Sonido Fulgor

jueves, 30 de julio de 2009

D. (etm)

Es una de esas tardes nubladas que abre un suave abismo en el aire y hace descubrir algo nada más para olvidarlo. Nada más para un triste solitario que es, y sin embargo, el último en rendirse. No hay más el ánimo de estar comparando. Tampoco el ánimo de estar en el centro, tampoco detrás, tampoco al frente. Ni siquiera arriba o abajo, ni siquiera a un lado. Es sólo perderse como las flores se pierden en invierno. Sólo esfumarse como los pájaros dan paz a esta tarde nublada de silencio, de sangre y tierra mojada. Porque es una de esas tardes nubladas que no duda en tirar un mensaje de lluvia y depositarlo entre las piedras. Así la vida se enfila en ciertos colores violetas, en regiones celestes que gritan por un poco de eso que se ha descubierto nada más que para ser olvidado. Para ser sepultado en la niebla que no existe. Para ser amortiguado por un corazón que ha nacido por la urgencia de que alguno, aunque triste, aunque solitario, mire esta tarde nublada que abre, que nunca ha cerrado.

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