Sonido Fulgor

domingo, 13 de enero de 2008

Un demonio arrepentido


Una vez, en casa de mis padres cuando aún era pequeño, me quedé una noche solo con mi madre y dormí en un sillón azul que estaba a un lado de su cama. Mi padre se había ido de viaje y yo terminé atrapado en una situación bastante peligrosa. Aquella noche desperté y comencé a pegar los gritos más fuertes de todas las noches de pesadillas, todos los vecinos escuchaban y mi madre angustiada, no podía resolver el ambiente, ya que su acercamiento intensificaba mi caída en el eterno universo sin contención. Aquel día recuerdo muy bien, el sueño que me ocasionó aquel terror fue porque me despertaba a mitad de la noche y desde mi cuarto observaba el estudio de mi padre; Un niño sangriento se encontraba parado mirándome y aquella imagen junto con los alacranes voladores que tejieron artesanas, me fulminó produciéndome una terrorífica catarsis como si la sangre subiera de mis pies y saliera como un río por mi boca. El terror a ocupar el lugar de mi padre y ver realizada la fantasía incestuosa me invadía constantemente. Sin embargo, después de aquellos gritos decidí irme a dormir solo, porque sabía lo que él me había dicho acerca del problema y conocía las consecuencias de quedarme nuevamente en ese lecho de demonios. Tomé mis cobijas y valientemente salí del cuarto de mi madre, después de aquellos alaridos, a mitad de la noche para dirigirme a dormir en mi tenebrosa habitación. Me acosté y cerré los ojos rezándole a la paloma de los deseos que me protegiera ya que no estaba mi padre y la inseguridad era un ciclón. Volví a soñar que estaba viendo desde la ventana de mi cuarto el estudio de mi padre y otra vez el niño terrorífico me intentaba fragmentar. Sin embargo esta vez mientras lo veía, comencé a gritar encarando todo el miedo que me producía verlo, y comencé a sentir en todo mi cuerpo un apego atroz, como si cientos de cadenas me amarraran y no pudiera escapar. Después de algunos segundos, mi padre apareció en su estudio junto al niño y ahora los dos me veían. Su mirada llena de luz, como un ángel, comenzó a tranquilizarme. Con un gesto me dijo que bajara y fuera con él. Con todo el miedo que eso significaba decidí bajar porque era muy fuerte el calor que brotaba de su presencia, y eso me dio mucha seguridad. Comencé bajando las escaleras de madera y todo estaba oscuro, sin embargo como un héroe decidí seguir el camino. Llegué al piso de abajo y doblé a la derecha para meterme en el pasadizo de cantera que siempre fulminó mis esperanzas. Había muchos objetos que estorbaban el paso, como el obstáculo que mi padre ponía para que los gatos no atravesaran hacia allá. Comencé a sentir una parálisis infinita, de pronto en la base de mi columna vertebral un nervio comenzó a dañar mis piernas y mi caminar se hizo lento. Llegó el momento de que caminar era imposible y solamente podía arrastrarme por el piso. También comenzaron enfermedades, me dolía la garganta y mi ojo derecho dio muestras de flaqueo. A pesar de todo el daño que estaba sufriendo mi voluntad, decidí seguir recorriendo el camino para llegar hacia él. Debo admitir que en esos instantes mis pensamientos estaban exhaustos de tanto sufrimiento que parecía más bien una rutinaria tortura. Al fin, con mis manos que aún tenían la fuerza de ballenas, llegué al espacio donde se encontraba el niño y mi padre. Los miré a los ojos y el niño de pronto se convirtió en un pequeño ángel vestido de blanco. La sangre se había ido y en su lugar, habían aparecido cabellos morenos que parecían olas y arena, y su mirada que antes era similar a Satanás, ahora era verde como la mía, llena de mar y de serenidad. Mi padre, a un lado, tomó los alacranes que estaban por encima de su cabeza, y cuando los tocó, se hicieron pájaros que con un canto de amor, se fusionaron los unos con los otros hasta formar un águila de oro. Comenzó a volar por encima de mi cabeza hasta que de pronto penetró en mi pecho y se fusionó con mi alma. Sentí como si el mismísimo dios entrara en mis entrañas y me llenara de un calor eterno que nunca había sentido. Mi padre a un lado, comenzó a decir ciertas palabras y el niño, mi hijo, el cual fue consecuencia de un aborto por el incesto metafóricamente realizado, empezó a levitar por los aires y mi padre también. Los dos llenos como ángeles y vestidos de un blanco como el sol, se tomaron de las manos y se abrazaron en el aire por encima de mí. Desde lo alto me dijeron que fuera con ellos. Mi miedo había desaparecido completamente y ahora estaba entregado como un creyente a la divinidad. Salté desde el piso y comencé a elevarme. El techo de la casa se abrió y ahora los tres estábamos fuera de ella y volando. Mi ropaje había cambiando, eran como el delfín, y sentía que mis ojos eran azules, como el cielo de día. Con una orden de mi padre, nos dijo que concluiríamos la escena para eliminar cualquier indicio de terror o de inseguridad que pudiera yo tener. Nos agarro de las manos y con una fuerza de león en celo comenzó a volar hacia el éter cada vez más profundo. Comencé a mirar las estrellas de frente como si fuéramos a hacerles el amor. Nos salimos de la tierra y viéndola desde afuera nos dijo: ahora es momento de fusionarnos los tres, para crear una sola energía usando la fuerza de los planetas. Comenzó a cantar y nos dijo que repitiéramos el mantra. Los tres entonamos la melodía sagrada hasta que poco a poco nuestras formas comenzaron a perderse en el universo y ahora ya ninguno era lo que había sido. Por fin, un ave fénix surgió del cosmos y comenzamos a volar sabiendo que éramos esa forma milenaria. Regresamos a la tierra y miramos la casa de lejos. Nos acercamos a ella y con toda la energía que habíamos acumulado decidimos realizar el acto final. Como una flecha, atravesamos las paredes de mi casa y penetramos el cuerpo de mi madre fusionándonos con ella. Morimos solamente para purificarla y hacerle desaparecer todo el miedo que ella tenía por haber pagado las consecuencias del incesto con su padre. Ella de pronto dio un grito y nosotros resucitamos de las cenizas del fuego que dejó su silencio. Decidimos regresar al estudio de mi padre después de resucitar, y como si todo hubiera estado escrito, desaparecimos para siempre fusionados con cada cosa sacralizando el lugar hasta el fin de los tiempos. En ese momento desperté en mi cuarto lleno de brillo, de amor y de calor, con la seguridad más fuerte que nunca había tenido y supe que nunca más iba a volver a soñar con esas terribles pesadillas, sabía con toda la seguridad posible que eso al fin había terminado. La luz salía de mi pecho y proyectaba en las paredes las formas del fénix y del águila. Salí de mi cuarto en la oscuridad y bajé al estudio de mi padre. No había gotas de miedo y cuando llegué ahí, de pronto, sentí que mi padre me abrazaba con todo su amor y su fuerza y me decía que aunque estuviera lejos siempre estaría en mi corazón. Regresé otra vez a mi habitación después de tomar un poco de agua en la cocina. Mi madre escucho los pasos en la escalera y me preguntó si todo estaba bien. Le dije que nunca había estado tan bien. Comenzó a reírse porque ella se sentía igual. Buenas noches me dijo, buenas noches le contesté.

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