Sonido Fulgor

domingo, 31 de mayo de 2009

sábado, 30 de mayo de 2009

Diario de un sueño de Tania

Me siento muy cansada, desde hace ocho meses me siento muy cansada, es la primera vez que me siento así contigo, ya no me sentía así contigo, ya no puedo llorar, por más que tomo agua no lloro, ya quiero dejar de llorar. Tenemos una casa y un sillón muy grande, es marrón y tú te acuestas y te hundes, el sillón es de algodón. Nos acostamos en el sillón. Tú tienes un taller arriba pero siempre vienes y me cuentas tus escritos y tus proyectos. Tú elegiste los colores de la casa, yo no porque a mí no me importa eso de que las mujeres deben elegir el decorado de la casa. No tenemos mascotas porque los perros acabarían con el jardín, porque les gusta rascar, además yo no puedo cuidar a una mascota porque no me puedo cuidar ni a mí misma, siempre falta algo, me cuido pero sin pensarlo, y siempre falta algo, a mí me gusta estar en el jardín, allí hay una fuente y el sol fiuf entra entre las hojas y las ramas así (movimiento de mano). Mi alma está bien, mi mente está bien, todo está bien pero siento que mi cuerpo está muy enfermo, como si tuviera una enfermedad terminal, creo que debo ir con el doctor, pero me dan cosa los doctores, me choca que me metan los palitos, no saben lo que hacen, deberían de darnos el palito para que nosotros movamos la lengua, ahora que digo el palito me acuerdo que estoy en el taller haciendo cuadritos de palitos, cuadritos de madera, hago muchísimos pero nunca es suficiente, porque hay un señor que está completamente loco y que me pide y me pide que haga más y más cuadritos de madera, y entonces llegas tú y me levantas de la silla como si hubiera estado sentada ahí muchas horas, llevo una semana sin bañarme y sólo hago palitos, como si estuviera loca, entonces me llevas a una puertita chiquitita como la de una bodega y está llena de cuarzos. Y la abrimos y hay muchos cuadritos, entonces se los doy al señor y el señor ya me deja en paz. Entonces me dices que no me presione. Y todo está bien.

viernes, 29 de mayo de 2009

Diario de la Noche Gris

Luego de observar las flores blancas en lo alto allí donde el verde y el blanco se superponen al azul del cielo del día, luego de sentir esas ramas de ocho a quince metros tan delgadas, tan flexibles, subiendo y bajando al mismo tiempo, luego de acercarse tanto al pájaro que uno mismo era quien se metía entre los árboles que son como arbustos, esos árboles donde todo lo que entra no sabe más que perderse allí en el fondo de los árboles, luego de esto llegó el niño de la casa de enfrente a cuestionar todo lo que existe, ha existido y nunca existirá en este mundo. Cuestiona tanto que uno no ha podido más que ser uno más de los cuestionados, y qué bueno, porque uno ha aprendido de ese niño que a todos los cuestiona, a permanecer en el cuestionamiento. Ayudar a un ser amado dejándole que haga lo que quiera no es una ayuda sincera, y casi siempre esta relación termina por desordenarse. La mejor manera de ayudarle a alguien, cercano o no, es cuestionándolo. Y la mejor manera de recibir ayuda es permitiendo que se nos cuestione. Pero si nuestro orgullo es poderoso lo único que haremos es alejar de nosotros a quien nos ama. Dejar que nos cuestionen es tan importante como cuestionar las verdades que día con día se nos imponen y nosotros mismos nos imponemos. Pero el orgullo es demasiado poderoso, demasiado astuto, y por eso el orgullo es autodestructivo y peligroso. El orgullo conduce a la insatisfacción, o de algún modo se relacionan. La insatisfacción es perversa, vanidosa, superficial, soberbia y cruel. La máscara del orgullo no es divertida como la de los bufones, la máscara del orgullo ha torturado y seguirá despreciando. La vanidad y el orgullo hacen al hombre ser esclavos de una absurda idea. Después del orgullo uno escucha a quien ama, y aún a quien no ama. Después del orgullo a uno no le queda más que escuchar, y por eso uno escuchó al niño que tanto lo cuestionaba. Y así fue que uno, lentamente, se convirtió en algo que cambiaba tan rápido como el fuego. Sus manos, su cuerpo y su corazón participaron en esa lucha sin conflicto, en esa búsqueda tan grande. Su cerebro vibró y sus ojos ardieron. La sangre se había calmado con el agua helada de la tarde pero más tarde, con la danza de la noche, volvería a bullir y el corazón habría de acelerarse, y él no tendría más que ir hacia lo otro. Porque Dios habla a través de quien ama, uno debe escuchar a quien ama, a quien no ama y también a Dios. Uno sólo debe escuchar, sin opinión, sin juicio, sin orgullo. Así lo hace y la noche está enamorada de sí misma.
Todo el sentido de la vida se ocupa en encontrar tu dignidad, tu propia dignidad, esa leyenda que arderá por los siglos de los siglos, y que no tiene ceniza.
Más allá de los infelices sueños de los hombres la noche está cubierta de estrellas y aún con las lámparas eléctricas de un amarillo muy violento, no en sí sino para la serena oscuridad de la noche, aún con esas luces amarillas, altas y estorbosas para esta visión, aún con ellas la noche parece haber cubierto este monte con un velo infinito y delgado, aún más delgado que las ramas de la tarde, aún más delgado que los pájaros de la mañana, aún más ligero que el aire que corre deprisa y de golpe se aquieta, un velo lleno de repentinos perros ladrando y largos vacíos muy hondos. La noche cubre a la tierra como si la tierra se pareciera más a la noche que al día, como si la tierra fuera también delgada como la noche, como una línea delgada a mitad de una esfera, y que no tiene la pesadez de sus rocas, de su tierra compacta, todo es como si la noche y la tierra vivieran desde siempre juntas y fueran, juntas, la arena más fina.
La noche, madre del búho, ella se fue para volver, ella se irá con sus profundos lenguajes y entonces nos quedaremos con el sol. Nada se queda fuera de este hermoso ciclo. Ahora el cielo está gris de nubes, pero un gris supremo, no el gris que comúnmente el hombre imagina. Es un gris espeso y plácido. Como una puerta que está por abrirse para ver a la luna.

lunes, 25 de mayo de 2009

Nociones sobre el dharma

harma (en alfabeto devanagari धर्म) es una palabra sánscrita que significa ‘ley natural’ o ‘realidad’. Se utiliza en casi todas las doctrinas y religiones de origen védico (las religiones dármicas), como el hinduismo (llamado por los hindúes sanátan dharma, la ‘eterna religión’), el budismo, el jainismo y el sijismo. En el budismo se dice que el término pali dhamma (धम्म en silabario devanagari) significa ‘camino de las grandes verdades’. En cambio el término sánscrito dharma (धर्म en silabario devanagari) significa lo antes mencionado. También hace referencia a ‘orden social’, ‘conducta adecuada’ o ‘virtud’. Los hindúes no llaman hinduismo a su religión, sino sanatana dharma, que se traduce como ‘religión eterna’.
Contenido [ocultar]
1 Significado y orígenes
2 El dharma en el hinduismo
2.1 El dios Dharma
3 El dharma en el budismo
4 El dharma en el jainismo
5 El dharma en la cultura popular
6 Véase también
7 Enlaces externos
Significado y orígenes [editar]

Dharman tiene varios significados, como ‘algo establecido o firme’, figurativamente: ‘sustentador, apoyo’ (en el caso de deidades) y en sentido más abstracto, es similar al término griego nomos, ‘norma fija, estatuto, ley’.
La palabra proviene de una raíz indoirania dhar ‘ajustar, soportar, sostener’, conectada con
el latín frēnum (‘rienda para caballo, freno’),
el antiguo alto alemán tarni latens (‘oculto, retirado’) y
en eslavo eclesiástico drъžǫ, drъžati (‘sostener, poseer’).
Se ha sugerido, aunque permanece incierta, la identidad etimológica entre dharma y el latín firmus (de donde proviene el castellano «firme»).
El término aparece ya en el Atharva Veda y en el sánscrito clásico. En idioma pāli toma la forma dhamma (como se utiliza muchas veces en el budismo. El erudito inglés del s. XIX, Monier-Williams propone como traducciones (en el ámbito espiritual y religioso) ‘virtud, moralidad, religión, mérito religioso’.
El dharma en el hinduismo [editar]

En el hinduismo, el dharma es la ley universal de la naturaleza, ley que se encuentra en cada individuo lo mismo que en todo el universo. A nivel cósmico esta ley se concibe manifestada por movimientos regulares y cíclicos. Por este motivo se simboliza al dharma como una rueda (dharma-chakra: ☸) que torna o gira sobre sí misma. Este símbolo es el que se encuentra en la bandera de la India.
A nivel del individuo humano, el dharma adquiere una nueva acepción: la del deber ético y religioso que cada cual tiene asignado según su determinada situación de nacimiento.
Existen varios textos acerca del tema del deber, llamados genéricamente Dharmasastra, entre los que se incluyen las Leyes de Manu.
El dios Dharma [editar]
En la epopeya india del Maja bhárata, también aparece la figura de Dharma como un dios (Iama, el superintendente de la muerte), que encarna como un hombre, Yudhisthira, que fue el primer rey de la India unificada por él y sus cuatro hermanos los Pandavas.
Cuando se retiró, por causa de edad, vivió en las ciudades indias para hacer meditación y encontrar el camino de la superación del ciclo de las reencarnaciones, algo que era habitual antiguamente. No murió, pues fue llevado en cuerpo y alma al Cielo de Indra, el jefe de todos los dioses, donde todavía sigue.
El dharma en el budismo [editar]

Dentro del budismo la noción del dharma (entendido como doctrina) se dividió para su mejor comprensión en las llamadas Tipitaka:
sutras (enseñanzas del Buda Siddharta Gautama mismo);
vinayas (reglas monásticas proporcionadas por Buda); y
abhidharma (comentarios y discusiones sobre los sutras y vinayas por los sabios de períodos posteriores).
Estos tres conjuntos de escritos conforman el Canon Pali o también tal cual se ha dicho llamado Tipitaka. El dharma es uno de las llamadas tres joyas (mani) o tesoros del budismo junto con Buda y Shanga.
Es por esto que la mención de la palabra dharma es frecuente entre los budistas, ya que constituye uno de los principales elementos de la llamada «fórmula del triple refugio»:
En la shanga [‘comunidad’] me refugio
en el dharma [‘doctrina’] me refugio
en el Buda me refugio
y por ellos actúo.
El dharma en el jainismo [editar]

En el jainismo el dharma se entiende principalmente como ‘movimiento’ de la dravya o substancia universal. En tal sentido dentro del jainismo el dharma es una de las siete categorías de la dravya, siendo las otras adharma (irreligión, impiedad), akasa (éter, sustancia intangible), pudgala, kala (tiempo) y jiva (alma individual).
La rueda del dharma que se encuentra en la bandera de la India es conocida oficialmente como chakra de Ashoka, aunque el emperador Ashoka fue un destacado budista, la rueda del dharma que se usó en sus monumentos remitía en su simbolismo principalmente a la acepción hinduista (la más antigua) del dharma.

Investigaciones sobre Alita

El betta o luchador del Siam (Betta splendens) es una de las especies más populares entre los peces de agua dulce. Es un miembro de la familia gourami (familia Osphronemidae) del orden de los Perciformes, aunque fue clasificado entre los Anabantidae. Es nativo de la cuenca Mekong en el sureste de Asia.
La coloración natural del B. splendens es un verde y marrón embotado, y las aletas de especímenes salvajes son relativamente cortas. Sin embargo, las castas en cautiverio han desarrollado las aletas largas y de colores vistosos.
En libertad, los peces siameses habitan el agua estancada o con movimiento lento, que incluyen planicies inundadas y arrozales, a temperaturas que están en el rango de 24–30°C (75–86°F). Son omnívoros aunque prefieren alimentarse como carnívoros, alimentándose con alimento vivo como zooplancton y larvas de mosquitos y otros insectos. Los B. Splendens crecen a un tamaño aproximado de 6 cm (2,5 pulgadas) y tienen un período de vida de aproximadamente 2 años.
Los peces siameses o combatientes del siam, se suelen denominar simplemente (aunque algo impreciso) por su nombre genérico, que en este caso se trata como un nombre común ("betta").
Contenido [ocultar]
1 Comportamiento
2 En el acuario
3 Reproducción
4 Referencias
5 Enlaces externos
Comportamiento [editar]

Los comportamientos instintivos y adquiridos del B. splendens han sido ampliamente estudiados. Sus características respuestas agresivas pueden ser observadas al exponerlos a su propio reflejo en un espejo situado fuera del acuario. La capacidad de tornarse agresivos de esta manera, sin arriesgarse a un daño físico inherente a un conflicto real, convirtió a estos peces en populares objetos de estudio de etólogos y psicólogos comparativos interesados en el estudio de la agresión. Durante la década de los 70 se desarrolló una corriente de investigación del comportamiento agresivo de este pez, reducida recientemente, en parte por el surgimiento de nuevas técnicas de estudio de la agresión por parte de la sociobiología, y en parte porque se observó que, aun cuando no se provocaron daños histológicos, el incitar repetidamente respuestas agresivas podía tornarse en una fuente de tensión para los peces. Aun así, se obtuvieron resultados interesantes; por ejemplo, se demostró que la presentación de un estímulo de incitación a la agresión actúa como un estímulo incondicional en el condicionamiento clásico, y como un reforzamiento en el condicionamiento operante. Es como si el pez encontrara la oportunidad de atacar a otro pez presa.
En el acuario [editar]

Debido a los bellos colores y su fina estructura, los peces siameses peleadores son populares en los acuarios. En países asiáticos se han utilizado en deportes similares a las peleas de gallos, donde es necesario tener peces de aletas cortas. Pero en la actualidad, debido a una crianza selectiva, no es algo fuera de lo normal ver a machos con una variedad de colores y con diferentes formas de aleta. Los especímenes de B. splendens son criados con diversas formas de cola que varían desde la cola tipo vela hasta la muy deseada variedad con colas tipo "media luna" de 180°, donde aun poseen una gran gama de colores: veteado, camboyano, mariposa, y chocolate son tan solo algunos ejemplos
Para mantener un B. splendens individual, se recomienda un tanque con un mínimo de 4 litros (1 galón), si es que se va a mantener en un cuarto cálido. Un tanque más grande de 22 litros (5 galones) permitirá el uso de un calentador, para mantener una temperatura de 25-28°C (75-84°F), una temperatura de 26º es una buena elección, temperaturas más bajas hacen descender el metabolismo del betta, esto es un poco controvertido, ya que aunque aumenta su esperanza de vida, es más susceptible de contraer enfermedades. Sin embargo, como refieren algunos autores, el Betta Splendens puede vivir perfectamente en un espacio mínimo del tamaño de un vaso de agua. El piso del tanque deberá tener, por lo menos, una capa fina (con espesor de 5 mm o 0,25 pulgadas) de grava para incrementar el área de la superficie para que puedan colonizar las bacterias nitrificantes, es mejor que el color sea oscuro. Las decoraciones o escenarios pueden proveer de lugares donde ocultarse, son especialmente importantes cuando se mantengan dos machos en un tanques dividido, o cuando el betta este viviendo en un tanque comunitario. Las decoraciones deberán estar libres de áreas rugosas o puntas afiladas que puedan dañar las delicadas escamas del betta –por esta razón, se recomienda el uso de plantas fabricadas con tejidos en vez de las plantas de plástico–. Las plantas reales mejorarían la calidad del agua, y son muy recomendables, el betta exhibirá un comportamiento más natural e interesante en presencia de estas, agradece especialmente plantas flotantes, una buena combinación de plantas de rápido metabolismo como la lenteja de agua y cambios de aguas frecuentes, nos evitarán usar un filtro. El B. Splendens puede conseguir oxigeno respirando fuera del agua a través de un órgano llamado "laberinto", esta característica les define como pertenecientes a la familia de los laberíntidos, por esta razón no es necesario mantener en movimiento la superficie del agua, de hecho fuertes corrientes en el acuario lo estresarían, por otro lado un leve movimiento de agua en el agua es beneficioso, para no crear zonas de agua estancada, y para fortalecer las aletas del pez. Puede aguantar malas condiciones de agua, pero esto acorta sensiblemente su esperanza de vida que es de un año más o menos. Los compuestos nítrogenados en el agua son nocivos para este pez, por lo que un agua en buenas condiciones se traducirá en un aspecto más espectacular, agradecerá igualmente un agua con taninos que se puede conseguir con un leve filtrado con turba, o añadiendo algunos elementos vegetales.
Debido a la naturaleza agresiva de estas especies, los otros peces que compartan el tanque con los betta deben ser elegidos cuidadosamente, y no se deberá albergar a dos machos B. splendens en el mismo tanque, a menos que estén separados por una pared divisoria. Las hembras pueden o no coexistir pacíficamente en un mismo tanque dependiendo de su temperamento. Antes de albergar a un pez siamés peleador con otras especies, se debe investigar su compatibilidad, y el dueño deberá tener un plan alternativo donde albergar sus mascotas si la comunidad del tanque no funciona. Las aletas del betta suelen ser blanco de peces muy voraces y activos como los barbos tigre, y hay que evitar estas combinaciones. Realmente el mejor acuario para un betta es uno específico, de pequeño tamaño (20 o 40 litros) donde se sienta a gusto para mostrar todo su esplendor.
Reproducción [editar]

La reproducción del Pez Betta es cuanto más curiosa, aún no se conoce al cien por cien el comportamiento de estos peces, no obstante, se puede seguir una norma general para su reproducción:
Inicialmente deben separarse macho y hembra en distintos acuarios de tal forma que los peces no tengan contacto físico pero puedan verse. También es posible disponerlos en un mismo acuario pero separándolos con un separador de cristal o metacrilato ayudándonos de unas ventosas. En el mercado existen estos separadores.
En un momento dado el macho empezará a construir un nido de burbujas en la parte superior de su acuario.
Cuando el nido esté listo, se procede a juntar a los dos peces en el mismo acuario, aquí pueden suceder dos cosas: o bien el macho ataca constantemente a la hembra, en cuyo caso se procede separándolos y volviendo a intentar los pasos anteriores con otra hembra, por otro lado puede que el macho reciba bien a la hembra, en cuyo caso, si la hembra quiere, el macho procederá a abrazar a la hembra con sus aletas y su cuerpo formando una especie de bola.
Una vez unidos la hembra desovará en el fondo del acuario, donde el macho fertilizará seguidamente los huevos.
Cuando los huevos eclosionen, se retirará rápidamente a la hembra del acuario ya que, seguramente se coma los huevos y las crías, además el macho en estos momentos es muy susceptible de asesinar a la hembra.
El macho se encargará de cuidar a las crías.
Separe al macho cuando las crías naden de manera adecuada.
pero asegúrate de seguir todos los pasos y no pongas a la hembra antes del completo nido de burbujas.
Información Adicional: El acuario para la reproducción de los Bettas puede tener cerca de 30 litros, sin piedras o decoración, con apenas una planta como la Ninfeacea. El agua debe mantenerse a 15 cm de altura y la temperatura debe estar constante, alrededor de 26º a 28 ºC. Es importante que el acuario esté cubierto con una tapa de vidrio. A los 3 días, los alevines comienzan a valerse por sí solos, de forma que sacaremos al padre del acuario para que no se convierta en una amenaza para éstos y se los coma debido al estrés. Hay que alimentar a los alevines con infusorios o artemia recién eclosionada, teniendo especial cuidado a las tres semanas de vida, cuando tomarán aire de la superficie por primera vez para desarrollar el laberinto. Si la temperatura del aire que existe entre el agua y la tapa del acuario es distinta que la del agua, es posible que mueran, por eso es importantísimo mantener esa temperatura como sea y abrir la tapa lo menos posible. Una vez pasada esta fase crítica, no habrá problemas, sólo a los tres meses aproximadamente, cuando empezamos a distinguir machos y hembras; debemos separar a los machos para que no se peleen. Las hembras adultas del Betta, con cerca de 5 cm, estarán aptas para apareamiento, cuando presentaren un vientre bien voluminoso, un punto blanco saliente en la región anal (ovopositor) y rayas verticales contrastantes con la coloración de su cuerpo. Mantenga, entonces, la hembra dentro de un vidrio (como los del tipo para conservas) flotando en el acuario, donde el macho estará libre, como para estimularlo a hacer un nido de burbujas. Liberte, entonces, la hembra para que se apareen. La puesta ocurre cuando el macho envuelve el cuerpo de la hembra en un fuerte abrazo, para que ella libere los huevos, que son inmediatamente fertilizados por él. Antes que lleguen al fondo, el macho colecta los huevos con su boca y los pone en el nido de burbujas. Tras la puesta total, cuando el macho comienza a agredir la hembra, esta debe ser retirada y, así, el macho se encarga de cuidar el mismo del nido. La eclosión debe ocurrir cerca de 24 a 48 horas, tras la puesta. Después del cuarto día, cuando los alevines empezaren a nadar solos, se debe retirar el macho y se comienza a oxigenar el agua mediante una piedra porosa, ya que ellos aún no poseen el laberinto formado. Los infusorios para la alimentación inicial de los Bettas pueden conseguirse fácilmente en culturas con agua descansada, donde se añadió hojas de lechuga maceradas o algunas gotas de leche, o aún, cáscara seca de plátano. Es importante que se tenga varias culturas iniciadas en días distintos. Evite el exceso de sol para no formar muchas algas. Deben añadirse algunas cucharas de esta agua en el acuario de los alevines todos los días, entre el segundo y el décimo día después de la eclosión. Tras el séptimo día, inicie la alimentación con Artemia recién surgida (nauplios), a partit de los 30 días puede comenzar la alimentación igual que la del adulto.

Diario de Krishnamurti

Libro de Notas.
Delhi. Enero 20 a Enero 23, 1962
El frío había sido demasiado severo, por debajo de la con gelación; ésta había quemado el seto, que tenía un color castaño, y las hojas tostadas habían caído; el césped pardo grisáceo tenía el color de la tierra; excepto por unos pocos pensamientos ama rillos y unas rosas, el jardín estaba desnudo. Había hecho de masiado frío y los pobres, como de costumbre, sufrían y mo rían; había explosión demográfica y con ella muerte. Uno veía tiritar a esa pobre gente, con apenas algo puesto encima, unos sucios andrajos; una anciana se estaba sacudiendo de pies a cabeza, abrazándose a si misma, rechinando sus pocos dientes; una mujer joven se lavaba ella y lavaba su vestido roto junto al río de aguas heladas [el Jumna], un viejo tosía honda y pesa damente y los niños jugaban riendo y gritando. Era un invierno excepcionalmente frío, decían, y estaba muriendo mucha gente. La rosa roja y el pensamiento amarillo estaban intensamente vivos, ardiendo de color; uno no podía apartar de ellos los ojos, y esos dos colores parecían expandirse y llenar el jardín desier to; pese al vocerío de los niños, esa tiritante anciana estaba en todas partes, como el increíble amarillo y rojo y la muerte inevi table. El color era dios y la muerte está más allá de los dioses. Estaba en todas partes e igualmente el color. Uno no podía sepa rarlos, y si lo hacía, entonces no había vida. Tampoco podía uno separar el amor de la muerte, y en caso de hacerlo ya no había belleza. Cada color particular está separado y tiene gran impor tancia, pero sólo existe el color, y cuando uno mira cada color diferente como lo que es, sólo color, entonces únicamente está ahí la esplendidez del color. La rosa roja y el pensamiento ama rillo no eran colores diferentes sino color, color que llenaba de gloria el jardín desnudo. El cielo era de un azul pálido, el azul de un frío invierno sin lluvias, pero todo el color estaba en ese azul. Uno lo veía y uno mismo era parte de él; los ruidos de la ciudad se desvanecían pero el color, imperecedero, perduraba.
Se ha hecho del dolor algo respetable; para ello se han ofrecido mil explicaciones; se le ha convertido en un medio para la virtud, para la iluminación, se le adora como una reli quia en las iglesias y en todas las casas es grandemente estimado y se le adjudica una condición de santidad. En todas partes hay simpatía por el dolor, con lágrimas y bendiciones. Y así el dolor continúa; todo corazón lo conoce, sea que permanezca con él o que escape de él, lo cual le otorga al dolor una fuerza mayor para florecer y sumergir en penumbras el corazón. El dolor tiene sus raíces en la memoria, en las cosas muertas del ayer. Sin embargo, el ayer es siempre muy importante; es la maquinaria que da significación a la vida; es la riqueza de lo conocido, de las cosas que se poseen. El origen del pensamiento está en el ayer, en los oyeres que otorgan un significado a una vida de dolor. El dolor es el ayer, y sin purificar la mente del ayer, siempre habrá dolor. Uno no pude purificarla por medio del pensamiento porque el pensamiento es la continuación del ayer y, por consiguiente, ahí están también las múltiples ideas e idea les. La pérdida del ayer es el comienzo de la autocompasión y el embotamiento del dolor. El dolor agudiza el pensamiento, pero el pensamiento engendra dolor. El pensamiento es me moria. La lúcida percepción autocrítica y sin opciones de todo este proceso, libera a la mente del dolor. El ver este hecho com plejo, verlo sin opinar, sin juzgar, es el cese del dolor. Lo co nocido debe tocar a su fin, sin esfuerzo alguno, para que lo desconocido sea
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El aspecto era altamente refinado; cada línea, cada bucle eran estudiados y ocupaban su lugar, cada gesto y sonrisa eran contenidos y todo movimiento había sido examinado delante del espejo. Ella tenía varios hijos y su cabello estaba tornándose gris; debía poseer dinero y había en su porte cierta elegancia y retraimiento. El automóvil también era altamente refinado; el cromo brillante resplandecía al sol de la mañana; los neu máticos ribeteados de blanco estaban limpios, sin ninguna marca, y los asientos inmaculados. Era un buen automóvil y podía correr velozmente tomando muy bien las curvas. El progreso intenso y en permanente expansión traía consigo seguridad y su­perficialidad, y el dolor y el amor podían así ser explicados y abarcados con facilidad, y siempre hay diferentes tranquilizan tes y diferentes dioses y nuevos mitos en reemplazo de los viejos.
Era una mañana clara y fría; la ligera niebla se había disi pado con el sol naciente y el aire estaba quieto. Los opulentos pájaros de patas y picos amarillos se encontraban afuera sobre el pequeño sector de césped, mostrándose encantados y propen sos a la locuacidad; tenían alas de color blanquinegro y sus cuerpos eran de un oscuro castaño amarillento. Estaban extraor dinariamente alegres, saltaban por los alrededores persiguién dose los unos a los otros. Después llegaron los cuervos de cuello gris, y los opulentos pájaros volaron protestando estrepitosa mente. Los largos y gruesos picos de los cuervos se destacaban por su brillo, y los negros cuerpos relucían; vigilaban cada movi miento de uno, nada se les escapaba, y sabían que ese enorme perro se acercaba atravesando la cerca antes de que éste los hubiera advertido; desaparecieron graznando y el césped quedó vacío.
La mente está siempre ocupada con una cosa u otra, por tonta o por supuestamente importante que esa cosa pueda ser. Ella es como ese mono, está siempre inquieta, siempre parloteando, moviéndose de una cosa a otra y tratando desesperada mente de aquietarse. El que se encuentre vacía, por completo vacía, no es algo temible; es absolutamente esencial para la mente estar desocupada, vacía, no forzarse, porque sólo enton ces puede moverse en profundidades desconocidas. Toda ocupa ción es realmente muy superficial, ya sea que se trate de esa señora o del que llaman santo. Una mente ocupada nunca puede penetrar en su propia profundidad, en sus propios espacios jamás hollados. Es este vacío el que da espacio a la mente, y en este espacio el tiempo no puede entrar. En este espacio hay creación cuyo amor es muerte.
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Los árboles estaban desnudos, habían caído todas las hojas; aun los finos, delicados tallos se estaban desprendiendo; el frío había sido excesivo para ellos; otros árboles conservaban sus hojas pero éstas no eran muy verdes, algunas se estaban tor nando de color castaño. Era un invierno excepcionalmente frío; a lo largo de las cadenas inferiores del Himalaya había densa nieve que tenía varios metros de grosor, y en las llanuras que se extendían a unos pocos centenares de millas más lejos, hacía muchísimo frío; el suelo estaba cubierto por una espesa escarcha y las plantas no florecían; el césped se hallaba quemado. Había unas pocas rosas cuyo color llenaba el pequeño jardín y estaban los pensamientos amarillos. Pero en las carreteras y lugares pú blicos uno podía ver a los pobres, envueltos en harapos sucios y rotos, con las piernas desnudas, las cabezas tapadas mostrando apenas los rostros morenos; las mujeres llevaban puestos vestidos de todos los colores, sucios, con ajorcas plateadas o algún orna mento alrededor de los tobillos y las muñecas; caminaban desembarazadamente, con facilidad y cierta gracia; se conservaban muy bien. La mayoría de esas personas eran trabajadores, pero en los atardeceres, cuando regresaban a sus casas, en realidad chozas, solían hacerlo riendo, bromeando entre ellos; los jóvenes, entre carcajadas y exclamaciones, iban por delante de los ma yores. Era el fin de la jornada y habían estado trabajando dura mente todo el día, ellos habrían de desgastarse muy pronto des­pués de haber construido casas y oficinas en las cuales jamás vivirían ni trabajarían. Todas las personas importantes pasaban junto a ellos en sus automóviles y ni siquiera se molestaban en mirar a esta pobre gente. El sol se ponía detrás de un edificio ornamentado, en medio de una neblina que se había mantenido durante todo el día; era un sol descolorido, carente de calidez, y entre las banderas de los diferentes países no se notaba ni la más leve agitación; estas banderas también estaban exhaustas: eran simples trapos de colores, pero qué importancia habían asu mido. Unos cuantos cuervos bebían de un charco, y otros cuer vos se aproximaron a fin de tener su parte. El cielo pálido se aprestaba para la noche.
Había desaparecido todo pensamiento, todo sentimiento, y el cerebro se hallaba completamente quieto; era pasada la media noche y no había ruido alguno; hacia frío y la luz de la luna penetraba a través de una de las ventanas trazando un diseño sobre la pared. El cerebro estaba muy despierto, observando sin reaccionar, sin experimentar; en su interior no había un solo movimiento, pero no estaba insensible ni narcotizado por los recuerdos. Y de repente, esa incognoscible inmensidad estaba ahí, no sólo en la habitación y fuera de ella, sino también en lo profundo, en los lugares más recónditos de lo que una vez fuera la mente. El pensamiento tiene un límite producido por toda clase de reacciones, y es moldeado por cada motivo así como por cada sentimiento; toda experiencia proviene del pasado y todo reconocimiento tiene su origen en lo conocido. Pero esa inmen sidad no dejaba huella, estaba ahí, pura, impetuosa, impenetra ble e inaccesible, y su intensidad era fuego que no dejaba cenizas. Con ella había una bienaventuranza, la que tampoco de jaba recuerdo ya que no existía un experimentar. Esa bienaven turanza estaba simplemente ahí, venía y se iba, no era algo que pudiera perseguirse o recordarse.
El pasado y lo desconocido no se encuentran en ningún pun to; no pueden ser reunidos por ninguna acción, cualquiera que ésta sea; no hay puente que pueda cruzarse ni hay sendero que conduzca a ello. El pasado y lo desconocido no se han encon trado jamás y jamás se encontrarán. El pasado tiene que cesar para que lo incognoscible, esa inmensidad, pueda ser.

domingo, 24 de mayo de 2009

¿Qué pasa en México?

Mensaje de Palden Dorje al prójimo


foto: etm

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Asesinatos, violencia, avaricia, cólera y tentación han hecho del mundo humano un lugar desesperado. Una tormenta terrible ha caído sobre el mundo humano, y esta llevando el Mundo a la destrucción. Solo hay una forma de salvar el mundo y es a través del "dharma" (de la practica de la espiritualidad). Cuando uno no anda por el recto camino de la espiritualidad, este mundo desesperado será seguramente destruido. Por ello, sigue el camino de la espiritualidad y comunica este mensaje a tus pares. No pongáis nunca obstáculos, cólera y desaprobación en el camino de mi misión meditativa. Solo os enseño la dirección, tenéis que buscar el camino vosotros mismos. Lo que seré, lo que haré, los días venideros lo revelarán. La salvación del hombre, la salvación de todos los seres vivos, y la paz en el mundo son mi objetivo y mi camino. Contemplo (medito) en el limite de este mundo caótico desde el océano de las emociones, en mi separación del odio y el deseo, sin desviarme del camino por un solo momento, estoy renunciando a mis ataduras con mi vida y mi hogar para siempre, estoy trabajando para salvar a todo ser vivo. Pero en este mundo indisciplinado mi práctica vital se reduce a mero entretenimiento. La practica y devoción de muchos budas se dirige a la mejora y felicidad del mundo. Es esencial aunque muy difícil entender esta practica y devoción. Porque aunque es fácil llevar esta vida ignorante, los seres humanos no saben que algún día debemos dejar este mundo incierto e ir con la muerte. Nuestras largas ataduras con amigos y familia se disolverán en la nada. Tenemos que abandonar la riqueza y las propiedades que hemos acumulado. Cual es la utilidad de mi felicidad, cuando aquellos que me han amado desde el principio, mi madre, padre, hermanos y amigos son todos infelices. Por ello debo meditar. [...] Hasta que envié un mensaje no vengáis aquí, por favor explicar esto a los otros. Comunica el conocimiento espiritual y este mensaje a través del mundo. Comunica el mensaje de paz mundial a todos. Sigue un camino recto y la sabiduría será tuya."

sábado, 23 de mayo de 2009

Inéditos de Cortázar

Papeles inesperados
Julio Cortázar
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Julio Cortázar (1914-1984)Foto Cortesía de la Revista de la Universidad
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Julio Cortázar, autor de RayuelaFoto Cortesía de la Revista de la Universidad
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ay quienes, literalmente, saborean la obra de Julio Cortázar una y otra vez. Para ellos, conocedores de la exquisitez de la prosa del Cronopio mayor, y para quienes apenas están descubriendo cuán seductor y vasto es el mundo que habita las páginas que obsequió al mundo el escritor argentino, la noticia de textos inéditos es una fiesta. El libro, que hace unas semanas se dio a conocer en la Feria del Libro de Buenos Aires está ya en México y es el mejor pretexto para rendir homenaje al autor en el 25 aniversario de su muerte. Con autorización de la Editorial Alfaguara presentamos a los lectores de La Jornada una probadita de esos Papeles inesperados de la pluma de un espíritu lúdico, cuya música nunca se ha ido de entre nosotros

Almuerzos

En el restaurante de los cronopios pasan estas cosas, a saber que un fama pide con gran concentración un bife con papas fritas, y se queda deunapieza cuando el cronopio camarero le pregunta cuántas papas fritas quiere.

–¿Cómo cuántas? –vocifera el fama–. ¡Usted me trae papas fritas y se acabó, qué joder!

–Es que aquí las servimos de a siete, treinta y dos, o noventa y ocho –explica el cronopio.

El fama medita un momento, y el resultado de su meditación consiste en decirle al cronopio:

–Vea, mi amigo, váyase al carajo.

Para inmensa sorpresa del fama, el cronopio obedece instantáneamente, es decir que desaparece como si se lo hubiera bebido el viento. Por supuesto el fama no llegará a saber jamás dónde queda el tal carajo, y el cronopio probablemente tampoco, pero en todo caso el almuerzo dista de ser un éxito.

(1952-1956)

Never stop the press

Un fama trabajaba tanto en el ramo de la yerba mate que-no-le-quedaba-tiempo-para-nada. Así este fama languidecía por momentos, y alzando-los-ojos-al-cielo exclamaba con frecuencia: ¡Cuán sufro! ¡Soy la víctima del trabajo, y aunque ejemplo de laboriosidad, mi-vida-es-un-martirio!.

Enterado de su congoja, una esperanza que trabajaba de mecanógrafo en el despacho del fama se permitió dirigirse al fama, diciéndole así.

–Buenas salenas fama fama. Si usted incomunicado causa trabajo, yo solución bolsillo izquierdo saco ahora mismo.

El fama, con la amabilidad característica de su raza, frunció las cejas y estiró la mano. ¡Oh milagro! Entre sus dedos quedó enredado el mundo y el fama ya no tuvo motivos para quejarse de su suerte. Todas las mañanas venía la esperanza con una nueva ración de milagro y el fama, instalado en su sillón, recibía una declaración de guerra, y/o una declaración de paz, un buen crimen, una vista escogida del Tirol y/o de Bariloche y/o de Porto Alegre, una novedad en motores, un discurso, una foto de una actriz y/o de un actor, etc. Todo lo cual le costaba diez guitas, que no es mucha plata para comprarse el mundo.

Acerca de Rayuela

Entre mi propia visión de Rayuela y la de la mayoría de sus lectores (entendiendo por mayoría a los jóvenes, mucho más sensibles a ese libro que la gente de mi edad) hay un curioso cruce de perspectivas. Triste, solitario y final, como dice Raymond Soriano, escribí Rayuela para mí, es decir para un hombre de más de cuarenta años y su circunstancia –otros hombres y mujeres de más de cuarenta años. Muy poco después, ese mismo individuo emergió de un mundo obstinadamente metafísico y estético, y sin renegar de él entró en una ruta de participación histórica, de apoyo a otras fuerzas que buscaban y buscan la liberación de América Latina. A lo largo de un decenio, problemas considerados como capitales enRayuela pasaron a ser para mí algunos de los muchos componentes de la problemática del hombre nuevo; la prueba, creo, está en el Libro de Manuel. Así, en mi visión personal de la realidad, Rayuela sigue siendo una primera parte de algo que traté y trato de completar; una primera parte muy querida, seguramente la más honda de mi ser, pero que ya no acepto con la exclusividad que le conferían los propios protagonistas del libro, hundidos en búsquedas donde el egoísmo de tanta introspección y tanta metafísica era la sola brújula.

Pero entonces, sorpresa: En esos diez años de que hablo, Rayuela fue leída por incontables jóvenes del mundo, muchísimos de los cuales eran ya parte en esa lucha que yo sólo vine a encontrar al final. Y mientras losviejos, los lectores lógicos de ese libro escogían quedarse al margen, los jóvenes y Rayuela entraron en una especie de combate amoroso, de amarga pugna fraterna y rencorosa al mismo tiempo, hicieron otro libro de ese libro que no les había estado conscientemente destinado.

Diez años después, mientras yo me distancio poco a poco de Rayuela, infinidad de muchachos aparentemente llamados a estar lejos de ella se acercan a la tiza de sus casillas y lanzan el tejo en dirección al Cielo. A ese cielo, y eso es lo que nos une, ellos y yo le llamamos revolución.

Un cronopio en México

I.

Cada cual tiene sus encuentros simbólicos a lo largo de la vida. Algunos son ilustres, por ejemplo el que sucedió en el camino de Damasco, o ese otro en que alguien se encontró de golpe con una manzana que caía, e incluso aquél, fortuito, de una máquina de coser con un paraguas encima de una mesa de disecciones. Encuentros así, que proyectan a la inmortalidad a los Newton, los Lautréamont y los San Pablo, no les ocurren a los pobres conopios que tienden más bien a encontrarse con la sopa fría o con un ciempiés en la cama. A mí me pasa que me encuentro con lustrabotas en casi todos mis viajes, y aunque esos encuentros no son nada históricos, a mí me parecen simbólicos entre otras cosas porque cuando no estoy de viaje jamás me hago lustrar los zapatos y en cambio apenas cambio de país se me ocurre que uno de los mejores puestos de observación son los banquitos de los lustrabotas y los lustrabotas mismos; es así que en el extranjero mis zapatos reflejan los paisajes y las nubes, y yo me los quito y me los pongo con una gran sensación de felicidad porque me parecen la mejor prueba de que estoy de viaje y que aprendo muchísimas cosas nuevas e importantes.

Es por eso que hace algunos años escribí la historia de uno de mis encuentros con un lustrabotas, y creo que ese texto bastante nimio fue muy leído en América Latina aunque su acción se desarrollaba en Nueva Delhi. Ahora que vuelvo de México siento la obligación de contar otro encuentro parecido, que tuvo por estrepitoso escenario el zócalo de Veracruz una mañana muy caliente del mes de marzo. Me doy perfecta cuenta de que los espíritus áticos encontrarán poco elegante iniciar una historia de viaje con un lustrabotas, pero a mí el aticismo ha dejado de quitarme el sueño hace rato y en cambio la silla del artista era perfecta, con ídolos deportivos pegados por todas partes y una tendencia a perder una pata trasera que obligaba a una gran concentración por parte del cliente. Mi lustrabotas debía tener diez u once años, es tan difícil saber la edad de un niño pobre, y a mí me parece ofensivo y estúpido preguntársela porque es exactamente la pregunta que todo el mundo les hace a los niños, incluso a los ricos, desde los tiempos de Pepino el Breve, con lo cual los niños lo saben atávicamente y al contestar miran con ese desprecio que casi siempre merecen los adultos. Por lo demás esa mañana la función de contestar parecía ser la mía, puesto que apenas me instaló el zapato derecho en su cajita multicolor, mi joven amigo quiso saber si yo era gringo (él dijo amablemente americano), y mi negativa en correcto español lo dejó dubitativo. Bueno, entonces yo no era gringo pero tampoco era mexicano. Admití el hecho tan importante para muchos de ser argentino, y eso lo satisfizo a lo largo del primer zapato, pero al comienzo del segundo quiso saber si la Argentina estaba donde Guatemala.

Me costó preguntarle a mi vez si nunca había visto un mapa de América del Sur. Dijo que sí, pero era un sí lleno de no, un sí de pudor que me instó, más avergonzado que él, a explicarle con una especie de dibujo en el aire que ahí México, y más abajo Venezuela y todoelbrasil, hasta que al final, ves, el continente termina como un zapato que nunca podrías lustrar tú solo, y eso es la Argentina. (Yo fui profesor de geografía en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires, de 1940 a 1945, por si alguien no está enterado de este vistoso aspecto de mi curriculum).

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Portada del libro que reúne inéditos de Cortázar

Volviendo al primer zapato con el perfeccionismo propio de su arte, mi amigo meditó un buen rato antes de hacerme la pregunta final:

–¿Y cuánto le cobró el taxi de la Argentina a Veracruz?

Se comprenderá que el resto carecía de importancia. Expliqué, claro, dije lo que había que decir en materia de aviones y barcos, pero de alguna manera ya sabía que no había puente y que de nada serviría hacerle comprender ese hecho concreto puesto que su pregunta mostraba tan horriblemente lo otro, la ignorancia de todo lo que no fuera su circunstancia inmediata, el miserable círculo de betún en torno a su baquito de lustrar. Sólo me quedaba reír con él, un par de bromas, darle el doble de lo que esperaba como pago para que su última ria fuese aún más bella, y marcharme con mis zapatos relucientes y el corazón lleno de polvo.

(Los cronopios no somos proclives a las moralejas, y esta pequeña historia no la tendrá; prefiero pensar un mundo –y luchar por él– en donde ya no sean posibles encuentros como éste. América Latina paga el precio agobiante de la explotación que hace el imperialismo de sus riquezas propias; lo que no siempre se ve es el precio que paga en inteligencia natural ahogada por la miseria. Mi pequeño lustrabotas tenía esa curiosidad vigilante que alimenta la inteligencia y la vuelve visible y activa; pero ninguna escuela, ninguna pizarra, ningún maestro habían orientado esa fuerza que giraba en el vacío. Una vez más, en Nueva Delhi o en Veracruz, Shine, shine, shoe-shine boy. En inglés, claro.)

Pero a todo eso pasaban cosas, y qué cosas pasaban en Veracruz. Llegados de noche al hotel Mocambo, del que se hablará en su momento porque un cronopio podrá olvidarse de cualquier cosa menos del hotel Mocambo, nos fuimos mi mujer y yo al zócalo con loables intenciones gastronómica (...)

Como ya lo hiciera otra vez, Julio Cortázar se deja entrevistar por dos de sus compatriotas...

Como ya lo hiciera otra vez, Julio Cortázar se deja entrevistar por dos de sus compatriotas, imaginarios en la medida en que él los inventó en su novela 62. Modelo para armar, pero muy reales a la hora de ir a pedirle cuentas y fastidiarlo en todas las formas posibles. Su encuentro es siempre tormentoso, como se verá enseguida. Acaso, también, útil.

Este reportaje ocurrió en vísperas de la publicación de Vampiros multinacionales, que Cortázar califica de utopía irrealizable, y que tiene por protagonista nada menos que a Fantomas el justiciero. He aquí el resultado de tan extraños encuentros en la imaginación y en la vida.

Llegada de los tártaros pampeanos

Está escrito –y cómo, malditos sean– que jamás podré escapar a la persecución a la vez irónica y sádica de Calac y de Polanco. Es bien sabido que en el drama de Luigi Pirandello, seis personajes andan en busca de un autor; en mi caso es mucho más grave pues aunque son solamente dos, no sólo han encontrado a su autor sino que se lo hacen sentir minuciosamente, como ahora que vuelven a subir las trabajosas escaleras que llevan a mi departamento y apoyan el dedo en el timbre con ese aire definitivo que haría caer cualquier muralla de Jericó después de tres minutos de silenciosa resistencia del pobre sitiado.

–Te venimos a ver –me informan los tártaros pampeanos, como si no estuviera lo suficientemente claro– porque nos anoticiaron de un nuevo libro que parece vas a sacar en México, pobre gente, y eso siempre nos apena un poco.

–En realidad... –intento decir mientras retrocedo en el pasillo.

–Vos no te preocupés –concede magnánimo Polanco–, no queremos molestarte en tu trabajo, de modo que el whisky y el hielo lo serviremos nosotros mientras vos abrís una lata de paté o algo así para acompañar.

–Estoy leyendo unos ensayos sumamente filosóficos –digo desde mi última barricada–, y en realidad ustedes me caen más bien mal.

–Guardaremos gran silencio –promete Calac– hasta que acabes el capítulo empezado.

Como tantas otras veces, no me queda más remedio que dejarlos organizar el aperitivo, apoderarse de mis últimos puros y de los dos mejores sillones donde se desparraman con el mismo aire de triunfo que debió tener Alejandro Magno cuando se sentó en el trono de Darío. Hay un prolongado rumor de masticación y tintineo de hielo, mientras el salón se va llenando de un humo que mis buenos pesos me cuesta.

–Se rumorea en los medios cultos –dice Polanco– que tu nuevo libro es heterodoxo, anfibio, ilustrado y en colores.

–No es un libro –le hago notar–, sino una simple historieta, eso que llaman tiras cómicas o muñequitos, con algunos modestos agregados de mi parte.

–¿Así que ahora dibujás y todo?

–No, los dibujos los saqué de una historieta de Fantomas.

–Un robo, entonces, como de costumbre.

–No señor, en esa historieta Fantomas se ocupaba de mí, y en ésta yo me ocupo de Fantomas.

–Digamos una especie de plagio.

–Tampoco, che. Con que me dejen abrir la boca dos minutos, les explico la cosa.

–Serví otro trago y pasame el paté –ordena Calac a Polanco–. Ya lo conocés cuando se larga, tenemos que estar bien avituallados.

De cómo una primera historieta desencadenó una segunda

–Esta pequeña aventura –explico– la pusieron en marcha amigos mexicanos al enviarme un número de las aventuras de Fantomas titulado La inteligencia en llamas. Muy sintéticamente: un enemigo desconocido empieza a atacar los libros con ayuda de un arma infalible que incendia las más importantes bibliotecas públicas del mundo y hace desaparecer poco a poco los volúmenes de las colecciones privadas; de la noche a la mañana nos quedamos sin los clásicos, sin la Biblia, sin novelas ni poemas, y...

–¿Tus obras también? –pregunta Polanco con aire de inocencia, mientras Calac se ahoga de risa detrás de una tostada.

–Las mías y las de Mongo Aurelio –digo enfurecido–. Es entonces cuando Fantomas, mucho más culto que ustedes dos, consulta el parecer de sus amigos escritores, entre otros Susan Sontag, Octavio Paz, Alberto Moravia y el que tiene el desagrado de estar hablándoles. Los cuatro aparecen dibujados en diversos domicilios y actitudes, y desde luego piden a Fantomas que les saque las castañas del fuego porque además de quemarles las bibliotecas los han amenazado de muerte si siguen escribiendo.

–Te diré que más de cuatro... –empieza Calac.

–No lo ofendas –sugiere Polanco.

–En vista de todo eso –digo yo haciéndome lo que probablemente soy–, Fantomas saca pecho y en pocos días encuentra al monstruo que detestaba la cultura, un tal Steiner, y acaba con él. Colorín colorado, fin de la historieta mexicana y principio de la mía.

–Madre querida –dice Calac–. En fin, ya que te preguntamos...

–Les diré que al principio me limité a divertirme porque después de tantos años de ser espectador de diversas tiras cómicas que van desde Barbarella aMafalda, pasando por El llanero solitario y otras veinte o treinta, me resultaba bastante asombroso verme reflejado en un diminuto espejo de papel de colores, y convertido en actor para mí mismo. Lo primero que me pregunté fueron las razones por las cuales Fantomas me había elegido entre sus asesores intelectuales. Ninguna duda sobre Susan Sontag, por ejemplo, pues a ella todos la elegiríamos en las más diversas circunstancias. Terminé pensando que Fantomas me estimaba por motivos que me conmueven: Robert Desnos, por ejemplo, que...

–Ya empezó el catálogo –dijo Polanco.

–...que escribió una célebreComplainte de Fantomas que siempre me he sabido de memoria, cosa que su héroe no podía ignorar. Y también porque Fantomas, que había empezado como un horrendo criminal, ha terminado en justiciero solitario y sabe que por mi parte yo empecé como un horrendo indiferente y he terminado en no sé qué exactamente pero en todo caso en alguien que tiene sed de justicia cada vez que abre el diario y ve lo que pasa en el mundo.

–Abreviá –mandó Polanco–, no estamos para detalles autobiográficos.

viernes, 22 de mayo de 2009

Zeitgest

Táctica y Estrategia ( Mario Benedetti )

TÁCTICA Y ESTRATEGIA
.
Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos
.
mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible
.
mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos
.
mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
.
no haya telón
ni abismos
.
mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple
mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites

jueves, 21 de mayo de 2009

Sesión de mediodía





¿Reclaman mis muertos el silencio?
¿Reclaman gritos?

Eurìpides, Las Troyanas

Poema de Jacques Lecoq

Todo se mueve.
Todo evoluciona, progresa.
Todo rebota y se refleja.
De un punto a otro, no hay línea recta.
De un puerto a otro puerto, un viaje.
Todo se mueve, ¡y yo también!
La dicha y la desdicha, y también el enfrentamiento.
Un punto indeciso, borroso, confuso, se perfila,
punto de convergencias,
tentación de un punto fijo,
en la calma de todas las pasiones.
Punto de apoyo y punto de llegada,
en lo que no tiene comienzo ni fin.
Darle nombre,
devolverlo a la vida,
darle autoridad
para comprender mejor lo que se mueve,
para comprender mejor el Movimiento.

Jacques Lecoq
Belle-Ile-en-Mer, agosto de 1997.

El Camino del Psicochamán (Cristóbal Jodorowsky, apéndice 8 del Collar del Tigre)



El psicochamanismo es una de las artes sanadoras a las que he dedicado los últimos quince años de mi vida, tratando de enriquecerlo con una labor cotidiana sobre una cantidad considerable de personas. En él se utilizan el chamanismo tradicional, el curanderismo y la magia popular, rescatando su esencia universal, depuràndolos de su folclor, tratando de comprender y readaptar la esencia de sus metáforas al lenguaje del psiquismo. Adentrándose con ellas como llaves de la dimensión no racional de la mente se logra desbloquear un gran número de dificultades psicológicas y, en algunos casos, también físicas.
En mis rutas por el mundo conocí a gentes que no tengo empacho en llamar auténticos santos (en el sentido en que estaban dedicados desinteresadamente a ayudar al prójimo y sanarlo), seres profundamente espirituales que me enseñaron lecciones de incalculable valor humano y ritual. Pero, por ahora, hablaré de otro capítulo: el de los curanderos charlatanes, los vendedores de crecepelos, los tahúres del espíritu, los timadores mágicos: en todo el mundo he conocido a gentes que supuestamente operan el cuerpo a vientre abierto, sanando enfermedades, retirando quistes, hernias, cánceres, cambiando huesos, miembros, abriendo la carne con la mano, con cuchillos, uñas, bisturís, piedras.... Conocí sobre todo a charlatanes, es cierto. Pero, ¡atención!: cuando digo charlatanes, no lo expreso en un sentido peyorativo. Para mí, un curandero popular debe ser un verdadero prestidigitador que tiene la obligación de saber engañar, puesto que, procedente de una tradición ancestral que permanece respetuosa, voluntaria y profundamente anclada en él, necesita todo ese teatro sagrado para llevar a buen puerto su labor y la realiza respetando siempre los parámetros con los que su cerebro ha sido estructurado, como su religión, cultura, biblia, vírgenes, santos, cortes, dioses, sus múltiples objetos de poder, imágenes, perfumes, imanes, piedras, esculturas y un largo etcétera. De esta manera, su mente puede aceptar la sanación sin sentir que traiciona a su estirpe, y el milagro podrá así producirse. La prestidigitación, el folclor y la superstición forman parte de la sanación, puesto que corresponden a los códigos familiares, sociales e históricos de los curanderos y sus pacientes.
La palabra japonesa guen significa ilusión o aparición. En Japón, al que practica la magia lo llaman genjutsushi (maestro de la técnica de la ilusión). Y estas ilusiones están presentes en todas las culturas. De un país a otro sólo cambia la forma del rito, pero no la estructura. Ésta se repite en casi todo lo esencial, excepto en las variantes formales. Los seres humanos de todas las latitudes comparten muchas más cosas de las que muchos serían capaces de sospechar, como averiguó Mircea Eliade. Sólo cambian los disfraces con que se individualizan -y también, por supuesto, enriquecen- las culturas. En La Senda del Chamán, Michael Harner recopiló los elementos esenciales de los ritos chamánicos de las cuatro esquinas del mundo. Sus conclusiones confirman el trabajo de Eliade: existe una base común a este forma de religiosidad ancestral y esencial de la humanidad que tiene 50,000 años de historia.
En el psicochamanismo, un chamanismo contemporáneo y urbano, hecho a la luz del día y sin necesidad de engaño, se pone el acento en confundir y desarmar las enormes resistencias de una mente occidental. Un psicochamán debe ser un especialista en combinar los justos elementos de las metáforas adecuadas para poner en contacto al consultante con su otra realidad. Y por eso debe conocer los símbolos que se emplean en las diferentes culturas y tradiciones, haciendo de su tarea una especie de globalización psíquica y espiritual. Además, los chamanes trabajan con una condición que la ciencia no reconoce, y que marca toda la diferencia: la dimensión invisible, espiritual del ser, a la que poco a poco hoy están accediendo los teóricos a través de la llamada nueva ciencia. ¿Podríamos hablar de campos mórficos, subatómicos, de estructuras fundamentales o paradigmas holográficos para hablar de dios? Quizás, pero son explicaciones frías y científicas, a lo mejor fundamentales para que el mundo de hoy tome conciencia de su condición unificada con la totalidad. Pero tales explicaciones no alcanzan la dulzura y poesía con que un chamán toca a las personas con sus manos y palabras. Uno de los roles fundamentales del chamán es que une ciencia y sanación en un solo evento de arte sagrado. Max Planck escribió que "para las personas creyentes, Dios está al principio; para los científicos, está al final de todas sus reflexiones":
El tacto espiritual también es la base del psicochamanismo. Cuando me formaba junto a mi padre, le pedí que partiéramos los dos durante veintiséis días al Iztaccíhuatl, montaña que llaman "la mujer acostada", en México, para que me traspasara el conocimiento que había recibido de Magdalena, la masajista santa, y el arte del masaje iniciático, inspirado en todos los curanderos que conocimos. Durante aquellas jornadas en la montaña hablamos y meditamos largas horas sobre el tacto sagrado, interpretando también el de Pachita, o imaginando el tacto milagroso y purificador de Cristo: "Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo. 'Lo quiero, que seas purificado'. Enseguida la lepra desapareció y quedó purificado" (Marcos, 1:41-42). La lepra, por supuesto, la interpreto como una metáfora del manto que vela al ser esencial. Después de esos intensos días, durante un largo periodo me dediqué únicamente a trabajar en la imposición de manos, dándome cuenta de cuán fundamental resulta el tacto para sanar. Para prepararse a tocar, uno debe dejar que se revele esa dimensión ilimitada de sí antes de hacer cualquier gesto. Es sólo a través de ella como se accede al tacto iniciático y sanador. El chamán toca desde lo esencial, es decir, desde la ausencia total del ego: ello ya sana. Uno debe entregarse como en una sacra incineración. El tacto es impulsado por el dios interior que desvela todo camino: la condición original. No sirve de nada imponer la smanos sobre un ser si vives sólo en el intelecto y eres frío y medical, si quieres seducir o cargas con demasiada agresividad, si estás intoxicado por el entorno, si te quieres afirmar sobre el otro y demostrar tu poder para dominar, si tienes residuos religiosos en relación al cuerpo y lo embadurnas de pecado, si estás inhibido y te odias a ti mismo o creaste una realidad deonde estás separado del otro. El tacto es comunión divina. Uno impulsa el rendimiento de toda frontera a través de ese contacto, hasta que el que toca y el que es tocado se fusionan y desaparecen en un invisible océano sin fondo o superficie. Y es precisamente esa fusión la que sana. La idea central del chamanismo consiste en que las cosas y los sucesos son y provienen de una común esencia, de la que todos venimos y a la que todos regresamos.
Un proverbio zen dice: "buscando la luna en el cielo muchos dejan caer la joya que tienen en la mano". El chamanismo entiende la energía libidinal sexual como la más natural, pura y vital que nos compone, como la base del cosmos completo. Todo chamán la utiliza al máximo, labora íntimamente con ella y con la totalidad de su cuerpo, que para él es espíritu universal y fuente de vida. Incesantemente se tocan y tocan a los demás para realizar sus acciones. Pero en nuestra sociedad la sanación se hace demasiado a menudo a través de la palabra o a través de un tacto frío y esterilizado. Los residuos morales de una educación religiosa siguen agazapados en nosotros, aunque no practiquemos activamente ninguna religión. Son los programas remanentes de tantas generaciones, que seguimos recorriendo con nuevos nuevos. Comprenden inhibiciones de todo tipo: sentimentales, pudores sexuales, corporales, ideas locas, relación con el dinero, el sacrificio... Una sanación, liberación o reorentación, según mi experencia, no se puede lograr exclusivamente a través del intelecto. El chamanismo nace de las primeras culturas, donde todavía no existía una normativa moral, que sólo aparece sucesivamente con los sacerdotes que fueron introduciendo divisiones entre lo divino y lo humano. El chamán vive lo divino; el oficiante religioso creó, en cambio, a un dios que es un observador exterior. El chamán se integra, se fusiona con él, pero el sacerdote es un intermediario que hace una transacción entre dos figuras que, en el fondo, son una. Jung afirmaba que "una de las principales funciones de la religión es proteger a la gente de una experiencia directa con dios". Ahí reside su poder.
En mis exploraciones terapéuticas trato, por ello, de practicar una espiritualidad desjerarquizada, donde hombres y mujeres se vivan como complementarios y la relación con lo divino fluya de manera armónica. Uno de los ejercicios que acostumbro a practicar consiste en pedirle al hombre que se convierta en cuatro mujeres, y a la mujer en cuatro hombres: sexuales, emocionales, intelectuales y corporales. Durante el ejercicio, danzan juntos de maneras distintas, en correspondencia con las cuatro energías. Para relacionarse saludablemente entre hombre y mujer, entre tantas cosas hay que haberse mostrado delante del otro como un ser de su propio sexo sin pudor en los cuatro planos para explorar juntos ambas dimensiones, incluso en la cama u otro lugar de preferencia. Es un camino para una comunicación más libe, para liberarse también de la falsa imagen de roles del hombre y la mujer, de gestos aprendidos, de códigos de comportamiento impuestos por la sociedad que nos alejan de la auténtica y natural masculinidad y feminidad. De esta manera encontramos otro de los pilares del psicochamanismo: el ejercicio terapéutico y el encuentro de la belleza y la armonía que emanan del arte, base de toda sanación psicochamánica. En este proceso, el tacto se puede cargar con lo que los chamanes llaman objetos de poder.
En mis viajes por Perú recibí una de las limpias espirituales más extraordinarias que he vivido, hecha por un chamán que se colgaba un cóndor disecado en la espalda que simbolizaba el gran espíritu invisible que le traspasaba. Con una enorme pluma del ave, escupiendo perfume por la boca, imitaba su vuelo raspando mi cuerpo con una fuerza de titán, como si ella fuera un enorme cuchillo. También me hizo sostener una bolsa sagrada de algodón, con todos sus objetos de poder transmitidos desde hacía generaciones por sus ancestros y maestros curanderos, para cargarme de la energía de ellos, que participaron en la sanación con él. Nuestras sociedades han perdido generalmente el sentido de los aliados familiares a causa de todo el odio generacional que existe en Occidente. Sin embargo, laborando sobre uno mismo, es posible pulirse de tal manera que nuestros antepasados se conviertan en aportes energéticos y estén presentes como tesoros en nosotros. Los objetos de poder pueden, además, encontrarse en las cosas y los lugares más insospechados.
Una tarde invernal, perdidos en los suburbios de París en busca de un teatro donde íbamos a la audición de actores para un mimodrama, Alejandro y yo entramos en un café frente a la autopista para telefonear. Pertenecía al hermano de un ex campeón europeo de boxeo. El bar estaba tapizado con sus fotos y una cortina de nicotina. Colgado sobre la barra relucía el cinturón trofeo del gran campeonato, de un intenso color dorado. En nuestras visitas a chamanes y curanderos, Alejandro me decía siempre: "Deja que te toquen y absórbelos por el vientre". Así que, sabiendo del potente efecto de los objetos sobre la mente, se nos hizo la boca agua al ver aquél. Le pedimos al hermano del campeón, un enorme mastodonte con un parche en el ojo, cuierto de tatuajes, si por favor nos permitiría tocarlo. Y él, orgulloso y amable, bajó el pesado trofeo y nos otorgó el privilegio de palparlo. "Aprovecha -susurró Alejandro-, absorbe la fuerza de campeón que está encerrada en él".
Los objetos representan memoria, son llaves asociativas que pueden abrir dimensiones de la mente y desbloquear energías. Por eso los fans intentan obsesivamente tocar a sus ídolos y arrancarles calzoncillos o mechones de cabello. Saben que tocándolos pasan a ser inmediatamente una parte de ellos, y de alguna manera incorporan su esencia, y absorben su energía y experiencia. Ésta es, también, la base del canibalismo, y son muchos los pueblos ancestrales que devoraban el cráneo o el corazón de sus enemigos para apropiarse de su valor. Un comportamiento que, metafóricamente, utilizo también en la elaboración de actos y piscorrituales. En el Evangelio de san Marcos, una mujer enferma se acerca entre la gente y toca el manto de Jesús. "Si logro tocar aunque sea sólo sus vestidos, me salvaré", afirma. Inmediatamente, se seca la fuente de su sangre y siente que su cuerpo queda libre del mal.
La dificultad para sanarnos reside en que cargamos con estructuras atrincheradas en nuestra psique que muy a menudo impiden la incorporación de lo que nos rodea y la información se almacena en un rincón inaccesible. La llave queda en el fondo de un océano al que generalmente tememos. Sucede algo parecido con los progenitores: hemos estado tanto tiempo en contacto con ellos que los llevamos encima como invisibles cuerpos de poder. Pero a menudo se tornan en cuerpo vampíricos, entidades que nos anulan la individualidad e invierten nuestro proceso de expansión, conteniéndonos en sus límites. Eso sucede también con el yo social, que ha absorbido una sociedad tan desnaturalizada que le ha vampirizado su natural esencia. Sin olvidar que los cuerpo genealógico e histórico también pueden ser en nosotros cuerpos vampíricos de los que habría que saberse despojar. Por estos motivos, la relación con aliados arquetípicos y objetos de poder psíquicos me ha resultado siempre fundamental, tanto para mí mismo como para cualquier labor psicochamánica que haya osado emprender.

miércoles, 20 de mayo de 2009

El resplandor del oro

El oro es prácticamente incorruptible. Aún después de haber estado enterrado por siglos o milenios, o sumergido en las aguas, éste conserva su brillo sin variación alguna. El cobre, la tumbaga (una aleación indígena de oro y cobre) o la plata, cambian de color y textura bajo la influencia de diversos factores físicos y químicos, pero el brillo del oro y sus demás cualidades, perduran de tal modo que este metal se ha convertido, a través de la historia, en un símbolo de la eternidad.

En las religiones el oro es de carácter sacrificante, ofrendatorio, pues es un elemento grato a los dioses; es casi una exigencia de ellos. El sol es un disco de oro, es el padre del oro y se nutre de oro; éstas y otras ideas semejantes se encuentran en casi todas las culturas del mundo donde haya oro, de modo que el nexo entre el oro, la esfera sobrenatural y el poder es una constante del pensamiento humano y, por cierto, transciende las fronteras del chamanismo y es fundamental hasta en las religiones más avanzadas. Sean los fondos dorados de los mosaicos bizantinos, los Budas dorados o el profuso dorado de las iglesias del mundo hispano, siempre la connotación del oro ha inspirado un sentimiento de reverencia y hasta de temor.

Por estas mismas razones, en muchas sociedades del pasado y del presente el orfebre se relaciona con el mago. Ese orfebre, tal como el chamán, es un transformador pues al labrar el oro y darle una forma culturalmente significante, hace pasar la materia de un estado profano a lo sagrado; es decir que con el conocimiento científico y tecnológico del orfebre casi siempre se asocia un elemento mágico, el de la transformación. Aún una técnica tan sencilla como el martillado, puede ser sorprendente por la facilidad con que un pequeño grano de oro se convierte en una gran hoja, del espesor de un papel finísimo y mayor maravilla debieron causar las técnicas tan diversas e ingeniosas del orfebre precolombino, como lo son las llamadas de la cera perdida, la mise en couleur, la falsa filigrana y tantas otras más. (1)

A primera vista, muchos objetos del Museo del Oro dan la impresión de lo plano, lo liso, lo bidimensional. Hay un elevado número de placas, planchas o discos, hechos en formas geométricas, sean angulares o circulares. A veces estas piezas que, ocasionalmente, son de considerable tamaño, están adornadas con motivos levemente repujados, pero la mayoría muestran superficies planas y lisas. Además existen en diferentes tamaños planchas curvas, enrolladas, como para cubrir parte del tronco de una persona; hay cascos y brazaletes, a veces en forma de avambrazos, todos con superficies lisas, pulidas.

En las crónicas del siglo dieciséis se habla de estos objetos y se dice que los indígenas usaban joyas de oro en profusión, sea en ocasiones rituales, sea al enfrentarse con el enemigo e incluso se las ponían durante trabajos comunales. Por ser el oro un metal blando, estas piezas seguramente no constituían una especie de coraza sino tenían otras funciones que, muy probablemente, se relacionaban con el resplandor del oro. Obviamente, la orfebrería precolombina estaba destinada a ser contemplada a la luz de un sol tropical, a la lumbre vacilante de un fogón o una antorcha de las que iluminaban el interior de los recintos.

Se trata pues de una percepción muy diferente a la que tenemos en la actualidad respecto al brillo, resplandor y reflejo. En el Viejo Mundo, el encanto de una joya antigua reside en su centellar secreto, en el juego de luces y sombras, junto con el brillo de piedras preciosas. En Colombia, un sol violento reflejaba toda la luminosidad cegadora del oro hacia afuera, a distancia. Los cronistas nos dejaron relatos de templos con grandes estatuas antropomorfas, de madera, cubiertas de planchas de oro y de moradas de caciques de cuyas entradas colgaban discos de oro los cuales reflejaban a lo lejos los rayos del sol. También dicen las crónicas de entonces que los indios llevaban mantas u otras prendas de vestir, sobre las cuales estaban cosidas cantidad de plaquitas de oro.

El oro se asociaba con el sol por su resplandor, y con ello adquiría un significado seminal, fertilizador, vital y aún un poder político. Las joyas de oro eran usadas por hombres y mujeres; el brillo daba presencia al portador y el guerrero, cacique o chamán, cuando cubría su cuerpo con oro, afirmaba así una actitud dominante, frente a sus congéneres o enemigos. No se trataba aquí de un despliegue de riquezas sino de una afirmación del poder numinoso del binomio oro-sol, personificado en algunos miembros de la comunidad.

Según el decir de los indios actuales hay una relación recíproca entre el oro y el sol, en la cual se efectúa un cambio energético. Para dar un ejemplo: los indios de la Sierra Nevada de Santa Marta han podido salvar, a través de medio milenio, tal cual objeto de oro y tumbaga de sus antepasados, los Taironas. En ciertas fechas del año, cuando el sol se encuentra en determinada posición, se procede, en un sitio muy sagrado, a celebrar el ritual de “asolear el oro”. Aquellos objetos, junto con cuentas de collar de cornalina y cristal de roca, se depositan sobre platos rituales hechos de cestería y éstos se colocan luego cerca a un templo, donde permanecen por algún tiempo expuestos a los rayos del sol. Se cree que de esta manera el oro asimila nuevas fuerzas fertilizadoras, se purifica y renueva su resplandor. Al mismo tiempo manifiestan que el sol se muestra complacido pues es una ofrenda que nutre su poder benéfico.

En la misma región del país sobrevive la creencia de que el sol directamente puede fertilizar un objeto de oro que se haya colocado en el centro de un templo. A través de un pequeño orificio en el techo o por el espacio de la puerta cae entonces, en cierto momento, un rayo solar al cual se atribuye la calidad de un falo divino que, al iluminar el oro, lo impregna de una energía que posteriormente beneficia a toda la comunidad.

Entre los indios de la Sierra Nevada el oro tiene el mismo nombre que el sol —nyúi—. En efecto, este último se designa como “nuestro padre oro” y lo imaginan como un hombre que camina por la bóveda celeste y de vez en cuando se sienta en un banquito para descansar.

Ellos reconocen una categoría de hombres que, por su largo entrenamiento, su modo de vida y funciones, deben ser designados como sacerdotes, puesto que se dedican a dimensiones más trascendentales del pensamiento religioso que los chamanes tribales de otras regiones. Estos sacerdotes (mámas) continúan celebrando un culto solar en el cual el concepto del “oro santo” juega un papel importante. Los Kogi no han olvidado su pasado histórico y prehistórico; su mitología y tradiciones contienen así muchas alusiones a la orfebrería tairona, a los ricos entierros de aquellos ancestros, y a los orfebres de tiempos remotos.

En una ceremonia muy solemne en la cual el sacerdote mayor y su mujer personifican Sol y Luna, los dos se reúnen en un templo iluminado sólo por cuatro fogones y, pronunciando fórmulas sagradas, proceden a vestirse el uno al otro, con todo el espléndido atavío que con lleva este ritual. Mientras que la mujer le pone al sacerdote su máscara de jaguar, tallada en madera, éste coloca sobre la cabeza de ella una máscara de puma, también de madera. El proceso de adornarse mutuamente dura varias horas y se efectúa en presencia de cuatro sacerdotes menores quienes personifican a los Señores de los Puntos Cardinales. Finalmente se extinguen los fogones y todos permanecen en silencio, en la obscuridad. Es entonces cuando los dos personajes que representan Sol y Luna, y los Cuatro Señores de los Puntos Cardinales consumen simultáneamente un alucinógeno y entonces, según cuentan, se ilumina el interior del templo de una gran luz, no la de los fogones, sino la iluminación individual interna causada por la droga. (2) “Es entonces cuando comienza a brillar el oro,” dicen los indios; “Se ven brillar los colmillos de oro de las máscaras; los brazaletes, los pendientes”. Después de un rato desaparece la visión y en la obscuridad y el silencio, sigue luego un baile solemne acompañado por un canturreo casi inaudible, que se continúa hasta el amanecer. Los personajes del Sol y la Luna se quitan mutuamente sus adornos y el sacerdote mayor enciende nuevamente los cuatro fogones con un berbiquí ritual.

Lo que acabo de deseribir son ritos antiquísimos, seguramente de origen prehispánico, en los cuales sobrevive la creencia en el “oro santo” y su relación con el sol. En verdad, el lapso de tiempo que ha transcurrido desde la Conquista es tan breve, tan insignificante, que los tesoros del Museo del Oro siguen teniendo una vigencia para los indígenas actuales. De esta manera no es un museo como otros; es un santuario aborígen colombiano.

El profundo sentido religioso y estético de los indios actuales se expresa talvez con más intensidad aún en el siguiente relato. Conocí a un anciano sacerdote en la Sierra, que vivía sólo en un viejo templo medio derruído que había construído años atrás. Una vez me contó que en ciertas noches bailaba solo pero antes pasaba horas enteras en adornarse. Pulía y brillaba sus adornos de oro y de tumbaga, arreglaba su gran penacho de plumas y luego, al son de una maraca se ponía a bailar alrededor del fuego. Me habló de sus cantos, diciendo: “A veces bailo como tigre; doy zarpazos al aire, así. Otras veces bailo como cangrejo. Digo en voz alta los nombres de los grandes mámas de tiempos antiguos”. Al hablar de estos bailes el viejo se emocionaba. “Tengo brazaletes de oro”, decía; “Tengo cascabeles. Cuando bailo así, el oro santo brilla y veo mi sombra enorme pasar por las paredes. Así bailaban los antiguos; con el oro, el oro santo”.

Un aspecto que aparentemente influía mucho en la apreciación que el indígena hacía de sus artefactos de metalurgia, era su color. En la orfebrería precolombina se observa una amplia gama de colores, que va desde el amarillo pálido hasta el rojizo obscuro de la tumbaga y del cobre. Ello depende de la pureza del oro o del porcentaje de cobre que se le añade. La relación que el color metálico pueda haber tenido con el uso específico de un objeto, es decir el grado de su valor sobrenatural —no utilitario— aún no ha sido investigado en Colombia, pero promete resultados interesantes si tenemos en cuenta que entre muchas tribus indígenas actuales existe un muy complejo simbolismo de colores. Por ejemplo, los Desana del Vaupés distinguen por lo menos doce diferentes tonalidades en la gama entre amarillo y rojizo. (3) Todos estos tonos significan ciertas categorías e intensidades de energía solar, siendo el amarillo claro el más benéfico, mientras que los colores cobrizos conllevan cierta idea de peligro, de enfermedad. Entre los mismos indios, el brillo de un adorno de cobre es diagnóstico para el estado de salud de su portador. Por otro lado, en la mitología se habla repetidas veces de casos en que los zarcillos de oro o de cobre de una persona se voltearon “hacia adentro”, es decir hacia la cara, y no brillaron más, lo que pronosticó la inminente muerte del portador. (4) Falta añadir que el particular olor del cobre o de la tumbaga, al manosearlos, siempre ha llamado la atención de los indígenas y ya en el siglo dieciseis el Padre Bartolomé de las Casas anotó este hecho.

Volviendo al resplandor del oro precolombino, cabe una observación final. Muchísimas piezas están adornadas con pequeñas placas colgantes y móviles a veces cuadradas pero generalmente circulares o algo ovaladas; en ocasiones se trata de canutillos, de pequeños tubos o de listones. El objeto tiene entonces una o varias argollas soldadas sobre la superficie anterior y de ellas, articuladas con otra argolla, están suspendidas las placas móviles. Estos colgantes se encuentran en zarcillos, pectorales, diademas y en varias clases de pequeñas figuras humanas o de animales. La distribución de estos colgantes cubre prácticamente todas las regiones de Colombia. Al tomar una pieza así adornada y, desde luego, al llevarla puesta, el contínuo movimiento de estas plaquitas da mucha vida a la joya; pero adicionalmente quisiera anotar que literalmente al “atraer la vista”, el brillo vacilante y cambiante ejerce una acción casi hipnótica sobre el observador. Este efecto es bien conocido a los chamanes (ya los neurólogos) quienes saben que, bajo ciertas condiciones, la percepción de luces vacilantes puede inducir visiones de carácter alucinatorio o puede causar un estado prehipnótico. He observado en varias ocasiones que los chamanes, después de ingerir una bebida alucinógena, fijan su mirada en las brazas de un fogón o en la luz de una tea. En el río Caimán Nuevo, en el Golfo de Urabá, pude anotar que unos de los instrumentos más importantes de transformación y curación que poseía un chamán de los indios Cuna, eran unas varas gruesas, de unos 50 centímetros de largo, cuyas superficies estaban cubiertas de una multitud de espejos minúsculos, incrustados en una base de brea. Otros chamanes colombianos fijan su vista en los reflejos multicolores de un cristal de roca, para inducir ciertos estados psíquicos. (5)

El resplandor del oro es pues más que un mero reflejo, más que un fenómeno que se percibe ópticamente; según los indígenas, contiene una energía la cual se transmite a los seres humanos y que, en toda su esencia, es fertilizadora. En la cadena de asociaciones simbólicas el oro es luz, color, semen y poder.

martes, 19 de mayo de 2009

José Carlos Becerra


¿Dónde podría yo estar diciendo la verdad?
¿De qué antifaz arrancaría yo mi rostro para probar el dolor de mi mentira?
¿De qué rostro arrancaría yo mi antifaz para probar la tela de mi vida?
Pero la vida sólo exige el acto de la muerte, el ruido de las pisadas de nuestras propias hormigas

El Héroe de las Mil Caras, J.Campbell (Fragmento)


El devoto en el momento de su entrada al templo sufre una metamorfosis. Su carácter secular queda fuera, lo abandona como las serpientes abandonan su piel. Una vez adentro, puede decirse que muere para el tiempo y regresa al Vientre del Mundo, al Ombligo del Mundo, al Paraíso Terrenal. El mero hecho de que alguien pueda burlar físicamente a los guardianes del templo, no invalida su significado, porque si el intruso es incapaz de llegar al santuario, el realidad ha permanecido afuera. Aquel que es incapaz de entender un dios, lo ve como demonio, y es así como se le impide que se acerque. Alegóricamente, pues, la entrada al templo y la zambullida del héroe en la boca de la ballena son aventuras idénticas; ambas denotan, en lenguaje pictórico, el acto que es el centro de la vida, el acto que es la renovación de la vida.
“Ninguna creatura , escribe Ananda K. Coomaraswamy, puede alcanzar un mas alto grado de naturaleza sin dejar de existir. Por supuesto que el cuerpo físico del héroe puede ser en realidad asesinado, desmembrado y esparcido por la tierra o el mar, como en el mito egipcio del salvador Osiris, que fue tirado al Nilo dentro de un sarcófago por su hermano Set, cuando regreso de entre los muertos su hermano lo asesino de nuevo, partió su cuerpo en catorce pedazos y los esparció por la tierra. Los héroes Gemelos de los Navajo tuvieron que pasar no solo por entre las rocas que chocaban, sino por las púas que atraviesan al viajero, por los cactos que lo hacen pedazos y las arenas ardientes que lo sofocan. El héroe cuya liga con el ego ya está aniquilada, cruza de un lado y el otro de los horizontes del mundo, pasa por delante del dragón tan libremente como un rey por todas las habitaciones de su casa. Y allí nace el poder de salvar, porque el haber pasado y haber retornado demuestra que, a través de todos los antagonismos fenoménicos, lo Increado-Imperecedero permanece y no hay nada que temer.”
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