quisiera no saber qué hora es
que no hubiera sol
ni espejos
ni pájaros pequeños
confabulando cantos
en la copa de un árbol
si se acerca el amanecer.
tampoco creo en el tiempo
pero pasa
y se siente
cada día más débil.
y aun en el aleteo
en el giro en el aire
el baile disidente,
en el rocío de las plumas
cuando se agitan
las alas
e incluso en la niña
que arroja migajas
a un pájaro joven
hay tímidos brincos.
un soplo profundo
que siempre ve más lejos.
quisiera sólo saber qué hora es
y no buscar la siguiente
no envejecer y ser con el sol
o con el pájaro
que sólo es el vuelo
y sólo es el giro
sin lugar y sin motivo.
y la niña
que arroja migajas
en la mañana
las recoge en la noche,
limpia el rocío de sus plumas
y se lanza a volar.
amanece.
ella duerme volando
o arrojando migajas.
mi mañana es más triste.
los ojos pesan
y también las horas
y el cielo a veces
es una inmensa boca sangrante.
me hago viejo
voy aprendiendo de tus manos
y tengo miedo del tiempo.
todavía saltos muy pequeños.
alas demasiado tiernas
y vivo de todos,
aunque no existan
o existan poco,
o sólo existan
en maneras deliciosas y eventuales.
y tú, que arrojas migajas
y vuelas sin horas ni segundos
¿serán suficientes estas palabras para decirte?
tener tu segundo,
un roce de tus alas,
una rebanada de tu sueño,
y luego…
Diego
Me encanta. etm.
ResponderEliminarUn gusto leerte, diego.
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