Sonido Fulgor

jueves, 5 de febrero de 2009

Veo al invierno izar sus labios
como dos velas que acarician
el silencio.

Digo el silencio
como la oscuridad de un túnel
del que no se sale vivo,
o las raíces de una tierra infértil.

Veo los labios del invierno
en la piel frágil del que duerme
sin más cobija que la mugre.

Y sufro, de verdad. Sinceramente.

Pero llego a casa
y hay abrigo
y agua hirviente
y pan.

Un baluarte para olvidar la ruina.

Como muchos
quisiera
cambiar el rostro horadado de este mundo
y por eso ciño
la piel penetrante de la tinta,
por eso canto.

Sigo creyendo
en hablar de la luz
aun en el derrumbe.

Pero no lucho suficiente.
No me empeño
en llevar esta voz
a donde el hogar sólo es gotera,
a donde el sonido
es sólo estruendo y maquinaria negra y sucia.

No lucho suficiente.

Ojalá aprendas pronto,
me digo,
a llevar el pan
y el abrigo
y el agua hirviente
de la tinta
a esos oídos tiritantes.

A vivir con la justicia
que presumes.

Emiliano

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