Sonido Fulgor

jueves, 26 de mayo de 2011

La parábola de los dos escritores. José Gordon.




Un ejercicio de imaginación: nos ponemos unos lentes con rayos Xy observamos nuestros cuerpos y los de nuestros semejantes. Después de un rato, nos acostumbramos a vernos al nivel del esqueleto. Esa percepción no invalida al cuerpo de la piel. Ambas realidades coexisten, pero lo que vemos depende de los lentes.
Ahora pasamos al siguiente ejercicio: nuestros ojos tienen unos lentes con la capacidad y precisión de un microscopio electrónico ajustado para ver el nivel molecular: ya no podemos distinguir fácilmente las diferencias entre los rostros de nuestros amigos y el entorno.
El ejercicio que sigue consiste en colocarnos unos lentes hipotéticos que nos permiten apreciar lo que no se puede apreciar sin alterarlo: el nivel de las partículas subatómicas.
La imagen que surge está dominada por un espacio casi totalmente vacío, una pura
nada rociada de partículas diminutas inimaginables. Los electrones están girando alrededor de sus núcleos, pero separados de ellos por distancias cientos de miles de veces mayores que su propio tamaño. En medio no hay nada. Desde esta perspectiva, el cuerpo—proporcionalmente— es tan vacío como el espacio intergaláctico.
Ahora pasamos al ejercicio que nos brindó el físico Sir Arthur Eddington. Hay que tratar de ver los dos cuerpos: el aparente a los sentidos y el que nos revelan los lentes que van al fondo de la materia. La primera imagen nos muestra a un hombre apoyando sólidamente sus brazos en un mueble mientras escribe. En la otra imagen, el escritorio y el cuerpo son espacios dominados por el vacío.
Esta parábola de los dos escritorios, descrita por Eddington, nos re vela un mundo que se nos muestra ilusorio: “En el mundo de la física observamos una representación gráfica de sombras de la vida familiar. La sombra de mi hombro descansa sobre la mesa-sombra, de la misma forma que la sombra de la tinta fluye sobre el papel-sombra. Uno de los más significativos avances recientes es el franco descubrimiento de que la ciencia física se ocupa de un mundo de sombras.”
EL VACÍO CONTEMPLANDO AL VACÍO

Al ponernos los lentes imaginarios que rebasan el nivel más fino de la materia nos encontramos cercados por el vacío: los rostros, las rocas, los mares se vuelven nada. Somos el vacío contemplando al vacío.
Lo interesante es que cuando el vacío se pone los lentes de los ojos humanos surge
un mundo de formas que cubren completamente el vacío. En el barroco resultante tal parece que el vacío no existe, es una ilusión.
Sin embargo, en ciertos estados de percepción se describe la posibilidad de romper
con el velo de las formas y explorar esa nada, la cual, de acuerdo con la física moderna, contiene partículas virtuales o fluctuaciones en punto cero que espontáneamente emergen y se manifiestan. Esa nada contiene en potencia a todas las formas del mundo de las partículas. En el vacío se desvanecen la materia y la energía pero permanece de manera subyacente una información que no es manifiesta ni medible. El físico David Bohm señala que si el campo gravitacional estuviera hecho de ondas, el estado de vacío se daría cuando se llega a un punto en que las ondas ya no pueden medirse. Bohm señala que la amplitud de la onda se desvanece en escalas cercanas a 10-33 centímetros (la distancia más pequeña a la que han llegado los físicos es 10-16 centímetros). Estamos hablando de una realidad inimaginable. Ese vacío, en palabras del físico Fritjof Capra, es un “hueco” vivo que late en ritmos interminables de creación y destrucción.
Para asomarnos al vacío se necesitaría uno de los instrumentos más sutiles, complejos y delicados que podamos concebir. ¿Qué le parece el cerebro humano? ¿Un laboratorio con doce mil millones de neuronas, que nos hace experimentar el mundo de las formas, podría brindarnos la experiencia de lo que está más allá de las formas?
Ciertamente algunos artistas, como Henri Michaux, así lo reportan, plantean la vivencia del regreso al vacío: “Se encuentra uno donde no se puede tener nada en la mira, en un universo inasible y por lo tanto sin controversia posible, injustificado y sin necesidad de justificación. Vacío beatífico. Vacío que es liberación. Un sinfín convirtiendo a lo que no tiene fin. Y sin embargo un prodigiosamente animado mundo de energía, de energía en transportes continuos.”
El poeta José Gorostiza describía también un nivel en el que se trascienden los límites de la materia y la energía y en el que no hay absolutamente nada: “En las zonas ínfimas del ojo no ocurre nada, sólo esta luz... esta alegría, única riente claridad del alma”. La claridad de un estado de percepción en el que la conciencia se funde con el estado de vacío. El observador y lo observado son una nada deananda, el deleite de la unidad tal y como lo describen los rishiso sabios de la cultura védica.
El siguiente ejercicio consiste en descubrir que la forma ya estaba en el vacío y que el vacío ya estaba en la forma. ¿No trata precisamente de eso la parábola de los dos escritorios?
Si sustituimos la parábola de los escritorios por la parábola de los cuerpos, vale la pena decir que cuando éstos se besan no se anula la sensualidad del encuentro físico. Simplemente se añade el sabor de una vinculación más íntima.


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