nosotros,/ en qué lugar,/ en qué recodo del camino? … Nada ha dolido tanto a nuestro corazón/ como colgar de nuestros labios la palabra amargura./ ¿Por qué anduvimos este trecho desprovistos de abrigo?…/ Caminar... ¿Hacia dónde?/ ¿Con qué motivo?/ Andar con el corazón atado,/…Hemos recorrido largos caminos./ Hemos sembrado nuestra angustia/ en el lugar más profundo de nuestro corazón/…¿Qué silencios nos quedan por recorrer?/ ¿Qué senderos aguardan nuestro paso?/…Ya no es necesario atar al hombre para matarlo./ Basta con apretar un botón/ y se disuelve como montaña de sal bajo la lluvia.

jacques viau renaud

La voz del poeta Franketienne, pluma mayor de Haití, llegó a todos los rincones del país a través de las radioemisoras. Fue una arenga llena de amor al país de la mala suerte. Habló de las fortalezas del pueblo haitiano, de la cultura viva que no se apaga, de la esperanza en medio de lo imposible. Concluye diciendo: “Aunque se vayan todos, aunque sea el único hombre que quede en este país, yo no me voy. Me quedo en Haití.”

Lo escuchamos por Signal 90.5 FM en la radio del coche. Franketienne conmueve. La palabra de este pintor y escritor, autor de Dezafi (1970), primera novela escrita en creole en dictadura duvalierista, tiene crédito para los haitianos. Candidato al premio Nobel de Literatura hace algunos años, es el máximo orgullo para la comunidad cultural.

Blanche Petrich

Haití innegable, brillantemente
ha encarnado los grandes ideales de justicia,
de dignidad y libertad
Haití de pie sola en esa época,
dolorosamente sola,
patéticamente sola frente al orden esclavista
Haití rompedora de cadenas
Haití violadora de tabúes
Haití ladrona del fuego sagrado
Haití prometeica de gestuales subversivos
y de gritos de audacia
que quiebran la fascinación de la trampas
Haití enigmática por quien llega el escándalo.

Franketienne


Hemos ido acumulando corazones en nuestro corazón,
palabras en nuestra voz quebrantada por azadones.
Hemos dejado huellas por todos los caminos
y algunos de nosotros ya no estamos.
Hemos ido de manos con las sombras.
Nuestro andar es un grito estacionado.
Por cada paso, un día que transcurre.
Por cada palabra, mil palabras que vocifera la prole.
Qué será de nosotros después de esta larga travesía?
Poco importa si el mármol o la piedra eternizan
nuestro corazón de húmedo barro.
Nos basta con que nuestra voz perdure en la voz
del amigo, en la del compañero de rutas que nos tendió
la mano cuando se aproximaba la caída.
Hemos llenado muchos de los vacíos que nos legaran.
A otros toca llenar los que nosotros dejamos.
Apenas tuvimos tiempo para remendar la herencia.
¿Qué corazón irá nuestro corazón a depositarse?
¿A qué silbido irá nuestro silbo a renovarse?
Nada sabemos,
cumplimos una jornada que empezó antes que nosotros
y que no concluirá con nosotros.

Jacques Viau Renaud


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