Sonido Fulgor

viernes, 3 de julio de 2009

Diario de la rumba (Emilio Toledo M.)

Ésta fue una mañana excepcional, no sólo por el sol que vino a dar fin a una larga, difícil y muy seca noche, no sólo por la flaca lagartija verde (un verde peculiar) del tamañano de una mano abierta que iba caminando entre las plantas, saltando con lentitud, extremada atención y prudencia; lo fue también por la mujer y el hombre.
Frente a un grupo de más o menos cincuenta jóvenes, presentado por un maestro de música, uno dijo y explicó que para él hacer su propia música, su propio arte, es algo donde se es cien por ciento ilimitado. Siendo que es una escuela de instructores de arte donde los jóvenes se entrenan para ejercer y enseñar el divino acto de la creación, uno compartió su sentir y su pensar al momento de crear y también habló de la cualidad del juego, deleite, educación y libertad que existe ahí.
La música vive dentro de uno, dije. Y fue entonces que los jóvenes, junto a su maestro, se abrieron y respondieron con soltura, alegría y seriedad. Ellos me explicaron muchas cosas sobre los ritmos que corrían por sus venas. Hablaban de la "clave" y me explicaron que la "clave" es el corazón de la música. Es el tiempo que uno a fuerza debe llevar para crear música colectivamente.
Me dieron ejemplos de claves, de diferentes géneros musicales que existen en esta tierra y al momento de la rumba se levantaron algunos de ellos y con sonidos de su boca, su estómago y su garganta sincronizaron sonidos improvisados que poco a poco fueron creando una melodía viva como el pájaro de cuerpo verde, cabeza roja y cola azul que uno después vería caminar por estas mismas veredas.
A continuación el mismo maestro se unió con sus propios sonidos y entonces no sólo era una melodía, una clase de escuela; entonces la melodía era una fraternal unión entre el educador y el educando, una fiesta.
Y finalmente yo me agregué con discretos sonidos de ave. Fue algo difícil ya que la rumba es una música de mucha complejidad, pero sin duda de sencillez y humildad. Uno no había sido invitado pero quiso atreverse a tocar el corazón de esa música.
Entonces no sólo era una melodía, no sólo un ritmo, no sólo un motivo de sentirse alegres todos los que habitaban esa sala; también de sentirse cómplices de un misterio que por un instante nos hacía vernos y escucharnos semejantes, sin divisiones geográficas, de idiomas, de culturas, de pieles, de ropas. Todos éramos uno. ¿Y cómo era posible que a través de la rumba, una música despreciada, echa menos, no vendida, cómo es posible que la rumba y no las palabras, no las teorías, no los puntos de vista ni las evidencias nos hicieran llegar a los presentes, que parecíamos tan distintos, tan lejanos, a un nivel de comprensión absoluto y que no dejaba duda?
Pero la violencia, la mentira, el olvido y el poder nos mirarán con rechazo, con desdén, porque lo que nosotros propusimos hoy (los cincuenta soñadores, el maestro y yo), lo que en nosotros era coraje y compasión, no tiene nada que ver con el cultivo del dolor, la desigualdad y la esclavitud que proponen ellos.
Éste es nuestro canto, nuestro pensar, nuestro sentir.
Ésta es sólo una muestra de nuestra eterna virtud, la única que nos da carácter, identidad y unión.

Escuela de Instructores de Arte, afueras de La Habana, 18 de junio 2009.

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