Sonido Fulgor

domingo, 6 de enero de 2008

Esperando la luna nueva / Dylan y las ballenas. Por María Baranda.


En esta mañana o en cualquier mañana, esperando en esta ciudad por una luna nueva, que es cuando, en palabras de Cesar, comienza realmente el 2008; en un atardecer, una noche:




Dylan y las ballenas


1
¿Qué son, Dylan, esos sonidos que se oyen desde el blanco bosque de tu boca de agua? ¿Qué cal ardiente alimentaste en tu ciudad de tiempo ya vacía? ¿Qué piedra arrojó por ti el grito de ese Heredes de paja y sal que estremeció tu sangre? ¿Qué santo a punto de caerya se desploma entre las vetas cálidas que desgarran tu herida? En dirección al mar, bajo la luz del búho, está mi vida imaginada por el poder de un muerto, precario príncipe a orillas de este cielo, que me permite hablar al fuego del guerrero, poder decir mi sombra en la ebriedad del agua donde nombrar la luz es dibujar la noche, abrir el cáliz a la razón del alba. Aquí la muerte mantiene su dominio, donde alguien, acaso un diosesclavo de la lluvia, un olvidado monarca de las cosas, se abre ávido al silencio de la sangreen el vértigo y el miedo de la nochepara decir que va, que arde profundoen las copas de polvo que gotean su sed en el vacío. Esta es la hora en que conozcola parte rota de mi historia, fragmento cincelado sobre la fría noche del suicida. Tiene mi cuerpo una oración enferma,una historia cavada a golpe de la tierra.Tiene mi cuerpo una oración perdida bajo la sombra que mendigan los perros y los niños.Tiene mi vida un festín de cardos en el sueño de su calavera y una imagen ciega que se recuesta honda e invencible en la memoria estéril de los días.Tengo por ojos dos jardines y por boca un sol que anuncia la lumbre en la marea. El campo de mi infancia es ahora un lugar redondo donde mi corazón palpita con la sangre de los cerros. No tengo ya otra luz que la del río que se aleja hacia el cielo de mis años bajo el sol que en la cresta del tiempo resurgiera. No guardo otra razón sino cantar leal último Odiseo de los campos, niño feliz y desbocado como caballo ciego en la pradera. Vivo a la orilla de los truenos, donde comer un trozo de pan es despojar del aire conyugal a las hormigas, donde decir no tengo nada es lamer la copa de los valles procelosos, la memorable ciénega del miedo. Tengo aquí lo que antes era una muerte sin mí, una vida honda sin nadie que me diera aire, cielo, sol o el ímpetu de estar en una sola forma, abierta claridad inigualable, donde retumba mi pobre corazón de pez errante entre los hombres para elogiar el rostro de la lluvia y la cara recién parida de la tierra. Aquí se grita amor por decir pobre y se repite el eco de las piedras y del polvo hasta arrancar el cielo de los pájaros al día. Aquí vivir es estar separado de los hombres tallados en las rocas apaciblesde la mentira y de la carne. Aquí se dice voz y responde el viento en plena huida, se dice paz y de una fuente brota aquel rocío escarlata que oscureció al infeliz nacido en este seco suelo poblado de lombrices y gente misteriosa que habla con las piedras y guarda entre las tumbas la feliz quietud de sus secretos,la sintonía exacta de su sangre. Es una tierra sin color ya desgastada y sin embargo hay una rana cálida que croa entre los tragos de refrescoen el aliento de los hombres que sudan sus recuerdos, de los nudos de la ropa que cuelgan las muchachas y de los niños que se pierden en el polvo de las bolsas del mandado. Es una tierra sin piedad donde los hombres cantana la razón del alba y las gallinas picotean las nubescómplices del bullicio de una tarde.Aquí la piel de un árbol se bendicey es la lluvia un despertar para los patosy es el aire aquel chillido de verdad, para los papalotes rojos, en el festín de ser hombre entre los hombres que siguen a la vida en la colina pulcra o en la caverna oscura, acaso siempre donde ella esté, donde ella diga.
2
En mí se nombra la vida por la lengua, patria de un cántico donde los pájaros beben su sed de lumbre entre los gritos que el viento desvanece atónito en los médanos. La vida se nombra en mí por esta lengua, dice mar por decir fuego y se derrama en un pedazo de verdad como la sangre que agita sus jaurías de lobas por el mundo. Pájaros en el picoteo de los días fraguan el tiempo a la deriva de las hijas,la certidumbre de nacer entre las rocas de cal a cal a cuerpo de ojo vivo, nacidas de quien vive a pasos de una sombra hundida en este mar de pálidas mareasen las máscaras que son festín de los espejos. Mi vida es una pausa en la penumbra, acaso aquel costal cargado de ceniza donde la nieve del regreso arde y humea esa olla de frijoles en el fogón de una cocina sola. Mi vida es un verano entre la espuma milagrosa de una pileta al fondo de la casa y el gemido de un oyamel, modesto templo, donde oficiamos los ritos del asombro bajo sus vetas rojas. De nada me arrepiento,de nada pido perdón a la fortuna. Sé que mi sangre es fuego que asesina al inmóvil sentido de estar vivo, sombra que dicta al corazón ser otra sombra, clepsidra abandonada en el portalde un sol por todos conocido, una distinta calle que asemejaestablos de la sal, islas de lodo, donde tocar una palabra es poderla mirar con todos los sentidos. Sale un rumor de silabas de alumbre, de celdas que habitan viejos cuervos de silencio, furias para la noche de un tiempo sin piedaddonde los niñosson la huella perdida en un jardín de polvo. En mí se nombra la vida por el mundo,se dice amor por decir casa y se amaneceen un lecho de azar donde los cuerpos se recuestan sobre la arena pedregosa de los siglos. Por mí la boca del mundo se escribe en el delirio de no tener lugar donde besar la tierra, extraño espacio de los hombres que usan la guerra de escenario para fortificar sus lenguas y así probar las sopas agrias del augurio. Todo lo que yo sé es un momento donde hay un mar que corre por mis ojos, un arrecife para la sal del miedo que ardió en mí donde se acaba el mundo. Brota aquí la verde voz oscura de la hierba,la infancia ciega de los cuervos y los baldes de aguaque fulguran al fondo de los sueños, lugar donde se acuestan tibias lechuzas de luz entre las nubes, cara a cara con los gusanos de la milpa, si yo respiro el mar y en su leyenda adivino ser el resto incandescente de su sombra que en un mismo minuto cae,dice su historia, y se consumeen el mundo hermano y su desnuda piel de cerdo. Lo que ya fue es ahora un golpe de caballo veloz y desbocado, un casco oculto en el camino blanco y en el corral aquella rata muerta, puntual orgullode las gallinas ciegas. Aquí un recuerdo es parte de un prodigio, oscura fe en los guijarros y en las latas tiradas al borde de los lechos, brusca imagen a semejanza de una tierra, donde se dice sol, espiga de los ojos, y se abre un mar de piedras en el cielo cuando la bestia se echa a descansar lengua con lengua bellísima y alabada sea. La vida en mí se nombra por el mundo que sostuvo un corazón de palma entre los dedos, vestigio robado a un sacerdote inciertode noche a noche a pico de botella, dentro del fuego y la memoria que perturbami pequeño establo tallado de presente y loco desatino en esta edad del siglo, figura que descifra al árbol solitario y al viento que alguna vez fue gozo del insecto. Tienda el sol la escrutación de la ceniza, el canto que rezonga en el abismo, que no hay juez que hunda su ojo de asesino entre las hebras que se rumian en los sueños. He vivido años pastando la invocación del pez devorador de travesías y de la abeja fiel que contonea el grito del intruso y el ardor profetice del peregrino. He vivido entre los pájaros vapuleadosy los rayos de la seda golpe de azadón en la bahía del tiempo. Un día vi la pazque crece entre la hierba seca y quise ser la noche en su oración más disonante para cantar la música arrullada del silencio. Lo que no vi callé, lo que admirélo convertí en el oscuro testamento de mis días. Ahora mis huesos son cal para las aves de los campos en la mañana que despierta con los gritos del grajo y del gavilán ranero. Sangra aquí la piel del mundo, abre su herida. Llamo azul al tacto de la piedra y azul también a la amistad de la demencia con la lluvia. Azul es el comienzo en que los arrecifes fueron aposento de mi ruina y mi despojo. Lo que dejé en el mar no lo conservo: un padre rendidoante la impenetrable voz del hijo agónico,los ojos que recuerdanla periferia del mundo en un aullido,el invariable don de no hacer nadade sentirse ajeno al bienestar del hombre, de vivir del aire y del vicio de estar vivo, de huir del séquito y ser el imposible orgullo del borrego. He perdido mi nombre bajo la sombra de otro nombre. Ya no me reconozco. Y si la enfermedad me invade en la orfandad del próspero como al resto de mis cuervos demenciales, tendré la gracia de servir a los ojos del topo y a la pérfida casta del hereje. La patria para mí será la verdad y la certeza de un cielo irrevocable donde los pájaros en su indulgencia bendigan la última luz para que yo, en mis cadenas, pueda llegar de nuevo al mar y ver la vida que estaba para mí.
3
Escuchas voces: láminas de sal para tu voz de fuego. Oyes al viento entrar en ti con sus alas verdes pudriéndose en el lodo. Sabes que es un designio de los dioses frágiles y simples. Su inquietud te recuerda el interior de un bosque gritando en sus insectos. Criaturas disonantes y armónicas te anuncian la primera vez inalcanzable en que los niños nacen. El tiempo original cae de una costilla anónimaa firmes navajazos, dulce remedo de un afán hacia los claustros del enfermo. El viento se dispersa en tu cabeza.Se eleva un canto en la crucifixión que va y vuelve por tu sexo. Dices que Cristo forcejea con sus amores y la famosa espina clavada al son del pecho. Se acerca el petirrojo. La tierra se vacía y tú adivinas sangre en la ciudad corriendo con la ambición de ser el ser que eres por la boca, ecuánime y golpeado,abalanzándote a la piedra de aquellas tentaciones. Igual que él te glorificas. Cuelgas un letrero azul a la entrada de tu cueva. No hay cuervo que dure en sus graznidos la invocación del polvo y la ceniza. La cara de una bruja se adivina.Son las leyendas celtas que supuranpor la piel de tu hijo: Beowulf enterradocon el tesoro del dragón entre su pecho, los nobles de la rosa con sus cabellos sueltoscorriendo por el campo,san Telmo perdido en un grano de arena. Hay senderos tramposos de barcos fantasmales, la ruta de Santiago es un vasto rumordonde tu alma se despoja,y "¡cállate dulzura!",le pides al que vaga quejoso y deambulanteentre las grutas verdes de las hadasy los ríos ilícitos donde la noche se desnuda.Cantas.Cantas por los párpados de una palabra en tu saliva. La máscara de una armadura resguarda tu nombre, tu nombre de soldado, tu nombre de padre que mira las ballenascomo si fueran cirios ondulantes. Lloras bajo las muecas de la lunaen vísperas de alumbre. De dos en dos llegas a marzode marzo a la vulva de todos los cordajes. Las ratas y los chancros son la opacidad en la bahía. Y en esa oscuridaddonde los santos suenan sus campanasbuscas calmar tu sed con un trago de mar que congrega a la flor en tu garganta. Bebes, bebes un poco de la vidabailando entre las sombras de todos tus fantasmas.
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¿Y si fuera el mar lo que se ve en tu cara? El mar asesino con su voz de polvo y de pobreza. El mar que mató a Manuel y perdió el cuerpo de Juan. El mar soberano que se hinca ante el poema. Ése, al que ya no puedes regresar. El mar del que bebes con tu voz de niño, vástago de la noche,carnero al mediodía,no quiero ver tu negro aliento enmudecer los vientresen las pilas del bautismo,no quiero despertar y verte ahí sobre la granja como un cáliz abierto entre los frutos podridos. Que suban de tu sed las cosechas del orgullo y el tiempo de un dios lapidariocon su ojo de halcón y su dedo relámpagopara el dique vegetaldonde las grullas de la fe te cantan. Que ascienda la agitada raíz y la huella de sirena, el fango del unicornio y la inocencia de la ortiga, que se derrame el hielo y el granizosobre los lacios árboles de la quejumbre. Que se esfumen jaurías de locas escondidas en el silencio y la humedad de sus veranos, que se vayan la madre discordante, la esposa malamada, los puños del zodiacoy la figura campesina de tu padre. Que huyan las lenguas viperinas, la pólvora de la muchacha agria,la madre y el ladrón de tus versos y de tus lágrimas, que se vayan. Que se vayan los que confunden su rostro con los pliegues del campo y el festín del cardo jubiloso, y la madre, que se vayan. Que se vayan el primer hijo, y el segundo hijo, y el tercer hijo a golpe de madre entre tus sienes, que se vayan. Que te dejen con el mar blanco y amarillo, con su cala de arena y su banco de sal, con su tropel austero y su voz ronca, roja y dormida y su cuerda de tiempo. Su cordel y sus conchas,sus largos arrecifes para la paz y el silencio y su tea de tiempo y su altar de tiempo y su sandalia de tiempo y su fétido olor a tiempo. Que te dejen a ti solo y bendito por el murmullo de la mar dorada y apacible y su espectro acolchado y sus párpados y su fecha de muerte para su hijo secreto. Que te dejen.
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Ha llegado hasta ti un ángel de veinticuatro horas para lamer tus venas, para escaldar las nubesy relámpagos en la humedad del sueño, para probar tu sangre de héroe oscurocon un ciclón de alasentre las lápidas que humean en tu sueño,en tu sueño de niño, de pájaro perdido en la primera noche de los sueños. Ha llegado hasta ti un ángel de veinticuatro años y grazna como animal nocturno en el detritus donde sangran los peces silenciosos que enardecieron tu camino. Los peces de tu vidason ahora aquel ángel encallado en tu lenguacuando las niñas se perdían en un baldíodetrás de la colina secamientras tú, ardiente y legendario, trazabas la huella del carbón bajo su dicha. Cuántas veces surgiste a medianoche al escuchar un llanto, acaso un gemido de locura, lechosa hierba donde los ríos se cruzan. Ahora sólo tienes un cielo destrozado, una lengua falaz que sangra entre los cardosy una pocilga donde acurrucasla voz estéril de una noviaque entre los cerdos se jacta de ser la única. Cuántas veces el grito del pájaro y del hijo te dejó hambriento sentado en una mesa de praderas de muerte en la horqueta de una colmena venenosa. Cuántas veces entonces cortaste ramas vivientes azotando relámpagos y centellas, qué plenitud danzaba para ti sobre los huesos de una muñeca rota. Qué goce tan severo el del canto del gallo y el ojo del gitanoque adivinó en tu palma la palabra fin en el barranco de los constelados. Qué mano más poderosa la de tu ángel guardián que golpea una vez y otra a tu ciudad cayéndose. Tu ángel de piedra en el campanario del tiempo. Tu ángel de exultación que aguarda por ti como pulpo voraz en los mares abiertos. Tu ángel de guante de mujer para que nadie ensucie tu calmo sepulcro donde tus huesos de voz anónima ante su amor se secan. Ha llegado hasta ti con el sudario de los asesinos, el lienzo donde los ojos y los pliegues y la boca son el falso cordaje de quien pide amorpor pedir muerte. Ha llegado. Ha llegado hasta ti y te enloquece. Sanctum sanctorum.
6
¿Pero quién te busca en tu ficción de niño ausente,de loco desmembrado a orillas de este cielo? ¿Quién te llevó junto al acantiladopara beber la sangre del dragón, el desperdicio de un águila acosada y las venas púrpuras de un caballo silvestre? ¿A dónde acudiste cuando se escuchó de patio en patioaquella voz que reclamabaun hijo al sufrimiento,un pájaro de fuego para cruzar el siglo? Perdón por no tener otra historia que mi cuerpo temblando junto al polvo, ¿cómo pudiste trazar curvas tan lejanas en la fugacidad del tiempo? Grande es ahora la tierra que te conoce con su color de cúpula rosada. Tus sílabas las guardan el canto del diente de león,la rosa y la lombarda y el perejil ajeno a la áspera disyunción del abejorro.Tus sílabas de alumbre encienden las naranjas. Son islas errantes para los faros come soles y las aves resueltas y excitadas. Tus sílabas talladas en maderas resinosas se abren a la luna y claman justicia al sol. Tus sílabas de látex, tus sílabas sonoras, tus sílabas que expanden excéntricas una aventura. ¿A dónde fuiste? Bello fue tu testamento de oro: a los tigres, dijiste, les dejo el tiempo por venir, el sabor de los campos y la blanca corteza que horada el otoño, al chupamirto servidor del aire, le dejo el fresco declive de los ríos y la esbelta aurora de senos de hielo, al místico ruiseñor, la lluvia de la noche y el suave rocío entre el puño del alba. Al petirrojo, los tres gritos de María y las valvas abiertas a la fugacidad del eco. A las ballenas que lamen su virilidad de cemento el corazón luminoso en mi ciudad de Gales. Al caballo forjado en mineral de bronce, la luna disecada en las horas de llanto. A los niños, la estrella bipolar en el apogeo de sus párpados. Y al hombre, al hombre sólo le dejo la triste costumbrede ser hombre.
7
Sobre un solo minuto giras y el mundo cambia de galaxia. Lo que germina por tu carne es el sueño de una víbora. Reptas por la maleza rogando por la abolición de las mañanas, en una hebra de agua te abandonas.Piensas que la vida es fácil si los hombres desertan de la Historia: quisieras olvidar la muchedumbre, el vaso del exilio que profana tu rostro y tu ilusión marchita. Nada de lo que tienes es parte de tu vida. Algo te fue robado cuando eras niño. Por eso la lluvia se detiene y el mar, cuando lo ves, te ruge. Todos los animales duran un tiempo adentro de tu lengua. Sobre los cobertizos invisibles pájaros te llamanven y hazte matar, tú elevas un canto entre los salmos de las viudas y ofreces un sacrificioen las bodas del otoño con la tierra. Grandes borlas de paz caen indisolubles como el abono en la tristeza de las hojas. Blanca es la lluvia de madrugada y blancas las madres que se despiertan. La declinación del ímpetu acecha el corazón del crío. Tú te resistes a que la virtud exista. Permaneces al filo de la edad donde hay una habitación inédita. No entiendes el silencio. Tu forma de lealtad es tender una sábana entre la muerte y el agua. Afuera las ballenas parecen lágrimas sobre la breve calavera de la vida.
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He guardado tu máscara de espuma entre mis dientes. He comido de tu frío cucharón de médula para probar tu vieja sangre de sepulturero en un jardín que ya se desvanece. He aguardado el acecho de tardas naves al crepúsculo para lamer la sed de los vencidos, el tajo de amargura que abandonaste con tus zapatos cojos. Yo te dejé impaciente aquel pellejo blandoarrancado a tu breve piel de niño, tomé tu cuna como si fuera mi guarida y fui el pájaro veloz a contratiempo del destino, la loca sin cadenas que parió alacranesal escuchar el canto y el temblor de las pequeñas viudas sin fe y sin hijos. Por ti la mano hundidaen la solapa de la mar refulge entre las grietasde una constelación fecunda y lejos de los ciegos. Por ti la luz cansada de expandirlas blancas dunas en la tierra,tiende su olor de azar para que un díalos náufragos broten de ti bajo las piedras y puedan ser la voz, única y cuerda voz, para que venza la edad de quien merece regresarentre los verdes bulbos de la vida. Porque lo que ya fue no sigue siendoen una noche de claros gritos, cuenca para que un dios trace su alientoen forma de guadaña y nos conduzcaa ti, a mí y al enemigo, bajo los párpados de un sol enfermo, tiniebla y tempestad entre los labios de una infanciaen que los rostros fueron la cuerdaal hombre y a la bestia,para saber que sólo fuimos compásde un tiempo sin tiempo entre dos cuerpos. Jalar, sólo jalar es lo que clamas, pero hay un pezen el frío mar de tu agua viva, que te recuerdalo que eres para él en el festín de un pájaro asesino. No puedo ver lo que tú ves porque en el miedo hay una lámpara que se consume en el ritual de serun penitente de boca seca, cuerpo de arcilla que se erige,para nombrar la paz oscura de los truenos,el alma del abismo,y así poder vencer aquel veloz instante de la ciénegaque nos hace sentir que tú, yo, los otros todos somos un mismo momento único, oscuro y detenido. Porque yo supe que mi vida era guardar la blanda sal de la victoria y caminar entonces por el ácido territorio del silencio donde mi corazón ardió en la luz cuerpo tras cuerpo como una nodriza que amamanta a su jauría de víboras. Y supe entonces ver en lo distinto y separado del racimo la fresca quemazón de la constancia, igual que el mar y sus rastrojos cumplela edad del día en cada tarde,así yo establecí en la lumbremi hogar y mi ración de vida. Veme ahora aquí restituiren el horror y el desamparode los nadies donde ser alguienpara qué o para cuándoes entrar en el reino de los pájaros, soñarque nos hay puercos ni hombres que se cansen de gritarsu confidencia en la vidriera de un diosque a nadie reconoce. Mi corazón leal, prófugo y abierto a los sonidos ondulantes, busca un sitio de cálidos contrastesdonde poder gritarentre las gruesas costras de su sangre. Mi corazón, pequeño cáliz abierto al precipicioen las letrinas grávidas de amor y azul celeste. En su estrechez de amar mi corazón adustose estremece, da un vuelco a su ambicióntan desmedida y cae parcial, vertiginoso, en la dura sal que asedia a los vencidos.
9
Puedo decirte que aquí el deseo se esconde en el escombro y el alboroto se humedece entre los charcos sucios. Hay una calle que no termina nunca, tiene olor a bolsas de basura, a restos de una risa que estremeció a los gatosalguna vezf undadores de una isla en el baldío. Aquí hay un sitio bajo la lámpara de un poste, extraño Patmos donde las niñas parecen luciérnagas de lumbre que profieren las máquinas, las llantas de vulcanizadoras, los plásticos de una visión chirriante e insustancialde aquellos adoradores de la muchedumbre y del abismo. Aquí se fecunda una visión entre los restos de comida y las colillas apagadas en la sed del hombre. Los hilos de la luz están hechos de nunca y nada y ni tú ni yo ni ellos sabemos ya rozar la piel, la roja boca para lamer un poco de esta calle, acaso un cuerpo tirado en la banqueta, oscuro temor de ser la moribunda res de las catástrofes, el cuerpo que adivina al padre en los ojos múltiples del hijo para creer que el mundo es nuevoy que otra noche es siempre diferente y así dejar de ser palabra moridora, reproducción fundida al molde exacto del futuro, tiempo sin tiempo inconfundible, manual de estar vivo sin vida, muerto a muerto, otro en el otro a tope, un acoplado al modo inalcanzable, una figura exenta, un olvidado recordando lo que la vida estaba para ti. Si hubieras tú en este siglo estado, Dylan Thomas, ¿quién hubieras sido, quién? ¿Un cazador? ¿Una ballena madre de un dios que a todos reproduce? Aquí se nace por el aire transparente, nombre a nombre, en el negro mar enlutado y pertinaz de las profanaciones entre las rancias manos de los hombres. Aquí el cielo disgregado por las manzanas rojas y el sabor de las grosellas en tus labios,el sueño de una muchacha loca como los pájarosy aquella oscuridad desmoronada bajo tu lámpara de crestas las manchas de tus medallas rotas. Nubes de plomo ardiente en aquel cielo familiar en que eran palas para cavar a golpe tu soledad enlágrimas.Así bebiste la oración crispada y húmeda entre ratas alrededor de un Cristo compartido por Rip van Winkle y las mujeres que en el invierno se orinaban. Impostor en un estanque helado,traidor entre las algas que apaciguaban tu hambre, no fuiste menos hombre por haber arrancadola uña de un Adán a mitad de nadie. Las estaciones muertas eran parte de tu traje,la marea carcomida por un terrible hermano sin heridashabía caído con el aire pálidohacia tu dura oración agonizante. Bebiste entonces el oro de sus ojos, la sal diseminadaen la furia de los cánticos y las plegarias pobladas de mentiras y secos escorpiones. Dijiste que un muro jubiloso te ocultaba, que una bestia para tiera alimento en el templo de todas tus visiones. Ahora hablas de ballenas,de aquel espanto como grito de ángelque finge ser tú en el huerto de las floresque sueñan con tu sangre. Dices que la noche se enmaraña por tu ojo. Hay un sonido que estremece los hielos de tu whisky hacia tu nombre. Es la hora de declinar por los vencidos, de voltear a ver a Dios para pedirle que tire su basura en otro sitio. Dices de las migajas, partes de una osamenta que se pudre en el cenit del día,huesos obsequiosos arrancados al despuntar el albaen la virulencia de todo el infortunio. Colmillos te rodean como señal de paz cuando tu boca sangra y tus oídos... Piedras, piedras que son tu dinastía, tu falsa frazada para tapar el frío de la distancia. La sábana que cubre tus poemas es la inscripción de un padre mutilado, huérfano de ti en una noche helada. Un viento viene y va entre los árboles como una res herida bajo la bondad de una sombra en llamas. Tus párpados tiemblan al pie de un valle cercado por el sueño de una sola cara donde tu madre lleva entre sus brazos un tiesto de espinas para los sacrificios. Te dicen que los héroes están ya reciclados. Tú, sin ánimo ni ofensa, llegas tarde hasta al consenso del salvaje. ¿De qué puedes hablar para olvidarte? Los otros hablan de sus monedas falsas, toros que mugen su dolor en el barranco, musgo que chorrea su sed en la verde tempestad de las murallas. Los otros son el silencio oculto entre las nubes de la tarde, arpistas nómadas de aquella tierra de hormigas rojas; esponjas deslenguadas, órganos en plena seducción, muñecas revestidas de esmeraldas para el cetro de tu memoria falsa. Ahí fuiste aquel rey de piedra gris y estrella malva bajo la hierba ilustre del exilio. Lo que no fue jamás lo viste en lápidas hirvientes de animales que el río vegetal nos arrastraba: moradas de fantasmas que siempre aborrecimosdonde nunca nadie perdura siendo nada.Y tú el solitario, príncipe de todas las colinas, ardiste por nosotros en el reciario de lo que amas. Tú el contestatario, el que lamió el paño de la víbora, la cólera del viudo, la clara voluntad del pervertido: "aquí mi ano es para ti la fronda lejana del leopardo." Pájaros negruzcos cruzaron contra el solla cara abismal de los sentidos. Tú el indiferente, el que habla de Herodoto y de Polícrates,el que suda sangre cuando mujeres de Liguriaamamantan a sus cachorros de oro.Tú el porquerizo,cerdo ecuánime que levanta su bandera atrozen otra tribu.Tú el originario en la cresta del monte Pión que intenta matar al dueño y al esclavo. Tú el que no duerme en la inquietud del bosque y se atavía con los ojos del halcón muriendo en llamas Tú el desconocido,eras el hijo de los hijos iniciados en la tierra. Y en la bahía de tiempo azul para los pájaros fuiste un olmo detenido donde estallaba el día.
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Han llegado hasta aquí el pan y su mendigo descarnado, el guardián con su escudo para la noche del descanso, el infeliz que bajo el vientre oculta una moneda de oro, la diosa organizada con tetas de neón y vestido deescamas, el labriego y su murmullo con su nido de fábulas, el cliente membranoso con su virilidad curvada, el viejo ajeno, arábigo y magnífico, ataviado con la piel del músico, todos vienen a vigilarte silenciosamente, entrelazados y trenzados juntos para pedirte un verso al aire y así poder volar con los ojos cerrados. Ante su oscuridad declaras lo imposible, y entre los médanos que la noche de súbito abandona has de cantar el rito rebosante del oprobio, su lento tararear bajo los árboles del mundo con tu dura vida de golpes y nostalgias. Y si la soledad recoge por tu voz otro lenguaje he aquí la orilla bienamada en la tribulación del polvo, el templo húmedodonde la espera se retarda en los vitrales, los días sin ambición ni ánimo donde una taza de café será feroz cadena hacia las cosa simples que nos frenan. Porque infinito puede ser el paso de los hombres que no miran,los solitarios de su raza, poco alegres, que con sus largosgestos significan la cicatriz que el tiempo oculta en la germinación y el polvo. Porque crecer así es dejar la orilla a los desfiles, la dura paz que siempre llega y como grano de pan madura, cae y de repente es ya la resonancia del hogar, la hora futura, o el recóndito delito bajo la clara luz que exprimen los suicidas. Yo estoy adentro de esa vida como animal sitiado por tus vísceras. Guardo un vacío clavado en mis pupilas, vacío de ser gusano, adolescente y solitario, pesado párpado al viento de todas sus flaquezas. Pido un hueco a la luz, un recodo, para acoger este delirio que me infecta de ojo en ojo, me nubla los oídos, me enceguece la lengua, me hace parte inútil de su terrible escombro y poco a poco roe esos pequeños sueños simples donde una lenta furia se me apaga. Aquí hasta Dios se infecta porque la tierra llora al hombre vértice, vértigo sellado por el frío, fortuna y contingencia: fénix.
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¿Quién corona a los reyes solitarios? ¿Quién los sangra? Animales de lodo horadan el perfume en la palabra del poeta, fuego en el incesto de su constelación perdida. Los animales míticos rodean tu tumba, Dylan Thomas, pastor de los felinos, dios del loco y de la boca del cianuro.Voz, única voz de las cosas. Nombras el agua en la coronación de un sacrificio. Bebes la tempestad en los augurios y tu palabra brota como un manantial al descampado. De ella la eternidad de la sustancia, el tiempo donde cicatriza la blanca recolecciónde los ahogados, aquella emisión del fruto demasiado amargo bajo el ojo de su vómito. De ella el signo erecto de la planta carnosa y lobulada donde el hombre parece un pájaro de lumbre que cruza el cielo pálido. De ella la forma del corazón del indigente,el ímpetu del servidor de un dios desfallecido,la cala y el terrón del sucio magnicida. De ella la luz de los ausentesen las cocinas donde hierve la gracia del ausente, la suave dicha bajo el poro quemado de la noche y la infecciónde una yegua asestada en el establo del ausente. De ella tu jardín en aras de noviembre ante la grupa erguida en los lugares húmedos cuando el viejo le da paso a las caricias, a las flores blancas resguardadas por la dulce oración de la misericordia.De ella la pala del anciano que cavahasta encontrar el fruto verdede la incredulidad más llana. De ella la miseria del sicario, la sólida costumbre de enterrar su paga entre las hojas intactas de su Biblia y la vibración de una tierra falsa. Tu palabra es ya parte de la tribu. Y yo no sé por qué la nochellegó así de pronto a oscurecerlo todo. ¿Quién asesina mi historia? ¿Quién miente por la pérdida?
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No conozco tu país Dylan Thomas y sin embargohe visto sus montañas florecidas por el sol de la mañana,las tierras de cultivo que se levantan desde un alba antigua a bendecir la piel desnuda de los niños, los riscos donde lloran viudas ciegas y dejan escapar sus gritosen las voces de los truenos, las nubes espesas que esparcen su dominio en colinas animadas por hambrientos, las cavernas donde los hombres atesoran sus bienes inexpugnables, sus partes de miseria y paraíso donde los lobos lamen la fiebre de los desvanecidos. He visto las altas cúpulas de flacas carnes para el que atisba los rasgos del moribundo abominable en la sed de un lecho. He visto al joven loco y a la mujer enferma caminar por esas calles de tu pueblo buscando un punto angelical, una pluma, donde caer frente a un dios besado en manto, en el fardo de las piedras. He visto a tu mundo envejecercon su estrella cayendo a la deriva, y la palabra "Orden" y la palabra "Fe" que tanto te despellejaban en tus sueños, ahora son serpientes inofensivas que se resguardan en el pulpito del hombre ajeno. He visto la penumbra de tus compañero scon sus alas de cuervo espoleando los prodigios: sus dos pies amputados, sus manos secas por el delirio del viento prisionero.He visto a tu país caer en lágrimas por los desaparecidos,a los hijos de tus hijos alimentar su vigor eternamente de rodillas en la tierra. He visto al lóbrego clausurar sus párpados de fuego para que no lastimen a sus hijas. A los necios y gigantes, escasos y nefastos, plañideros y exaltados caer furiosos boca a boca contra el suelo para allí, en el grosor de su mentira rota, roer la piel de un solo hueso.Tal vez por eso te apartaste Dylan Thomas, tal vez quizás no vuelvas por aquídonde la muchedumbre forma un solo cerro,donde un corazón llameante está escondido en la palabra "Secreto". Quizás pienses que todo esto es vida de ficción y que el mundo urde su conjura. Quizás tengas razón y nosotros, los hombres solos, los huecos capaces de cargar con la esperanza ajena, hemos ido anocheciendo poco a poco.
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Entre el jardín y el deseo,entre la amarra de un buque fantástico y un tren escrutado por tu cuerpo, ¿dónde estabas? En lo que enriquece a un jardín vapuleado por el viento en la sal de las visitaciones, en el canto estremecedor de una cigarra y la locuacidad de las flores, en el extrañamiento de una semilla por su madre, en la caída desde el cielo de una larga telaraña y el pétreo granizo que se hunde, en las mudas torres subterráneas de lombrices,en el tallo estéril devorado de noche por las cucarachas,en las cifras ácidas de un árbol invadido por gorriones,o en el tiempo alimenticio de las plagas,en las úlceras del pastoy el corazón alterado de las zarzas, en la quemazón de un matorral, en las lágrimas de un fruto por su carne,en el sonrojo de una mimosa púdica,en el gozo de una forma que se repite y persevera,en los pelos desiguales de una raíz en superficie, en el verde desenvuelto de una higrófila, en el sufrimiento de una primera lluvia, ¿dónde estabas? Entre los puentes de la aurora y las piedras que caen despacio de los techos,entre los lirios velludos y la inquietud de un brazo en los claustros. En el otero, en el jardín celeste, en la congregación de la flor y la armadura del fantasma. Entre los hábitos del frío y la bondad de una frente sellada, o entre un mástil de ceniza y el infortunio de una rama florida. Entre los chancros y las pústulas del agua, el sueño babélico de un joven que se va a juicio y la furia de una abuela al desplumar los gansos, en la bahía sin findonde una tierna madre vacía sus entrañas, tú, ¿dónde estabas? Porque Juno se eleva en el gran ojo del cielo y marca su dominio para sus hijas tributarias: la cal y el granizo, la lluvia y el viento que todavía azotan la cara musgosa del aduanero enfermo. Donde está la mano que emblanquece tus heridas, en el vértigo silvestre de las hojas y su lenta caída al paraíso, donde la alondra anuncia la utopía, y la memoria se resguarda bajo la sal del torturado, donde la luna vaga sobre la gruta verde del eremita, en la ribera del Nuevo Mundo,en el fermento de unos labios asesinos. Por donde quiera que tú vayas irá el mar al son de una pantera,los surcos que embrutecen el cuerpo de la mujer cada mañana. En el campo de maíz, en el campo donde juegan y bailanlas campesinas de Yorkshirey de New Heaven,en los campos de trigo de Irlanda, en los campos del país de Gales, en el campo donde íbamos para vernossin oficio y sin horario,en el campo donde hace miles de años nació un niñoen el incendio de las almascomo un caballo de monta entre las moras,en el campo, como un calibán desamparado, ahí. Junto al camino que oteacomo el pellejo arrancado a un adán de paja y a un triste marinero bengalí, o junto al domador de mareas y al príncipe de Dinamarca, o a un lado del capitán de un ejército de plástico, ladrón de sueños y de hienasen la tupida maleza de los cuentos.Todo este tiempo estuve ahí,aguardando la llegada del armadilloy del pájaro nocturno.
14
Yo supe que la vida se plegaba en la alabanza del necio afortunado que se pasea entre las negras tumbas de la codicia y dela fama,también supe del clamor de una disputa de enlutadas junto al rancio hechizo de la sangre, y de la grandeza de esa sangre que rodó en el tiempo de mis brazos donde los niños del verano gemían entrela niebla. Mi vida giraba cerca de ese paisaje de lagos y comarcasdonde a la luz de la lujuria, la paz de un corazón secreto cantó junto a una tumba. Ahora puedo verme aquí,bufador de cuentos y leyendas,cumpliendo aquella edadde mis treinta años para siempre,en el verano eterno,en la roca del cangrejo y de la vieja caligrafía bíblica,junto a la luz de la ceniza del zorro cincelado en la virtud y el miedo, y en un punto a la deriva de los santosy fríos demenciales,fui el abandonado en esa mesa familiar,navegante a la vuelta del reproche, lengua del espíritu que regresa para contarlesdesde mi lecho la vida del santo patrono de todos los poetas: Beowulf con su espada encarnada, amante de los trabajos dignos de mi tierra. Así. El arpón danés en los días idos y los reyes que los gobernaban tenían grandeza y bravía. Hemos oído de aquellas órdenes heroicas del príncipe. Puertas de un río salvaje abiertas a la blanca sucesión del día. Esto que se guarda entre los álbumes de la gracia es consuelo para aquel que pronuncia "La salud de los enfermos". Pilares de piedra, estaciones que se dispersan en los nimbos de las aguamalas, tiestos de flores para la culpa que guarda el peregrino, palos de escoba, helechos, gualdrapas donde se recuerda el rancio olor de la infancia diciendo "perdón" y las bocas que se lamentan entre la salvajería de las rosas y el hervor de los cinco sentidos en las pupilas de la frígida basilisca. ¿Se te secó el cerebro Dylan Thomas?
15
Cerca de aquí está tu casa.Muy cerca del musgo y de la hierba seca, donde las golondrinas trazan al aire su futuro, donde el lujo de los oprimidoses beber una copa al vientoy los soberanos tienen la certidumbrede vivir tranquilos. Cerca de aquí está tu casa. Es un pequeño hoyo en la arena de nadie y sin embargo, desde allí, miras las ondas de tu mar de infancia, la noche desértica del asesino en llamas. Allí puedes escuchar a una raza sin Dios gemir al infinito, caer en el vacío desvaneciéndose en las gradas de la bufonería. Tus ojos oyen la erosión del tiempo, el múltiple significado de las garras del felino, la cita bíblica, la confesión del hombre y al divino coro del ilustrecantar al descampado pidiendo libertad al justo,clemencia al atorado,voz al húmedo liberador de los centauros. Porque la ciega posesión del hombrelo hace ser desconfiado en las holandas de la noche,temido entre las pausas de la carne,lo hace olvidarse de la brutalidadde ser un chiquillo bajo el árbol de los pobres. A quién fingirle que nos inclinamos al abismo,que podemos mirar las caras del orfebre cuando llora, que escuchamos el canto del mutilado en su silencio,que sabemos del dolor de una madreabandonada a la esterilidad de un hijo. A quién fingirle si todavía no somos nadiepara mirar la raíz pactadaen el dulce fragor de las palabras.A quién pedirle que destierre los huesos de sus jóvenes, que embarque las cenizasque alimentan la mentira o la verdad de reyes inocuos y viejos detestables. A quién decirle que la vida es un solo momento en el tiempo de los hombres.
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Nunca he tocado el mar ni su insumisa piel que bordalo sagrado. Nunca he tocado la arena soñadora de la playa donde los pájaros resguardan su flaqueza. Jamás he escuchado a la muchedumbre sigilosa de las olas ni el golpe de dolor tras la montaña. Pero he soñado, ah Dylan Thomas, he soñado con la sal de las apariciones y la fecunda caída del tiempo entre mis manos. He bebido el agua del mar gritando a solas con mis ojos y mis canas y mi cuerpo arrugado y mi cabello vencido que enciende la espuma en mi garganta. Porque he sido el antihéroe que viaja en el silencio de ese mar de la palabra. La que indica el aroma de las algas en la mesa de los sacrificios. Aquí también alimentamos el idioma del bufón y del agónico. Aquí la ganzúa para la piel de los Virgilios, el silencio punzante de la ortiga. Aquí el detritus del viento y el rostro de una huella que se perdió en su fábula. Aquí el verde cimarrón es el color de los profetas que urden eneidas deshilachadas con la furia de quien amó a los viajeros. Aquí es todo tan distinto... Hemos perdido tantos fénix que el grito del águila es ahora una oración cotidiana y el mirlo con su voz oscura y restallante arrodilla a la noche sobre la tela del maldito. Has llegado hasta aquí Dylan Thomas para ver el sueño que te sueña gritando hacia el mañana: es un sueño de tigre en el verano de tu sangre. Un tigre de ojos de cirio y rostro de agua. Un tigre de lluvia en tu garganta que aborrece los vallesde la imaginación, los páramos agónicosde una memoria en llamas. Un tigre de cal y de obsidiana con rayas en la sombrade una tumba. La tumba que te aguarda, la duramente blanca, con la certeza blanca y sus gusanos en la brevedad del vértigo que ahora roe tus fábulas. Tus fábulas de espanto como lágrimas de arcángeles que riegan ríos y bosques, fronteras invadidas por los rojos charcos de las palabras huecas. Palabras que ahora escuecen a los hombres, escaldanla soledad en el salitre, invaden las salivas insumisas de quienes no conocen el idioma de la rosa y de la orquídea. Palabras de acero inoxidabledonde la sed del campesino agoniza y el hambre de los niños se apaga entre sus lágrimas.
17
Escuchas a un tigre de Bengala. Ha bajado junto a los alcatraces a lamer el acorde de peces voladores. Imaginas un corazón entre los golpes de la espuma. Lo que ondula en el agua es la sed de tus visiones: el rito del bambú cortado para limpiar la sangre ennegrecida en los costales,la isla custodiada por un pequeño insecto de estrías negras marchitándose,la sanguijuela que aún se escucha en esas noches de lluvia y blancas pesadillas en la ebria procesión de lo que amamos y aquel recuerdo atroz que te hace abrir los ojos y escaldar tu lengua en el ritual de los arpones. Qué suave es pronunciar tu nombre entre la paz de un barco de vapor, gigante pathos en un clima verbal que te destruye, y así poder lamer la cruz del pordiosero y la palabra falsa la última vertida entre las carnes de una rata. Toda la noche llueve con una densidad que sólo guardan las muchachas. Toda la noche fecundas el humo de los sueños con tu sexo: no puedes ya olvidar el pregón de a quien desgarras. Un tigre se congela entre tus labios mientras la noche se desangra por tus párpados.Un tigre se deshace accidentado en la presencia de un tren de madrugada apagándose en el agua. Un tigre de Bengala cae por una alcantarilla y su grito se esparceentre la niebla e inflama el corazón de una alimaña. Un tigre para ti es solo un río de luz, una línea donde nunca nadie más te da de comer. Un tigre para ti es sólo un gato, un siglo de victoria para las garras viejas de tus ojos. Lo que se cae es siempre parte de tu habla. En el invierno un labrador le encuentra el gusto a tu delirio. Lo que se va se pierde entre tus cálidos quejidos. Quizás la luna no arremeta contra ese tigre bengalí y te permita ser un puro rumor al descubierto de las almas. Aquí la sangre te sabe a sal disimulada. Abres a un gato solitario y te lo comes sin crujir ni desmayarte. "Le pido ayuda a Dios", nos gritas, "para saciar mi sed en los cordajes." La miras en el tributo de la lumbre correr al prado de la cal en un baño sin mosaicos. Su cuerpo es una hendidura de la piel en el cogote y sus estrías de nueva cuenta te hacen pensar en esetigre solitario que baja al río para lamer la sangre de quien amas.
18
A todo te acostumbras. La luna gira en marzo y humedece las férulas del árbol donde una vez te refugiaste de un mundo de claridades y penumbras. Tu nombre quedó tatuado entre las ramas, alfileres clavados en tu sexo hasta que te arde. Sueñas con hierba fresca para templar tu voz en el crepúsculo y devorar un poco de sus vísceras en la molienda de una loca. Sueñas un desayuno al despuntar el alba de arenque y blancos peces silenciosos donde guardar a un polimorfo detrás de tus palabras. Al despertar lo sabes: vives para sudar la sangre de quien matas. El viaje para ti es una barda bajo la luzal grito de los perros en la noche. El viaje para ti es entrar en su carnemientras tus ojos caensobre los blancos tablones de la fiebre. El viaje para ti es una bóveda ficticiacuando tu piel amarillenta se restriega bajo su sombra escuálida. El viaje para ti es un aullido que no regresa más y hace sonar tus vértebras de espuma en los quejidos de la tarde. El viaje para ti es sólo un tigre que te contempla desde la almohada y te lame y lame. Imaginas cuatro cirios y un puño de ceniza. Entre los matorrales escuchas el llamadode un pájaro rojo que viene a suplicarte: Desgástenme las estaciones. Y aquella voz iluminada que se demoraen los latidos de tu marcha: Cuando era niño un dios a menudo me salvaba...Quizás tu corazón nació a la vida hondo y majestuoso plácido a los árboles soberbios por el agua. Cada hoja impalpable era para ti una revelación de todo lo improbable,el mundo deshaciéndose entre los álbumes de África o de Arabia.
19
En el paisaje un canto bebido es sólo sed en vastedades. Palabras legendarias: Adén, Hará, Sidamo, son partes de una invocación que te llevan hacia el marde las visitaciones. Azul y al fuego el horizontepreside los fragmentos sobre la crestade tu imaginación en el desierto.Te acompaña un somalí de pierna de madera. Carga tu bienaventuranza en un murmullo de insectos y collares mientras una mujer orina bajo los abedules. Donde se corta su pudor tú te desangras. Lentamente lames la miel de un melocotón sin convicciones. El somalí suda el pasado por su frente. Y te resguarda. Sabes que amar así es formar una cúspide. Piensas en ciertas aves, en la víspera del relámpago,en el disturbio de la yedra y su follaje. Clamas por oraciones. La cervical es parte de tu solidez al aire. El somalí se pone en cuatro patas y te muestra su boca monocorde. Piensas en la raíz de un árbol y te lamentas de no poder treparlo de aquí a cincuenta años. Aquí tenemos dioses cortados a machete. Siluetas de un tiempo en que el miedo se metió en nuestras casas. Aquí hay figuras que se agitan imprecisas en la sed que arrastra al muerto invencible bajo la luz de un eucalipto. Aquí los animales se revuelcan en los charcosde la calamidad y del espanto. Nadie reconoce la sal de los aparecidosen un cultivo de raras predicciones que alejan a la muerte. Aquí la vida empieza donde termina el viento, el viento sin historia ni pan ni espiga, el viento de los hombres que acorralanel sueño en un eclipsey lo desgranan todo para cubrirlo de poemas. El viento del carnero y el viento del pobre peregrinoque sueña con la sangre de un triste heredero. El viento que proclama al vencedor y al detenido, al presidiario sucioque se enjaula en el verdorde las palabras dichas a la oreja de los asesinos. El viento que promete nueva casay que degüella una cuenta bancaria,la suave exposición de un tiburón en aguas calmas,el viento que se enreda en las cuerdasde una oración gritada en el vacío,imposible canto que recorre la amistad funesta y decaída que estremeció al esquiva.
20
Shh Shhh Shhhh Te ordeno que te calles. Es el príncipe Beowulf desencadenado en el corazón del alba. Y todo vuelve a comenzar una y otra y otra vez "érase que se era". Cruzas el mar hacia la tierra de los danés. Abres la herida. La vida entonces es un punto al horizonte, un grito que la verdad otorga, se enfila feroz y busca el brote, la señal donde el vacío le dé un lugar para sangrar su forma. Ha perdido su trono. Su trono de semillas y de jergón de presidiario, su trono encantado por un dios de apología,dios de cemento en la orilla curvado, dios de madera apolillada que nos grita: Toda la claridad viene del vértigo. Y fue como un último pasaje en despedida: el barco con su estandarte en un arnés de oro, la espada, el casco y el escudo,los cuernos para beber el tiempo y la semilla de los años. Fue en el estuario del río Deben, en Suffblk, donde los animales caminan por el lodo y los cristianos entierran a sus locos. La pesadilla así se repetía: las mujeres lloraban a sus hijos. Ahora lloran en Kosovo. Las caras vacías, los relojes, los campanarios, los pájaros enardecían ávidos de encontrar una grieta entre lasaguas. Toda la claridad viene del vértigo. Una y otra vez vuelve a comenzar "érase que se era": la miseria sentida por un hombre viejo que ha vivido para ver el cuerpo de su hijo oscilar en la horca. Y comienza a llorar, a decirun canto fúnebre por su muchacho, mirando al cuervo exultado maliciosamente por la sombra que cuelga. Dichoso Beowulfque se va por la calle a curarse de nada. Porque nada posee y es franco y es bello y misterioso. Su cuerpo en mi cuerpo resiste en el olvido. "Tengo por hijas dos lechuzas." Me canta. Me habla de una huella de tintura y de vinagre perdida en el cuerpo del vencido. Dice que hay un jardín donde las flores son corazonesque arden en los ojos de nadie. Dice. Eso dice. Habla de púas. De encantamientos que enmarañanlos sueños de los pájaros, ruinas abiertas a la leyenda del viento, ramas altivas y murmurantes al acecho de la narizde un loco sin corbata. Dice de las tormentas,agua callada en la atmósfera que sucumbe.Todo lo que se va se pierde lejoscomo la sed del horizonte, como las nubes que se enredan lentasen las trenzas de una niña. Dice de la fatiga, reconoce el callado rumor de los regresos, la historia de un trono perdido en el barranco, el silencioso templo de los depredadores, pocilga del tiempo en que un dios fornicó mudamente la oración de los suicidas. Dice de los abismos, ese tiempo pasmado en los orinales y las banquetas donde el sol labra sus úlceras errantes en las latasy las colillas secas.Dice que al caer el sol se irá lejos por el río de la noche. Sabe que no mirará atrás.Gritará que la vida es un último suspiro. Y que toda la claridad viene del vértigo. Toda.
21
Hoy he pasado la mañana junto a ti Dylan Thomas. Había una imagen borrosa y ovalada eternamente blanca. Era un ojo abiertoa las cosas inútiles y disipadas por el viento, a los días que se van lentos a los mataderos, al grito de madrugada que se afeita en las banquetas, a la moneda que cura la pobreza, a la mutilación y el desamparo que guarda la esposa en un paño grasiento, al último día que sale un muchacho de casa y no regresa, al llanto del caudillo y al suave roce de una perra loca. Sí, ese ojo abierto al siglo que se acabaya cansado de la inutilidad y del sonido hueco de las palabras sordas. Ese siglo que huele a mierda y a hospital, a rata muerta en el pabellón de los dolidos. Huele a muro quieto en la explosión del aire, en la forma perfecta del silencio. Huele, huele a indignación y a plegaria herida, a lengua que se desnuda adentro de una boca seca, a víbora. Sí, huele a víbora que repta en las habitaciones donde se hinchan los sueños de la sangre y de la gente muerta. Huele. Ahora tengo que irme. Te dejo a solas con tus ballenas urdiendo sílabas al agua bajo la luz de la demencia. Te veo feliz, Odiseo de los campos, junto a los muchachos del verano y sus rastrojosvolando con el águila fugaz y la garza saltarina en la isla solitaria. Yo vi la última luz que resbalaba de tus ojos. Ahora, donde quiera que voy, sé que él vuelve con el corazón del sol. Hasta que muera yo, él siempre a mi lado estará. ¿Qué son, Dylan, esos sonidos que se oyen...? En mí se nombra la vida por la lengua. Escuchas voces: láminas de sal para tu voz de fuego ¿Y si fuera el mar lo que se ve en tu cara? Ha llegado hasta ti un ángel de veinticuatro horas ¿Pero quién te busca en tu ficción de niño ausente...? Sobre un solo minuto giras. He guardado tu máscara de espuma entre mis dientes. Puedo decirte que aquí el deseo se esconde en el escombro. Han llegado hasta aquí el pan y su mendigo descarnado ¿Quién corona a los reyes solitarios? No conozco tu país Dylan Thomas y sin embargo, entre el jardín y el deseo Yo supe que la vida se plegaba. Cerca de aquí está tu casa. Nunca he tocado el mar. Escuchas a un tigre de Bengala. A todo te acostumbras. En el paisaje un canto bebido es sólo sed en vastedades. Shh Sbhh Shhhh... Hoy he pasado la mañana junto a ti Dylan Thomas.
María Baranda.

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