Sonido Fulgor

domingo, 19 de junio de 2011

Más palabras de Rulfo

Para el archivo... de Eduardo Cruz


Don Álvaro Castaño Castillo, el queridísimo director de la radiodifusora, confirmó la Chiva y su esposa, la entrañable Gloria Valencia (GV), quien entrevistó a Juan Rulfo a finales de los años setenta en Cali, durante el Encuentro de Narrativa Hispanoamericana, instruyó a los cirujanos Pepe Castiblanco y Alejandro Rodríguez a hacer la exhumación, pues el registro que provenía de un audio de televisión tenía quizá todos esos años sin tocarse.
Comprenderá, Esmeralda, la emoción que sentí ante el hallazgo. Si bien cuento con toda la trascripción, le dejo las preguntas y respuestas más reveladoras.
–Por ejemplo su último libro, usted contestó con su humor que, por cierto lo tiene a flor de piel y que le sale duro muchas veces, contestó que su libro Cordillera se había quedado “en cerro”. ¿Qué nos quiso decir?
Bueno, que desapareció, desapareció definitivamente.
–¿De verdad lo destruyó?
Lo destruí, sí, lo tiré a la basura, pues no llenaba, no me satisfacía, era una cosa que me llevó a un callejón sin salida.
En otro momento del diálogo en el estudio, intervino el escritor Manuel Mejía Vallejo.
–Usted tiene en su obra un aspecto permanente sobre la soledad y la muerte. A veces, cuando lo veo, me lo imagino como un fantasma creado por usted mismo.
Así soy, un fantasma, no existo, es un mito la existencia, mi existencia. A veces pienso que no existo.
Al seguir la pista de Juan Rulfo por La sultana del Valle, y gracias al querido amigo Fabio Jurado, ubiqué al también escritor Sandro Romero. Me facilitó un ejemplar del 19 de agosto de 1979 del periódico cultural El Semanario, de Cali, donde publicó una larguísima crónica bajo el título de La literatura en llamas, a propósito del Encuentro de Narrativa Hispanoamericana. La voz del autor fantasmal quedó en los registros sonoros de la Universidad del Valle.

Autorretrato de Juan Rulfo en el Nevado de Toluca, década de 1940
Dijo: “Yo estuve buscando muchos editores y no me quisieron publicar hasta el año ’53. Yo ya tenía escrita mentalmente el Pedro Páramo. Considero incluso que Pedro Páramoes anterior a los cuentos. El resultado fue que no encontraba la fórmula para contarla. Al escribir los cuentos, me dediqué a hacer una especie de ‘ejercicios literarios’ hasta que por fin encontré, en un cuento que se llama “Luvina”, la atmósfera que yo necesitaba para escribir Pedro Páramo. Así es que si se publicaron primero los cuentos, fue porque ya había los suficientes medios para hacerlo, y entonces me dediqué exclusivamente a escribir la novela. En lo personal, y es una cosa que siempre me he reservado, Pedro Páramo es anterior a El Llano en llamas. Me quedaba entonces después del trabajo a escribir. No tenía amigos ni a dónde ir, así que escribí una novela que titulé provisionalmente El hijo del desaliento. Fue una novela que, como ustedes pueden suponer, fue a parar a la basura, como otras que también fueron a parar al mismo lugar. [...] La novela mexicana ha caído en el terreno de la pornografía, el escándalo y la comercialización. Grijalbo, por ejemplo, ha incrementado este tipo de literatura. Si antes vendía bestsellers norteamericanos, ahora vende escándalo. Han aparecido seis u ocho escritores que exclusivamente escriben eso. Una novela llena de vulgaridades, pero como se dice, de sal, de pimienta, que llama la atención y que el público que no lee literatura la consume. Así como se venden los cómics, así se venden esas obras. Puedo citar nombres: Parménides García Saldaña, Gustavo Sáinz, José Agustín, Luis Zapata; bueno, tres o cuatro más que escriben pornografía absoluta. No tienen nada de literario sus obras. [...] Para mí, el acierto más grande de Carlos Fuentes fue La muerte de Artemio Cruz. En cambio Terra nostra está plagada de esa obsesión en él, hacer farragosa alguna cosa. Tiene una particularidad Carlos Fuentes: no sacrifica nada. No tacha nada de lo que escribe, porque cree que cualquier línea es valiosa y eso le ha perjudicado, sobre todo en Terra Nostra que podría haber sido una novela magnífica. Se le fue de las manos… El defecto que yo le veo a esta novela es esa falta de crítica que nos sobra a algunos. Fuentes debería de concretarse a lo que conoce, que es la historia de México. El problema es que él no conoce su país. Al principio quiso imitar a su padrino Octavio Paz, pero lo ha superado en muchos aspectos, sobre todo en el terreno de la ficción. Lo que me molesta de Fuentes es que él trabaja sus obras con el conocimiento y no con la imaginación. Y esto es una falla.”

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