Sonido Fulgor

jueves, 29 de septiembre de 2011

"Esa es la orfandad de este pinche país"



Javier Sicilia ríe bajito, sin soltar el cigarro. Le hace gracia eso de que se siente Jesús, pero luego se embronca. "Cuando me dicen: 'Estás destinado, Dios te eligió', les digo se van mucho a la chingada. Eso es ideología, una lógica mesiánica. Yo cambio todo, junto con mi vida, por la vida de mi hijo".

El asesinato de Juan Francisco, el pasado marzo, produjo un "milagro horrible". El nombre de su hijo se volvió un punto de referencia para la justicia negada. A Cuernavaca llegaron las víctimas de la guerra contra el narcotráfico a hacerse visibles. Y al tiempo que nacía el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, Sicilia decretaba su silencio poético.

Antes de la muerte de su hijo, había llegado a intuir el silencio como una aspiración. Lograr la comunión con Dios, ya sin palabras. "La realidad lo aceleró. El silencio llegó, trágicamente, pero llegó", dice. "Ya no podré escribir poesía. Simplemente de pensarlo me dan ganas de llorar. De repente ahí está la tentación, pero la palabra poética es sagrada, y el mundo ya no es digno de esa palabra que viene de mí".

"Nos la ahogaron adentro", le dice a Juanelo en su último poema, que cerrará Los restos, el libro que Sicilia dejó listo antes de partir a Filipinas, donde lo alcanzó la noticia de su muerte. Desde entonces permanece cerrado, sin revisar.

Hay un anuncio catastrófico en su título, reflexiona. Son poemas donde la "oscura luz" de su fe se enfrenta a la "oscura oscuridad" del mundo.

"Mi vida está punteada de muchas tragedias. Desde chiquito siempre he tenido la sensación de que va a pasar algo, una intuición oscura de las cosas. Eso se aquietó porque ya no es un presentimiento, es una realidad. Cuando te matan un hijo, ya nada puede ser peor".

Pero esa fe desnuda que siente le impide rendirse. "En estos casos, o dices que estás frente al absurdo y nada tiene sentido, o dices que estás frente al misterio. Yo he elegido el misterio; es lo mismo que el absurdo, pero con una dosis de esperanza".

Perdida la batalla frente a la muerte, queda la trascendencia. "Algún día me reuniré con mi hijo en ese misterio del amor. Porque yo creo que las virtudes teologales son una sola cosa, como la Trinidad. Donde hay fe, tiene que haber esperanza. No se excluyen, se complementan".

"A quienes me preguntan dónde estaba antes (de la muerte de mi hijo), les contesto: '¿Dónde estaba usted?'. Yo siempre he estado allí". Su historia lo demuestra. Han sido años de denunciar la descomposición social del País en Proceso, y hacer una crítica de la modernidad en sus revistas IxtusConspiratio.

Pero ese hombre que se movía en los márgenes, que abominaba de las fotografías, es ahora el más retratado. Y aunque no quiere ser visto como un líder providencial, aunque insiste en ser "la voz de la tribu", para algunos es más que un símbolo.

"Hay momentos que me conmueven mucho, pero también me aterran. Una de las víctimas, con un hijo desaparecido, me dijo en Oventic: 'Yo llegué a Cuernavaca después de que nadie me hizo caso, te busqué y tú me diste un beso, me abrazaste y lloraste conmigo. Y sentí que tenía un padre'. Alguien de mi edad. Esa es la orfandad de este pinche país".

Lo poético no deja de estar presente en Sicilia. El Movimiento, dice, es "poesía en acto", la palabra encarnada en una realidad, la de las víctimas. Y puesto que la poesía es equívoca, habita también en algunas de sus acciones, como su criticado beso al priista Manlio Fabio Beltrones.

"El problema no está en la profundidad del símbolo, sino en su lectura. ¿Qué es el beso? Hacer la paz. En la antigua liturgia, conspirar era compartir los alientos, así se hacía la comunidad democrática".

A pesar del cansancio y de un dolor que no cesa, dice estar en paz. "Y eso quiere decir que he hecho bien las cosas". Aún ve larga su lucha en el Movimiento, aunque reconoce que es otro su lugar. "Quiero llevar esto hasta donde pueda. (...) Luego iré poco a poco regresando a mi vida, a mi proporción".

Collage poético

Con Tríptico del desierto, Javier Sicilia (Ciudad de México, 1956) obtuvo hace dos años el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes. Ahora circula en una reedición, publicado por Era, con una fotografía que el director Marcelo Uribe, apenas vio, tuvo la iluminación de poner en la portada: Tlapoyahua, de Gerardo Suter.

En el poemario, Sicilia dialoga con autores como Celan, Rilke, Dante, Gorostiza. Es un collage formado por tres paneles independientes, "Las cuentas en los dedos", "La noche de lo Abierto", "La estría en el yermo", que a la vez comparten un centro: la metáfora de Dios como desierto y presencia al mismo tiempo.

Tríptico del desierto vuelve sobre el gran tema del poeta: Dios en el alma humana, que ha explorado también en títulos como TrinidadVigilias y Pascua.



Silvia Isabel Gámez, de Reforma

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

.