Sonido Fulgor

domingo, 4 de diciembre de 2011

Fernando Vallejo vs. Vargas Llosa


No vamos a discutir aquí quien ha ganado más premios ni quien es el favorito de los lectores. El título de esta nota pretende simplemente hacer una distinción entre un escritor latinoamericano que decide usar el dinero de un premio para ayudar a los animales y otro que lo invierte en presenciar y alabar la tortura de un toro en la plaza.  
 Fernando Vallejo, colombiano-mexicano, recibió recientemente el Premio Fil de Literatura en Lenguas Romances y donó los 150 mil dólares a dos refugios para animales sin hogar: "Amigos de los Animales" de Xalapa y "Animales Desamparados", de la Ciudad de México. En 2003 nos sorprendió favorablemente cuando donó 100 mil dólares del Premio Rómulo Gallegos a la asociación Mil Patitas en Caracas y ahora, lo vuelve a hacer.  
El amor de Fernando Vallejo por los animales es conocido por todos y a veces raya en lo provocador. Recuerdo cuando en 2007 llegó con 20 perros sin hogar a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM para presentar su polémico libro La puta de Babilonia. Públicamente agradeció a la asociación que los rescató y abogó por la adopción como opción ética a la compra-venta de animales de compañía.
Con el donativo las organizaciones seguirán impulsando sus programas de rescate, albergue, esterilización, adopción, concientización y la rehabilitación y reconstrucción de las instalaciones.
 Vallejo, como muchos de nosotros está convencido de que los animales no humanos también sienten dolor, tristeza y alegría, y por lo tanto merecen respeto y consideración moral.
Vargas Llosa en cambio, quien correteó el Premio Nobel hasta alcanzarlo, apoya el proyecto para que la tauromaquia sea reconocida por la UNESCO como patrimonio cultural inmaterial, y a menudo se reúne con miembros de la Asociación de Presidentes de Plazas de Toros de España y del Observatorio de Culturas Taurinas de Francia.
El escritor peruano-español galardonado este año en Madrid con el  "Premio Paquiro de Toros 2011", en su artículo "La última corrida" recurre a argumentos baratos para defender la tauromaquia tales como: "los desvelos y cuidados de que disfruta un toro de lidia justifican los minutos de sufrimiento en la plaza". Entonces usted, señor mío, es merecedor de la peor de las muertes, digamos, para compensar su buena vida.
No estamos hablando aquí, repito, de quien es mejor escritor, sino de quien tiene una mirada más compasiva hacia seres de otras especies.
Qué hace que el uno se decante por presenciar la tortura y muerte de un rumiante y considere a eso arte e intente defenderlo más allá de la ética y la razón, y que el otro en cambio done sus premios a seres necesitados y declare: "La humanidad se niega a entender que los animales también son nuestro prójimo y sienten el dolor y tienen alma y no son cosas".
Sensibilidad más allá de la especie, en eso es infinitamente superior Fernando Vallejo.

Dra. Leonora Equivel Frías
Cofundadora de AnimaNaturalis Internacional

4 comentarios:

  1. Anónimo4.12.11

    Muy buena crítica sobre la tauromaqúia, y en general, sobre la defensa de los animales. Yo también soy un apasionado de los animales y lamento la posición de muchos artistas, escritores e intelectuales cuando sobre toros se refiere, en este caso particular sobre Vargas Llosa, a quien respeto y admiro como escritor.
    La tauromaquia y la violencia contra los animales es un tema que no tiene justificación porque en su esencia es injustificable: No se puede ver "arte" donde hay sufrimiento y sangre. Pero habría que ver algunos puntos:
    El "placer del sufrimiento taurino" ha tenido y tiene, en la mayoría de los casos, un origen y una defensa instintivos (no justificados, claro está), que tiene origen en las frustraciones, conflictos y problemas existenciales que padece el ser huamano, y que fue, creo yo, el caso de algunos escritores como Hemingway o García Lorca, quienes defendieron y gozaron con la tauromaquia.

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  2. Anónimo4.12.11

    Pero el caso de ellos, el de Hemingway en particular, no es el mismo que el de Vargas Llosa (lo voy viendo mientras escribo). Heminqway sentía fascinación por la corrida de toros (entre otros 'deportes' de aventura como la caza, la pesca y el boxeo), pero su fascinación solo era instintiva e incontrolable, en cuanto veía en ello una manera (extraña y lamentable, claro está) de paliar la depresión que sufría y que atormetaba y atormentó toda su vida. Y esto parece así, ya que nunca se valió de la razón para hacer una defensa lógica de ese 'placer' malsano. Dicho de otro modo, nunca se atrevió a defenderlo y reivindicarlo como una causa, quizá porque entendió que una justificación racional sería injustificable e idiota.
    Quizá Hemingway intuiría el ágil razonamiento de Albert Camus, a propósito de una problemática -que llamaré- análoga, en su célebre ensayo "El hombre rebelde": "Hay crímenes de pasión y crímenes de lógica. El Código Penal los distingue (...) por la premeditación. Vivimos en la época de la premeditación y del crimen perfecto. Nuestros criminales ya no son esos jovenzuelos desarmados que invocaban la excusa del amor. Por el contrario, son adultos, y su coartada es irrefutable: es la filosofía, que puede servir para todo, hasta para transformar a los criminales en jueces".
    Lo que ocurre con Vargas Llosa tiene que ver, así parece, con una "locura mayor" en este tema. El escritor ha querido darle lógica y sentido a algo que solo puede ser, en esencia, un "desfogue de nuestros instintos más salvajes". En este hipo de la razón parece haber creado un "artificio racional" para defender y blindar un espectáculo de sangre y dolor.
    A diferencia del que no tiene una explicación racional para sustentar algo que le atre y excita "por naturaleza", Vargas Llosa hace una defensa y reivindicación de las corridas de toros, valiéndose de la "razón" y la "lógica" para justificarlas. Dicho de una manera menos elegante: el escritor quiere darle "un sentido" a su morbo. Quiere creer consciente o inconscientemente: "Esto que me excita tanto tiene que tener un sentido". Al final, esto termina por mostrar, más que insensibilidad, una profunda sobeberbia del escritor. Lamentable en alguien que nos ha regalado las páginas más memorables, bellas y profundas de la literatura en lengua castellana.

    Saludo a Fernando Vallejo por las muestras de sensibilidad y profundo humanismo en su lucha en defensa de los animales, que es también la defensa de nuestra condición de seres humanos, algo que esperemos que cale en el espíritu del hombre.

    Omar Nalvarte
    Lima, 4 de diciembre de 2011

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  3. Anónimo4.12.11

    Pero el caso de ellos, el de Hemingway en particular, no es el mismo que el de Vargas Llosa (lo voy viendo mientras escribo). Heminqway sentía fascinación por la corrida de toros (entre otros 'deportes' de aventura como la caza, la pesca y el boxeo), pero su fascinación solo era instintiva e incontrolable, en cuanto veía en ello una manera (extraña y lamentable, claro está) de paliar la depresión que sufría y que atormetaba y atormentó toda su vida. Y esto parece así, ya que nunca se valió de la razón para hacer una defensa lógica de ese 'placer' malsano. Dicho de otro modo, nunca se atrevió a defenderlo y reivindicarlo como una causa, quizá porque entendió que una justificación racional sería injustificable e idiota.
    Quizá Hemingway intuiría el ágil razonamiento de Albert Camus, a propósito de una problemática -que llamaré- análoga, en su célebre ensayo "El hombre rebelde": "Hay crímenes de pasión y crímenes de lógica. El Código Penal los distingue (...) por la premeditación. Vivimos en la época de la premeditación y del crimen perfecto. Nuestros criminales ya no son esos jovenzuelos desarmados que invocaban la excusa del amor. Por el contrario, son adultos, y su coartada es irrefutable: es la filosofía, que puede servir para todo, hasta para transformar a los criminales en jueces".
    Lo que ocurre con Vargas Llosa tiene que ver, así parece, con una "locura mayor" en este tema. El escritor ha querido darle lógica y sentido a algo que solo puede ser, en esencia, un "desfogue de nuestros instintos más salvajes". En este hipo de la razón parece haber creado un "artificio racional" para defender y blindar un espectáculo de sangre y dolor.
    A diferencia del que no tiene una explicación racional para sustentar algo que le atre y excita "por naturaleza", Vargas Llosa hace una defensa y reivindicación de las corridas de toros, valiéndose de la "razón" y la "lógica" para justificarlas. Dicho de una manera menos elegante: el escritor quiere darle "un sentido" a su morbo. Quiere creer consciente o inconscientemente: "Esto que me excita tanto tiene que tener un sentido". Al final, esto termina por mostrar, más que insensibilidad, una profunda sobeberbia del escritor. Lamentable en alguien que nos ha regalado las páginas más memorables, bellas y profundas de la literatura en lengua castellana.

    Saludo a Fernando Vallejo por las muestras de sensibilidad y profundo humanismo en su lucha en defensa de los animales, que es también la defensa de nuestra condición de seres humanos, algo que esperemos que cale en el espíritu del hombre.

    Omar Nalvarte
    Lima, 4 de diciembre de 2011

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  4. Muy buena crítica sobre la tauromaqúia, y en general, sobre la defensa de los animales. Yo también soy un apasionado de los animales y lamento la posición de muchos artistas, escritores e intelectuales cuando sobre toros se refiere, en este caso particular sobre Vargas Llosa, a quien respeto y admiro como escritor.
    La tauromaquia y la violencia contra los animales es un tema que no tiene justificación porque en su esencia es injustificable: No se puede ver "arte" donde hay sufrimiento y sangre. Pero habría que ver algunos puntos:
    El "placer del sufrimiento taurino" ha tenido y tiene, en la mayoría de los casos, un origen y una defensa instintivos (no justificados, claro está), que tiene origen en las frustraciones, conflictos y problemas existenciales que padece el ser humano, y que fue, creo yo, el caso de algunos escritores como Hemingway o García Lorca, quienes defendieron y gozaron con la tauromaquia.
    Pero el caso de ellos, el de Hemingway en particular, no es el mismo que el de Vargas Llosa (lo voy viendo mientras escribo). Heminqway sentía fascinación por la corrida de toros (entre otros 'deportes' de aventura como la caza, la pesca y el boxeo), pero su fascinación solo era instintiva e incontrolable, en cuanto veía en ello una manera (extraña y lamentable, claro está) de paliar la depresión que sufría y que atormetaba y atormentó toda su vida. Y esto parece así, ya que nunca se valió de la razón para hacer una defensa lógica de ese 'placer' malsano. Dicho de otro modo, nunca se atrevió a defenderlo y reivindicarlo como una causa, quizá porque entendió que una justificación racional sería injustificable e idiota.
    Quizá Hemingway intuiría el ágil razonamiento de Albert Camus, a propósito de una problemática -que llamaré- análoga, en su célebre ensayo "El hombre rebelde": "Hay crímenes de pasión y crímenes de lógica. El Código Penal los distingue (...) por la premeditación. Vivimos en la época de la premeditación y del crimen perfecto. Nuestros criminales ya no son esos jovenzuelos desarmados que invocaban la excusa del amor. Por el contrario, son adultos, y su coartada es irrefutable: es la filosofía, que puede servir para todo, hasta para transformar a los criminales en jueces".
    Lo que ocurre con Vargas Llosa tiene que ver, así parece, con una "locura mayor" en este tema. El escritor ha querido darle lógica y sentido a algo que solo puede ser, en esencia, un "desfogue de nuestros instintos más salvajes". En este hipo de la razón parece haber creado un "artificio racional" para defender y blindar un espectáculo de sangre y dolor.
    A diferencia del que no tiene una explicación racional para sustentar algo que le atre y excita "por naturaleza", Vargas Llosa hace una defensa y reivindicación de las corridas de toros, valiéndose de la "razón" y la "lógica" para justificarlas. Dicho de una manera menos elegante: el escritor quiere darle "un sentido" a su morbo. Quiere creer consciente o inconscientemente: "Esto que me excita tanto tiene que tener un sentido". Al final, esto termina por mostrar, más que insensibilidad, una profunda sobeberbia del escritor. Lamentable en alguien que nos ha regalado las páginas más memorables, bellas y profundas de la literatura en lengua castellana.

    Saludo a Fernando Vallejo por las muestras de sensibilidad y profundo humanismo en su lucha en defensa de los animales, que es también la defensa de nuestra condición de seres humanos, algo que esperemos que cale en el espíritu del hombre.

    Omar Nalvarte
    Lima, 4 de diciembre de 2011

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