Sonido Fulgor

domingo, 8 de enero de 2012

Javier Sicilia: recuento, 2011.


“El mundo ya no es digno de palabra.
 
Nos la ahogaron desde adentro.
 
Como te asfixiaron, como te desgarraron a ti los pulmones.
 
Y el dolor no se me aparta, sólo tengo al mundo.
 
Por el silencio de los justos.
 
Sólo por tu silencio y por mi silencio. Juanelo”.
 
Estos fueron los últimos versos del poeta y periodista Javier Sicilia dedicados a su hijo asesinado, en señal de duelo y protesta por la noticia terrible que le cambió la vida y lo catapultó para dirigir un nuevo movimiento de las víctimas mexicanas en este sexenio de la guerra contra el crimen organizado.
 
De viaje en Manila, Filipinas, donde participó en un evento del Instituto Cervantes, Sicilia recibió el 28 de marzo la noticia de que su hijo fue encontrado muerto, junto con otros seis jóvenes, en Morelos, un día antes. Todos tenían huellas de tortura y de asfixia.
 
Del profundo dolor y de la conmoción, Javier Sicilia, colaborador quincenal de la revista Proceso, fundador y director de revistas como Ixtus y Conspiratio, reconocido como poeta con el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes  de 2009, tomó fuerzas para encabezar una marcha de protesta contra la estrategia que el gobierno de Felipe Calderón ha defendido durante los cinco años para combatir al crimen organizado.
 
Sicilia removió el panorama del movimiento de las víctimas y de la propia izquierda mexicana. Junto con él se sumaron los hermanos Le Barón, de Chihuahua, decenas de familiares de activistas asesinados en Guerrero, en Nuevo León, en Chihuahua, en Michoacán. Fue asesorado por el ex ombudsman capitalino Emilio Alvarez Icaza e incorporó a su movimiento a personajes de larga trayectoria en el activismo ciudadano, como Clara Jusidman.
 
Sin pretenderlo ni calcularlo, Sicilia se volvió desde abril y, especialmente, después de su encuentro con el gabinete de seguridad de Felipe Calderón, en junio de 2011, en una figura de referencia. Extraño por su discurso cristiano en medio de una clase política hermética y fría. Mal hablado, en medio de los besos que le plantó lo mismo a Felipe Calderón que a Manlio Fabio Beltrones y a decenas de familiares de las víctimas, Sicilia inquietó a propios y extraños. Sus palabras sonaron fuertes en el alcázar del Castillo de Chapultepec: “usted se ha equivocado, señor presidente”. Incomodaron a los dirigentes “cómodos” de otros movimientos de víctimas que rápidamente fueron cooptados por el entorno gubernamental.
 
Desafió a los legisladores al demandar una reforma política que permitiera las candidaturas ciudadanas y rompió interlocución con el gobierno federal, en septiembre de 2011, cuando calificó como una “traición” la aprobación en San Lázaro de una Ley de Seguridad Nacional.
 
Sicilia tomó fuerzas de su propia experiencia como católico cercano a la Teología de la Liberación y admirador del movimiento zapatista de los años noventas. El 6 de abril de 2011 convocó a marchas simultáneas de protestas que se realizaron en 38 ciudades. En la plancha del Zócalo capitalino, Sicilia pidió la renuncia de Genaro García Luna como titular de la Secretaría de Seguridad Pública y retó a Calderón a un diálogo público.
 
Avido lector de Santa Teresa de Avila, San Juan de la Cruz, entre otros íconos de la poesía religiosa, Sicilia optó por una vía intermedia entre la movilización y la negociación con Los Pinos. Algunos de sus críticos dijeron que le dio oxígeno al gobierno de Calderón, mientras otros observadores señalaron que logró lo que nadie había podido en este sexenio: arrinconar al primer mandatario frente al testimonio de las víctimas.
 
Lo cierto es que Javier Sicilia se convirtió en una figura de referencia nacional e internacional, en medio del desastre que ha provocado más de 50 mil muertos.
 
Hijo de un empresario textilero, Oscar Sicilia, ex alumno de los Misioneros del Espíritu Santo, discípulo de Iván Illich en Morelos, participante de las comunidades eclesiales de base que fundó el “obispo rojo” de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo en los años setenta, Sicilia reivindicó la lucha no violenta y los métodos heredados del neozapatismo para dar a conocer su Movimiento de Paz con Justicia y Dignidad.
 
El protagonismo súbito lo enfrentó a una realidad que lo rebasó. Una y otra vez, Sicilia ha declarado:
 
“No soy líder de nada, no soy político, para eso hay que ser un poco cabrón”.
 
Pese a ello, se convirtió en la figura política, mediática y social del 2011. Su libro recién editado, Estamos Hasta la Madre! Plantea su batalla personal y sus reflexiones sobre la decadencia de la clase política, empresarial y policiaca del país.
 
“O replanteamos lo que pasa o nos va a llevar la chingada. No es un pleito directo con Calderón. Es un pleito con toda la clase política y empresarial. Tienen que dejar sus conflictos y sus rencillas a un lado, su falta de visión de la política, le llamamos ‘la grilla’ pues. Falta que vuelva la gran tradición que ponga en el centro de su mirada y de sus intereses la vida del país”, declaró en su más reciente entrevista con la prensa española.
 
Al reportero José Gil Olmos, de la revista Proceso, advirtió que él llegará hasta donde “la sociedad quiera”. “Yo les digo que no convoqué esto. Son los ciudadanos  y el amor que tienen por la palabra digna que es la poesía. Entonces, los ciudadanos tienen la palabra”.

por Jenaro Villamil, de homozapping.com

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