Discurso pronunciado por Javier Sicilia en
El Angel de Independencia, D.F.,
el primero de noviembre de 2011
Quiero leer un poema del poeta kosovar, hoy exiliado en México, Xhevdet Bajraj: “La libertad como gran dama/ Tropieza contra las tumbas nuevas/ En vano trata de limpiarse con las mangas/ El sabor de la muerte impregnado en los labios// En la cumbre de las casas en ruinas/ Mujeres y hombres/ Como urnas vivas en las vitrinas de la muerte/ mastican los recuerdos/ A lo lejos/ En el cielo agujereado por los gritos/ los asesinados se dan condolencias unos a otros/ Por quienes quedaron vivos sobre la tierra”. Por este dolor que es el de los muertos que hoy honramos, pido un minuto de silencio.
Desde los orígenes de nuestro querido México, los mexicanos nos reunimos este día para conmemorar a nuestros muertos. Hoy, sin embrago, es un día especial. Miles de ellos son las consecuencias de la inmoralidad atroz que se ha apoderado del país y se ha traducido en crimen, guerra y dolor.
Ese dolor, que no tenía nombre, que estaba sumido en el asesinato impune, en el desprecio de la criminalización, de la estadística, del epíteto soez: “bajas colaterales”, de la amenaza, del desprecio y del insulto, repentinamente emergió para mostrar sus rostros, sus nombres, sus historias, su dignidad humana arrebatada; emergió también para que volviéramos a redescubrirnos como seres humanos.
De cara a él nos hemos confrontado, nos hemos obligado a guardar silencio, a repasar y repensar las historias de nuestros muertos y nuestras historias, a procesar enojos, iras, temores, odios legítimos, a desnudarnos y vencernos, a caminar para compartir, abrazar, consolar, dialogar e increpar, y a liberarnos de su contundencia y su horror. Le hemos llamado Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, un caminar que, al visibilizar a nuestros muertos, al mostrar la emergencia nacional y la deuda de justicia y de paz que tenemos para con ellos y para con nosotros, nos está permitiendo reconocernos en ese dolor que es ya colectivo, que nos une y que, para nuestra desgracia, cada día suma un rostro y un nombre nuevo al dolor.
No es un camino grato. Pesa mucho. Pero lo tenemos que hacer, lo hemos decidido hacer porque buscamos detener esta maquinaria de muerte que tiene varios y complejos engranajes, algunos de los cuales son la destrucción de la ética, la corrupción de algunas de nuestras autoridades, la impunidad, la destrucción del tejido social del país, el exceso y el abuso de la ganancia material y una lógica criminal, militar y policíaca que están amenazando y destruyendo nuestras vidas, nuestra libertad y nuestra democracia.
Las bandas criminales que azotan nuestro territorio no son entes aislados. Sus hilos de violencia no sólo llegan hasta muchas de nuestras instancias de gobierno, sino que también alcanzan los flujos de dinero que van y vienen entre los bancos de Estados Unidos y los de México, expandiéndose en la economía de ambos países, generando el comercio ilegal de armas y una estrategia de guerra tanto del gobierno como de los criminales.
Esta mañana en la que conmemoramos a nuestros muertos, volvemos a decir desde aquí, desde el Ángel dela Independencia, que esta experiencia de dolor que se acumula y nos estruja el corazón no puede seguir. ¿Cuántas lágrimas, señores delincuentes; cuánto sufrimiento, señores gobernantes, necesitamos soportar más para que se den cuenta que estamos perdiendo todos como seres humanos y como patria?
Los criminales ignoran el sufrimiento –han perdido cualquier sentido de lo humano y por eso asesinan con tanto horror y desprecio–. Pero también la política lo ignora. No está en su vocabulario, no tiene cabida en sus estadísticas que, a semejanza de los asesinatos de los criminales, borran el nombre de los muertos para volverlos números. A veces, es verdad, aparece en algún discurso de campaña, pero ajeno a la emoción, ajeno al dolor que vivimos, porque los políticos no se dan cuenta de que ese dolor es fruto de su equivocada manera de concebir el fenómeno de la droga, de la manera en que la combaten, de su privilegiar la producción y la ganancia por encima de cualquier vida humana. Bien mirada, desde el sufrimiento, el dolor de las víctimas y la emergencia nacional, esta guerra lo único que ha hecho es convertir a las bandas criminales en corporativos de la violencia y en microemprearios de la muerte y el miedo.
A los políticos, tanto de México como de Estados Unidos, no les interesa preguntarse por qué se consume la droga, qué relación tiene con los contextos culturales e históricos que explican esos hábitos y prácticas, qué relación tiene el concepto económico que elogian y protegen con la proliferación del crimen, un concepto que ha entrado en crisis y que se manifiesta en los otros mil rostros de la violencia estructural que resquebrajan las formas humanas de vida –eso que nosotros llamamos tejido social–. Y no les interesa porque la misma política, al igual que los criminales, está enganchada a la ganancia, al poder y a los privilegios al costo que sea.
Esos costos –es lo que no hemos dejado de decirles al visibilizar a nuestros muertos e ir reuniendo dolores a lo largo y ancho del país– ya no pertenecen a la oferta y la demanda, sino a una crueldad sistémica que ignora el dolor que se expande como una gangrena por todo el territorio de la patria y que está destrozando su corazón: la cohesión de origen que proviene de la confianza y la certeza de que sabemos cuidarnos y que sabemos cuidar esta tierra amada.
Desde allí, desde ese corazón, les decimos y nos decimos que el sentido profundo de la política es el de disminuir el sufrimiento colectivo. Esto, que puede entenderse como un planteamiento puramente ético, es hoy en día, en el centro de una sociedad que se precipita en el abismo, la única respuesta real, el único camino real para reconfigurar los intereses -el estar entre, en un mundo en común, como una mesa se encuentra entre todos los que se sientan alrededor de ella- de la nación y ayudar a establecer la justicia y la paz. Si realmente escuchamos el dolor, si realmente asumimos la memoria de nuestros muertos, podremos entre todos encontrar a nivel político opciones que creen la justicia y finquen el camino de la paz.
Por eso hoy, desde aquí, bajo las alas de un ángel, es decir, de un protector, de la independencia, de cara a nuestros muertos, a sus nombres, a sus historias y a nuestro dolor que es el de la patria, le decimos a los criminales que estamos hasta la madre de su imbecilidad y de su infierno, y que no cejaremos hasta recuperar la dignidad y la independencia que hoy está aquí frente a ustedes.
Les decimos también a los políticos que:
1) Queremos una verdadera procuraduría de Atención a Víctimas –debe cambiársele, como ya lo señaló el presidente Felpe Calderón, el nombre que hoy lleva, Procuraduría de Atención a Víctimas del Delito, por el de Procuraduría de Atención a Víctimas dela Violencia y del Abuso de Poder–, es decir, con rango de Estado, con recursos propios y suficientes y con una mayoría de sociedad civil en su Consejo; una Procuraduría que esté a la altura de la emergencia nacional que vive el país. En este sentido damos un voto de confianza a sus primeros miembros, Isabel Miranda de Wallace, María Elena Morera y Alejandro Martí que, al igual que otros como Julián LeBaron, María Elena Herrera, Aracelí Rodríguez, Julia Alonso,la Sra. Mejía, Eduardo Gallo y todas las muchas víctimas de todas las regiones del país están dando luchas ejemplares para terminar con la impunidad en México
2) Queremos un memorial que dé cuenta para siempre del nombre de las víctimas que ha costado esta guerra, para que recordemos sus nombres y sepamos y sepan las próximas generaciones que esta atrocidad no debe volver a suceder en nuestra patria. Pedimos para ello, una parte del Bosque de Chapultepec y una partida para su edificación cuyo proyecto debe ser abierto a concurso. El Estado tiene la obligación de reconocer la deuda que tiene con las víctimas.
3) Queremos castigos ejemplares para aquellos políticos que estén coludidos con el crimen organizado. Cada partido sabe perfectamente quienes son.
4) Queremos, por lo mismo, un drástico y transparente deslinde de todos los partidos políticos del crimen organizado. Lo que significa que no deberán aceptar un solo peso del narcotráfico o de la delincuencia; que no deberán aceptar un solo candidato o candidata que tengan vínculos con la delincuencia organizada; que denunciarán cualquier amenaza o extorsión que amenace el proceso electoral.
5) Queremos un mapa de ruta de la desmilitarización del país mediante el fortalecimiento de las instituciones civiles y de una ley de seguridad humana y ciudadana. No queremos más víctimas ni más desaparecidos.
6) Queremos la aparición de todos los desaparecidos de esta guerra: si están muertos, saber de sus cuerpos; si están vivos, verlos volver a casa.
7) Queremos un acuerdo nacional de inversión de largo plazo en la educación y empleo que garantice a los jóvenes de México varias opciones de educación así como el rescate de dicha población en las regiones de mayor riesgo donde el crimen organizado ha encontrado en ellos su ejército de reserva.
8) Queremos la restauración del tejido social mediante el respeto a las diferencias regionales y el reconocimiento de las autonomías indígenas.
9) Queremos, por último, el rescate de los caminos de México que devuelva el seguro y libre tránsito de los ciudadanos por los territorios de la nación.
Ante los tiempos electorales que se avecinan no olvidemos que todos los partidos políticos son débiles y hasta cómplices del crimen. Por eso mismo no garantizan un verdadero Estado de Derecho ni una democracia plena. Si los ciudadanos no nos movilizamos para transformar pacíficamente esta partidocracia, acotándola y reformándola, la violencia que vivimos no terminará nunca. Por ello insistimos en una verdadera reforma política que devuelva a los ciudadanos de México el destino de la nación.
Este día en el que conmemoramos el umbral de uno de los misterios más profundos de la vida, el misterio donde, al igual que en el amor, lo visible y lo invisible se tocan, el misterio donde la hondura de la vida nos obliga a meditar y a reconocer lo mejor de cada quien para darlo en ofrenda a los seres amados que han partido o nos han arrebatado; en este día, cobijados por el amor y un ángel que custodia nuestra independencia, llamamos a toda la nación a no rendirse ante la violencia, la amenaza, el engaño y el miedo; llamamos a mantenernos unidos y a caminar con dignidad llevando la hermosa luz de las miradas de quienes se han ido y la resonancia de sus palabras amorosas que nos acompañan. México es resurrección. No lo olvidemos nunca.
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