Sonido Fulgor

lunes, 30 de mayo de 2011

Preguntas de Coixet a Wong Kar-Wai




Durante años, desde que vi Chunking express, y después toda su filmografía, que, para variar, ha llegado tarde, poco y en desorden a nuestras pantallas, pensé que me gustaría hablar con Wong Kar-Wai (Sanghai, 1958), o al menos con el tipo irónico, tierno, melancólico, arriesgado, pensativo que sus películas dejan ver. Antes de la proyección de In the mood for love (Deseando amar), le digo con admiración que he visto todas sus películas y que me fascinan, y se muestra preocupado: "Es que ésta es muy diferente". Hoy, tras ver In the mood for love, se me antoja que la única entrevista posible con él es una especie de ceremonia zen, con mi cochambroso casete recogiendo hora y media de silencio, mientras los dos sorbemos té y miramos el fondo de nuestras tazas imaginando preguntas y respuestas que no se formulan. Pero no hay té, hay café, así que no me queda más remedio que preguntar, a sabiendas de que lo más importante (¿de qué oscuro y luminoso lugar nace esta misteriosa, bella, trágica, preciosa película?) se quedará por ahí, flotando.

Pregunta. ¿Por qué dijo que In the mood for love era tan diferente de sus otras películas? En Chunking express había una chica que invadía la habitación del policía, durmiendo en sus sábanas; en Fallen angels, un chico que invade los puestos del mercado por la noche; en In the mood for love, ella (Maggie Cheung) entra en la habitación de él (Tony Leung), en Singapur, para llevarse unas zapatillas.

Respuesta. Sí, claro, a lo mejor no es tan diferente, de hecho no lo es; uno siempre hace la misma película y habla de la misma clase de gente, la gente que mira por la ventana lo que hacen los demás, la gente que intenta robar algo de la vida de otras personas, para sentir que así algo suyo les pertenece.

P.
La gente que está sola.

R.
Sí, todos mis personajes están terriblemente solos.

P. Incluso cuando están rodeados de gente, como en Happy together o en In the mood for love.

R. Especialmente en estas dos películas.

P. Es que tengo la impresión de que sus personajes nunca salen de una única habitación, que todas las habitaciones que muestra son la misma, incluso el color de las paredes.

R.
(Risas). Sí, es una de las desventajas de trabajar siempre con el mismo decorador [William Chang], que siempre acaba trayéndote lo que sabe que te gusta.

P. Y además es su montador.

R. Sí, me tiene cogido; a veces le digo: oye, ¿no teníamos esta misma cama en Buenos Aires cuando rodamos Happy together? Y me mira asombrado: "Claro que sí", dice, "hay que reciclar las cosas". ¡Y me lo dice en Hong Kong! O a veces me enseña un cuadro o una falda para un personaje y me dice: "¿A que te suenan?". Volviendo a lo de la habitación, la verdad es que para mí todas las historias empiezan en una habitación, siempre hay una habitación con alguien sentado en la cama, fumando.

P. O comiendo.

R. Sí, es algo que no veo en el cine occidental, a veces me parece que en las películas occidentales los personajes no comen nunca. Para mí es muy importante cómo se ganan la vida mis personajes, dónde viven, cómo duermen, lo que comen…

P.
¿Aunque sea una lata de piña caducada? [En Chunking express y en Fallen angels hay personajes obsesionados con las latas de piña caducadas].

R. [Risas]. Especialmente si es una lata de piña caducada, aunque la verdad es que yo odio la piña.

P. En los dos libros que Chris Doyle [director de fotografía] ha escrito sobre sus rodajes (Fallen angels, Happy together) parece que se entienden sin muchas palabras.

R. Bueno, Chris es muy hábil con las palabras, y en los libros todo parece muy fácil y glamouroso. Un rodaje nunca lo es, pero es cierto que, al cabo del tiempo de colaborar, ambos sabemos las cosas que detestamos el uno del otro y las que nos gustan. Hemos aprendido mucho juntos, y para mí, dada mi forma de trabajar, dado que empiezo siempre con una vaga y lejana idea de lo que voy a hacer, es importante tener gente a mi lado a la que no tenga que dar demasiadas explicaciones. Además, a mí no me gusta que la gente venga a verme a un rodaje, no me gusta que haya nada que me haga perder la concentración. Me gusta estar solo, necesito distanciarme de los demás. Chris siempre ha respetado eso.

P. ¿Y qué ha pasado en In the mood for love?

R. Bueno, Chris es ahora un director de fotografía muy ocupado, incluso ha dirigido un filme (Away with words), y bien… él empezó la película y un día vino a verme y me dijo que no podía respirar, que quería hacer otra cosa, que la película era demasiado estática para él; así que se fue y Mark Li, que había hecho conmigo Fallen angels, la terminó. No sé por qué, pero creo que se entendería bien con Chris Doyle.

P. No sé. A mí me gusta el lado estático de las cosas, también me gustaba muchísimo cómo utilizaba la cámara al hombro y el gran angular en las otras películas. Pero me parece magistral el lado quieto de ésta porque lo único que pueden hacer los personajes es estar quietos, ésa es su victoria. "No somos como ellos", dicen, como los amantes que nunca vemos.

R. Sí, quizá en esta película he llevado mi control del encuadre hasta el límite, quizá por eso Chris no podía respirar y probablemente ésta es la película donde he terminado con más preguntas todavía de las que tenía al empezar. Porque esas dos personas que se encuentran, cuyos respectivos cónyuges tienen un affaire, ¿se odian?, incluso cuando parece que se están acercando. A veces pienso que siguen odiándose porque cada uno le recuerda al otro lo que ha perdido, e incluso cuando parece que se están seduciendo hay un lado oscuro, de venganza, de resentimiento, y nunca sabemos, igual que ellos no saben cuándo los otros empezaron a engañarles, cuándo el amor nace entre ellos y cuántos sentimientos contradictorios hay en ese amor. No creo tener todavía una respuesta a todo eso.

P.
Pero ésa es parte de la magia de la película, nunca sabemos a ciencia cierta qué clase de relación tienen, incluso hay momentos que todo parece una proyección; que en realidad los otros, sus cónyuges, no se conocen, aunque ellas lleven el mismo bolso y ellos la misma corbata, que ella lo está imaginando todo a partir de la doble relación que tiene su jefe.

R. [Risas]. Vaya, eso no se me había ocurrido… Pero, ¿por qué no?, eso es lo que me parece más interesante, que cada uno piense qué es lo que pasa, que cada uno encuentra sus propias respuestas, y el papel de un director no es proporcionar respuestas, al menos no es eso lo que me interesa, ya hay demasiados directores interesados en contar las cosas de manera que se entienda todo hasta la saciedad, hasta que no quede un resquicio de misterio, y a mí me interesan los secretos, el misterio.

P. Las dobles vidas.

R. Sí, las dobles vidas.

P. El otro día leí en una novela que en el momento en que uno tiene vida interior ya lleva una doble vida.

R. Es cierto, es totalmente cierto, por eso es importante trabajar con gente que te conozca de verdad, si no sería demasiado complicado. Cuando empecé In the mood for love, la historia era diferente. Fue William Chang, que me conoce muy bien, el que me dijo: ésta no es la historia que quieres contar, y empezamos a trabajar en otra dirección, pero del Hong Kong de los años sesenta ya no queda absolutamente nada, y sabíamos que iba a ser un rodaje complicado, quizá no tan complicado como terminó siendo.… Pero, en fin, complicarse la vida es parte de las razones por las que uno hace películas, ¿no?

P.
Noooo, qué va; bueno, sí; y también uno hace películas para no terminar como el tipo al final de la suya susurrándole su historia a un agujero en la piedra, que me parece el final más abrumadoramente triste que una película pueda tener.

R. ¿Eso quiere decir que le gustó el final?

P. Eso quiere decir que le doy las gracias por hacer In the mood for love.

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