Pregunta: Y ese trasfondo violento de su obra, qué es, una crítica, apología o una especie de preocupación.
Luis Royo: Lo que me jode es que esta sociedad sea tan pura, tan remilgada, que moleste la violencia y el sexo, me resulta tan antipática y tan falsa que por ello precisamente van hacia ello mis dibujos, y son naturales. Creo que sería incapaz de matar a una mosca. Pero me gusta provocar, incordiar.
P: Pero, ¿quiere decir que hace apología de la violencia en su obra?
LR: Sí, y no me importa. Tenemos una violencia interior que es una estupidez negarla, ¿no? Condúcela, contrólate. Negarla es como ir al Museo del Prado y quitar todos los cuadros de escenas violentas, nos quedaríamos con cuatro paisajes holandeses de mierda. Puedes ir ala Capilla Sixtina y ver allí unos demonios y unos cuerpos y una sexualidad explosiva, y de pronto, que estemos en el siglo XX y que estemos diciendo que la violencia, la tele, todo perjudica a los niños... Lo que es pernicioso en la tele son esas muestras de impudor, la gente contando sus penurias, que vemos ahora en cualquier pantalla. Déjales que sueñen. A los niños les gusta la violencia, les mantiene vivos. Yo recuerdo que cuando mi hijo era pequeño lo llevaba a ver todo tipo de películas o le hacía miedo con los fantasmas, y me parecía interesantísimo... Esa actitud me produce mucha antipatía. Ahora les quieren poner música clásica. ¡Por favor! Ha que darles caña para que sus cabezas se llenen de imágenes. Todo eso configura un mundo interior que es precioso. Ojo: otra cosa es coger una pistola. Desde un punto de vista creativo, la violencia, como el mal, da mucho de sí, el creador la necesita. Sin ella no se entendería la historia ni la civilización ni el hombre.
Imágenes de Luis Royo en su Etiqueta...
Luis Royo: Lo que me jode es que esta sociedad sea tan pura, tan remilgada, que moleste la violencia y el sexo, me resulta tan antipática y tan falsa que por ello precisamente van hacia ello mis dibujos, y son naturales. Creo que sería incapaz de matar a una mosca. Pero me gusta provocar, incordiar.
P: Pero, ¿quiere decir que hace apología de la violencia en su obra?
LR: Sí, y no me importa. Tenemos una violencia interior que es una estupidez negarla, ¿no? Condúcela, contrólate. Negarla es como ir al Museo del Prado y quitar todos los cuadros de escenas violentas, nos quedaríamos con cuatro paisajes holandeses de mierda. Puedes ir ala Capilla Sixtina y ver allí unos demonios y unos cuerpos y una sexualidad explosiva, y de pronto, que estemos en el siglo XX y que estemos diciendo que la violencia, la tele, todo perjudica a los niños... Lo que es pernicioso en la tele son esas muestras de impudor, la gente contando sus penurias, que vemos ahora en cualquier pantalla. Déjales que sueñen. A los niños les gusta la violencia, les mantiene vivos. Yo recuerdo que cuando mi hijo era pequeño lo llevaba a ver todo tipo de películas o le hacía miedo con los fantasmas, y me parecía interesantísimo... Esa actitud me produce mucha antipatía. Ahora les quieren poner música clásica. ¡Por favor! Ha que darles caña para que sus cabezas se llenen de imágenes. Todo eso configura un mundo interior que es precioso. Ojo: otra cosa es coger una pistola. Desde un punto de vista creativo, la violencia, como el mal, da mucho de sí, el creador la necesita. Sin ella no se entendería la historia ni la civilización ni el hombre.
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