Sonido Fulgor

sábado, 7 de febrero de 2009

La niña y las migajas


quisiera no saber qué hora es

que no hubiera sol

ni espejos

ni pájaros pequeños

confabulando cantos

en la copa de un árbol

si se acerca el amanecer.

 

tampoco creo en el tiempo

pero pasa

y se siente

cada día más débil.

y aun en el aleteo

en el giro en el aire

el baile disidente,

 

en el rocío de las plumas

cuando se agitan

las alas

e incluso en la niña

que arroja migajas

a un pájaro joven

hay tímidos brincos.

 

un soplo profundo

que siempre ve más lejos.

 

quisiera sólo saber qué hora es

y no buscar la siguiente

no envejecer y ser con el sol

o con el pájaro

que sólo es el vuelo

y sólo es el giro

sin lugar y sin motivo.

 

y la niña

que arroja migajas

en la mañana

las recoge en la noche,

limpia el rocío de sus plumas

y se lanza a volar.

 

amanece.

ella duerme volando

o arrojando migajas.

 

mi mañana es más triste.

los ojos pesan

y también las horas

y el cielo a veces

es una inmensa boca sangrante.

 

me hago viejo

voy aprendiendo de tus manos

y tengo miedo del tiempo.

 

todavía saltos muy pequeños.

alas demasiado tiernas

y vivo de todos,

aunque no existan

o existan poco,

o sólo existan

en maneras deliciosas y eventuales.

 

y tú, que arrojas migajas

y vuelas sin horas ni segundos

¿serán suficientes estas palabras para decirte?

 

tener tu segundo,

un roce de tus alas,

una rebanada de tu sueño,

                                    y luego…


Diego

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