"...cada hombre crea su propio cielo y puede acrecentar indefinidamente la belleza de lo que le rodea, según la fuerza y riqueza de su inteligencia; así a medida que el alma desarrolla sus facultades, su cielo se hace más delicado y más exquisito. Ella misma crea todas sus limitaciones y a medida que gana en profundidad y expansión, su cielo se agranda y es más profundo. Si el alma es débil y egoísta, pobre y mal desarrollada, la vida celesta participa de ese carácter mezquino, aunque representa siempre lo que de mejor hay en el alma, por mediano que sea. Pero a medida que el hombre evoluciona, su vida en el Devachán es más completa, más rica, más real. Las almas elevadas entran en relación más íntima y su comunicación es sin cesar más libre y más profunda. Por el contrario, una vida terrestre mezquina, vana e inútil, tiene por consecuencia en el Devachán, una existencia relativamente mezquina e incolora, subsistiendo sólo en ella los elementos morales y mentales. No podemos tener más que lo que somos, y nuestra cosecha es proporcional a nuestra siembra. No os engañéis, nadie se burla de Dios; porque lo que el hombre haya sembrado, eso, ni más ni menos, cosechará. Nuestra indolencia y nuestra avidez quisieran cosechar donde no sembramos; pero en el universo, en el mundo de la ley, de la Buena Ley, misericordiosamente justa, da a cada uno el exacto salario correspondiente a su trabajo."
Annie Besant, La Sabiduría Antigua.
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