Nota periodística de Francisco Rodríguez en http://www.vanguardia.com.mx/
Javier Sicilia fue el último en descender del autobús, el número 10. Alguien lo bendijo mientras la prensa lo esperaba. Sicilia ya frotaba un cigarrillo. Aseguró que su caravana no se politizará, que la guerra de Calderón es una estrategia fallida, que el ejército debía salir de las calles.
Entró al Bosque Venustiano Carranza y una fila de familiares de desaparecidos en Coahuila ya lo esperaba con pancartas de sus seres queridos desaparecidos y la consigna: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Sicilia miró, luego se detuvo junto a ellos y la bandera mexicana. Guardó silencio mientras escuchaba las consignas. Luego habló para sí; quizá rezó o pidió por las familias, sólo Dios sabe qué. Miró al cielo y regresó la mirada a la nada. Enseguida se unió a la respuesta: “Vivos los queremos”. Una, dos, tres, cuatro veces y siguió hasta el teatro del pueblo.
Subió al estrado y la gente le aplaudió. Al frente de él, como custodiándolo, como formando una valla, estaban las familias de desaparecidos de Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (FUUNDEC), mujeres incansables. Estoicas. También familiares de desaparecidos en Sonora, Juárez, Monterrey, en México vaya.
“Vivimos con miedo”, reconoció Miguel Valdés Villarreal, miembro de Laguneros por la Paz a Javier Sicilia. Dos madres de familia con hijos desaparecidos contaron su caso. Uno de ellos es un muchacho de 16 años de lento aprendizaje que desapareció en Torreón. FUUNDEC emitió un comunicado y al final nombró a las personas desaparecidas y todo el público gritaba: “Te queremos de regreso a casa”. Sicilia ya había prendido el tercer cigarrillo. “No están solos”, se solidarizó la gente con las familias. A cada una de esas mujeres, Sicilia abrazó, consoló. Lloró con ellas.
Después subió el tío de Pablo Armendáriz Vela, presunto culpable por el asesinato del empresario Carlos Valdés Berlanga. Su familia aseguró que ha sido torturado, maltratado y le han violado sus derechos. “Hay muertos de primera y muertos de segunda. Los de primera, son los que sí se exige su esclarecimiento y por eso agarran a quien sea”, dijo el familiar.
La mamá de Fanny, una niña que desapareció a seis años en Torreón, también subió y exigió a las autoridades que la encuentren. Enseguida una mujer de Ciudad Juárez: seis miembros de su familia han sido asesinados. Después, el caso de un ajedrecista joven de Nuevo León, también asesinado. Por eso, todos los muertos son muertos de Torreón, de Juárez, de Sinaloa, de Monterrey, de Zacatecas… todos son muertos de México.
Julián Le Barón, activista oriundo de Chihuahua, aseguró que a la caravana le han salido alas y que por eso la guerra se fue a dormir durante algunas horas.
Al final, Javier Sicilia comentó a la gente que sólo los demonios no tienen miedo. “Eso es algo humano”, le dijo a la gente. “Sin eso, no podríamos ser valientes”, les aseguró. Después relató una anécdota de Napoleón que termina con la frase: El espíritu termina por vencer a la espada. Aunque cueste camino. Después vino el silencio por las miles de víctimas. Y a seguir el recorrido.
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