Sonido Fulgor

sábado, 21 de mayo de 2011




"...Los niños de la foto son mis hijos. El día en el que la realicé aún no estaba seguro de estar en condiciones de tomar fotografías.
Había habido una guerra - hoy parece que ha pasado mucho tiempo desde la Segunda Guerra Mundial - en la que, durante mi decimotercer desembarco en el Pacífico, un trozo de metralla había puesto fin al testimonio fotográfico de aquellos acontecimientos. Dos años de dolor e impotencia siguieron a aquellas múltiples heridas. Fue un período en el cual tuve que someter mi desasosegado espíritu a un forzado estado de pasividad, de ausencia de creatividad, mientras los médicos, con sus innumerables operaciones, intentaban reconstruir poco a poco mi cuerpo...
Por fin, aquel día realizaría el esfuerzo de relanzar aquellos dos años de vacío. Aquel día, por vez primera desde que fui herido, pediría a la cámara que funcionase para mí, obligaría por fin a mi organismo a controlar el mecanismo de la máquina fotográfica y, al mismo tiempo, intentaría obligar a mi espíritu creativo a que retornase de su exilio.
Sentía una presión que me exigía que aquella primera toma resultase lograda - "Dios quiera que tenga fuerzas suficientes para introducir el carrete en la cámara" -. Me encontraba decidido a conseguir que aquella fotografía presentase algo más que una buena realización técnica.
Quería que el tema fuese un delicado momento de expresiva pureza que contrastase con la horrenda barbarie a la que me había enfrentado en mis fotografías de guerra, las últimas que había tomado.
Estaba obsesionado por la obstinada decisión de que, por algún motivo, esta primera foto tuviera un carácter singular.
Nunca he entendido bien por qué debía suceder así, por qué tenía que ser la primera y no la segunda, por qué si no la hubiese realizado aquel día no podría haberla conseguido la semana siguiente. De cualquier modo, me desafié a mí mismo, a mis nervios y a mi propia razón para obtenerla.
¿Quería probarme a mí mismo que estaba en condiciones de autodisciplinarme? ¿Se trataba de orgullo o, tal vez, de una desmesurada valoración de mi habilidad?¿O era simplemente el miedo de no poder reencontrar la fuerza de la imaginación, la agilidad física necesaria para mi trabajo o, aún peor, el pánico a convertirme en un peso muerto para mi familia y para el resto del mundo?
De una forma difícil de definir con claridad y cualquiera que fuese la razón o conjunto de razones, sentía que aquel sería el día de una importante decisión espiritual."

Eugene Smith

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