Pero ¡amigo!, venimos demasiado tarde.
En verdad viven los dioses, arriba en otro mundo.
Trabajan eternamente y parecen preocuparse poco de si vivimos:
tanto se cuidan los celestes de no herirnos.
Nunca pudiera contenerles una débil vasija;
sólo a veces soporta el hombre la plenitud divina.
La vida es un sueño de ellos.
Pero el error nos ayuda como un adormecimiento;
nos hacen fuertes la necesidad y la noche.
Hasta que los héroes crecidos en cuna de bronce
vengan, como en otro tiempo sus corazones se
parecieron en fuerza a los celestes.
Ellos viven entre truenos.
Me parece que a veces es mejor dormir que estar
sin compañero.
Al esperar así, ignoro qué decir o qué hacer.
Y ¿para qué poetas en tiempos aciagos?
Pero son, dices tú, como los sacerdotes sagrados del Dios del vino,
que erraban de tierra en tierra, en la noche sagrada.
y tu corona, Neptuno?
ResponderEliminarteamo