Sonido Fulgor

jueves, 11 de junio de 2009

Diario de un hecho

Es totalmente estúpido lo que ha estado ocurriendo en México en estos días. Una guardería infantil fue envuelta en llamas, decenas de niños murieron y a lo único que se dedican legisladores, judiciales, políticos, personas de una institución o de la otra, periódicos y demás medios de comunicación es a defender una postura en contra de otra. Nadie habla de los niños ni del dolor de su muerte porque esto exige una compasión perdida hace muchos años ya. Nadie dice quiénes fueron esos niños. Hablan de datos, buscan culpables y discuten cuál debe ser el castigo para este descuido, si será cárcel o fianza, a uno qué le importa todo esto si la vida de los niños ha terminado por completo, y ni mil años de cárcel podrán remediarlo. Nadie tiene corazón y todos hablan desde sus trincheras mentales, desde su limitada visión. Es obvio que el problema fundamental jamás será resuelto así. Los responsables de resguardar el orden social, los responsables del mantenimiento de las guarderías, y son muchos, sólo piensan en su propio beneficio, su interés, su posición, su sueldo, su futuro. También es lógico que el hecho de la muerte de niños por un descuido, por una larga y extraordinaria desatención, desnuda de un instante a otro la falta de humanidad que impera en estas tierras, y más allá. 
Rebelarse contra esta clase de irresponsabilidad mortal no es buscar a una persona o institución por cuya decisión o indecisión se hayan ocasionado las llamas. Esto es importante desde el punto de vista legal, eso es evidente, pero si queremos que cosas como ésta no se vuelvan a repetir, esto no basta. Rebelarse contra la matanza de niños (porque aunque no sea voluntario el acto no deja de ser un triste y soberbio asesinato) es ir más allá de las discusiones, debates, noticias, reacciones y decisiones que ocurrirán en los próximos meses en torno al suceso. Rebelarse no es negar un hecho, pero tampoco es aceptarlo. Rebelarse es ir más allá, pero eso es imposible para un hombre insensible y egoísta, y aunque ese hombre llegue a una conclusión irrebatible sobre las guarderías ese hombre tan sólo está hablando desde un pensamiento astuto, un sentimiento diminuto.
Nada hay más triste que la muerte de un niño. Pero la muerte de los niños sucede, aunque no en llamas ni en guarderías, ni de manera tan visible, todos los días. Cada hombre ha matado en este mundo al niño que era. Éste es el origen de la corrupción moral de nuestra sociedad. No es una metáfora, psicológicamente es un hecho que en el adulto hay un niño olvidado, reprimido, asesinado. 
Si el asunto se generó por una desatención, uno se pregunta por qué no nos volvemos todos contra el origen de toda desatención. Porque somos egoístas no nos importan ni los niños ni el futuro de los niños ni el cuidado de los niños. Porque somos egoístas no nos importa dar con el meollo de este asunto y nos incumbe este asunto entre que abrimos el periódico y lo cerramos, nos preocupa mientras se hable mucho de esto, mientras pensemos un buen punto de vista para debatir en el café. Somos tan egoístas que hemos acabado con la vida de esos niños. Y esto es una exageración para aquel que olvidará el suceso real cuando los medios de comunicación dejen de hablar de él y cuando el ejercicio de la política ponga su mira en otra cosa más relevante y todo esto pase a ser una cosa lamentable del pasado, los niños ya han ido al cielo, su alma descansa, el culpable ya pagó su fianza, caso resuelto para siempre porque el hombre es verdaderamente cruel, miserable, imbécil. 
Porque somos egoístas no nos damos cuenta que hasta que dejemos de ser tan descuidados, hasta que profundamente atendamos a lo que nos toca hacer en esta vida, hasta que lo hagamos, cada uno de nosotros, verdaderamente hacer lo que nos compete en nuestro servicio por el resto de la humanidad y no lo que hacemos por nosotros mismos, hasta eso este asunto no quedará resuelto. Y si este diario es el único que habla de este modo que sea este diario la única memoria viva de los niños muertos en aquella guardería. 
Porque somos hipócritas lloramos y nos lamentamos porque nos duele haber perdido a decenas de niños pero al mismo tiempo ya hemos olvidado el cuidado, el verdadero y total cuidado, de todos los demás. 
Este cuidado tiene que ver con el amor, el tacto, la compasión, la responsabilidad, la decisión y todo esto deviene con naturalidad y orden en una digna educación, pero educación es una palabra más que ya no tiene significado, un asunto para mañana o para la secretaría de educación, otra cosa a la que no le pusimos la debida atención. 

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