Mar espinado,
montaña débil,
agua sin lugar.
Espejo agrio
que va pariendo
incertidumbre
en la frágil noche,
muro de seca batalla
que oculta la mirada de río,
en la noche del día,
del río ciego que solo sueña,
de las palabras piedra,
de la negra templanza
y la danza sigilosa
de vaivenes absurdos,
de ganarte, de perderte,
del hilo verde obsequio
de mañanas,
vestido la noche,
para desenredarte en el día,
aunque a veces no pueda,
aunque a veces no sepa,
de la tradicional canción trágica,
que entre nota y nota
como de un sol a otro,
la soledad que se pervierte,
y del reposo
y del río que nace de mis ojos
en los tuyos de pájara celestina,
inalcanzable,
siempre tan en la otra orilla,
con tus piececitos en el agua.
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