Sonido Fulgor

lunes, 18 de enero de 2010

El loco y el profeta (Gibrán)

1

Amigo mío, no soy lo que ves de mí. Lo que ves es nada más que el vestido que me cubre, primorosamente tejido, y me preserva de tus preguntas y a ti de mi indiferencia.
El "yo" que existe en mí, amigo mío, habita en la casa del silencio, y estará siempre allí, inadvertido e inalcanzable.
No desearía que creyeras lo que te digo, ni que fiaras de lo que hago, pues mis palabras no son más que tus propios pensamientos hechos sonidos, y mis obras son tus propias esperanzas concretadas en actos.
Así, cuando dices: "El viento sopla del este", añado, "Sí, siempre viene del este"; pero entonces quiero ocultarte que mi mente no habita en el viento, sino en el mar.
Tú no puedes comprender mis pensamientos hijos de la mar, ni deseo que los entiendas. Prefiero seguir solo en el mar.
Amigo mío, cuando para ti reina el día, es de noche para mí, pero yo no ceso de mencionarte la luz diurna que baña las cumbres, ni la bruma rojiza que se extiende por los valles; pues tú no puedes oír los cantos de mis tinieblas, ni puedes ver mis alas batirse contra las estrellas; y no deseo que oigas ni veas lo que yace en mí. Deseo estar siempre solitario en las tinieblas.
Pero cuando tú asciendes a tu cielo, yo desciendo a mi infierno. Y entonces clamas por mí a través del abismo inaccesible que nos separa. "Amigo, camarada!", y yo te respondo "Amigo, camarada" pues no deseo que descubras mi infierno. Te deslumbrarían las llamas y te asfixiaría el humo. Amo plenamente mi infierno, tanto como para no tolerar que lo visites. Quiero estar siempre en mi infierno.
Tú amas lo bello, lo bueno y lo justo, y yo, por agradarte, digo que coincido en esto contigo y que está bien amar estos valores. Pero en lo más profundo de mi corazón me burlo de tu amor por ellos. No obstante, no te demuestro mi risa, y prefiero reír solo.
Amigo mío, eres bondadoso, prudente y con buen sentido, e inclusive eres perfecto. Y yo, por mi parte, cuando hablo contigo lo hago con sensatez y prudencia, pero...estoy loco. Aunque escondo tras una máscara mi locura. Eligo ser loco a solas.
Amigo mío, no somos amigos. Pero, ¿qué puedo hacer para que lo entiendas? Nuestros caminos son distintos, pese a ello los recorremos juntos y cogidos de la mano.

Jalil Gibrán, El Loco.

2

Dijo entonces Almitra: Háblanos sobre el amor.
Y él levantó la cabeza y miró a todos los lugareños,
y con un gran sosiego a todos embargó. Y con voz sonora les dijo:
Cuando el amor te haga señas síguelo, aunque sus caminos sean duros y empinados.
Y cuando sus alas te envuelvan, cede aunque la espada oculta entre sus plumas pueda herirte.
Y cuando te hable, ten fe en lo que diga,
aunque su voz haga añicos tus sueños como el viento del norte arrasa la huerta.
Pues aunque el amor te corone también te crucificará. Aunque te haga crecer también te podará.
Aunque ascienda a tu copa y acaricie las ramas más tiernas que tiemblan al sol,
también bajará a tus raíces para sacudirlas por más que se aferren al suelo. Cual gavilla de mies
te acoge en su seno.
Te trilla para desnudarte.
Te criba para librarte de cáscaras.
Te muele hasta la blancura.
Te amasa hasta que eres flexible;
y luego te entrega a su fuego sagrado para que te vuelvas pan sagrado
para el banquete sagrado de Dios.
Todas estas cosas hará contigo el amor para que conozcas
los secretos de tu corazón y que con ese conocimiento devengas una parte
del corazón de la vida.
Pero si el miedo te lleva a buscar sólo la paz y el placer del amor,
mejor será para ti que cubras tu desnudez y no vayas a la era del amor,
y que te quedes en el mundo sin estaciones donde podrás reír,
aunque no toda tu risa,
y llorar, aunque no todas tus lágrimas.
El amor nada da salvo a sí mismo y sólo de sí mismo toma.
El amor no posee ni se deja poseer; pues el amor al amor no basta.
Cuando ames no digas:
Tengo a Dios en mi corazón; sino, en cambio:
Mi corazón es en Dios.
Y no pienses que puedes dirigir el curso del amor; si te encuentra digno,
él dirige tu curso.
El amor no tiene más deseo que el de realizarse.
Pero si amas y por fuerza tienes deseos, que tales deseos sean éstos:
Derretirte y ser como el arroyo que canta su melodía en la noche.
Conocer el dolor de la ternura excesiva.
Resultar herido por tu propia comprensión del amor;
y sangrar con gusto y regocijo.
Despertar al alba con un corazón noble y dar gracias por otro día de amor;
Descansar al mediodía y meditar sobre el éxtasis del amor;
Regresar a casa bajo el manto de la noche con gratitud;
Y luego dormirte con una oración por quienes llevas en el corazón
y una canción de alabanza en los labios.

Gibrán, El Profeta

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