Sonido Fulgor

jueves, 29 de septiembre de 2011

"Esa es la orfandad de este pinche país"



Javier Sicilia ríe bajito, sin soltar el cigarro. Le hace gracia eso de que se siente Jesús, pero luego se embronca. "Cuando me dicen: 'Estás destinado, Dios te eligió', les digo se van mucho a la chingada. Eso es ideología, una lógica mesiánica. Yo cambio todo, junto con mi vida, por la vida de mi hijo".

El asesinato de Juan Francisco, el pasado marzo, produjo un "milagro horrible". El nombre de su hijo se volvió un punto de referencia para la justicia negada. A Cuernavaca llegaron las víctimas de la guerra contra el narcotráfico a hacerse visibles. Y al tiempo que nacía el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, Sicilia decretaba su silencio poético.

Antes de la muerte de su hijo, había llegado a intuir el silencio como una aspiración. Lograr la comunión con Dios, ya sin palabras. "La realidad lo aceleró. El silencio llegó, trágicamente, pero llegó", dice. "Ya no podré escribir poesía. Simplemente de pensarlo me dan ganas de llorar. De repente ahí está la tentación, pero la palabra poética es sagrada, y el mundo ya no es digno de esa palabra que viene de mí".

"Nos la ahogaron adentro", le dice a Juanelo en su último poema, que cerrará Los restos, el libro que Sicilia dejó listo antes de partir a Filipinas, donde lo alcanzó la noticia de su muerte. Desde entonces permanece cerrado, sin revisar.

Hay un anuncio catastrófico en su título, reflexiona. Son poemas donde la "oscura luz" de su fe se enfrenta a la "oscura oscuridad" del mundo.

"Mi vida está punteada de muchas tragedias. Desde chiquito siempre he tenido la sensación de que va a pasar algo, una intuición oscura de las cosas. Eso se aquietó porque ya no es un presentimiento, es una realidad. Cuando te matan un hijo, ya nada puede ser peor".

Pero esa fe desnuda que siente le impide rendirse. "En estos casos, o dices que estás frente al absurdo y nada tiene sentido, o dices que estás frente al misterio. Yo he elegido el misterio; es lo mismo que el absurdo, pero con una dosis de esperanza".

Perdida la batalla frente a la muerte, queda la trascendencia. "Algún día me reuniré con mi hijo en ese misterio del amor. Porque yo creo que las virtudes teologales son una sola cosa, como la Trinidad. Donde hay fe, tiene que haber esperanza. No se excluyen, se complementan".

"A quienes me preguntan dónde estaba antes (de la muerte de mi hijo), les contesto: '¿Dónde estaba usted?'. Yo siempre he estado allí". Su historia lo demuestra. Han sido años de denunciar la descomposición social del País en Proceso, y hacer una crítica de la modernidad en sus revistas IxtusConspiratio.

Pero ese hombre que se movía en los márgenes, que abominaba de las fotografías, es ahora el más retratado. Y aunque no quiere ser visto como un líder providencial, aunque insiste en ser "la voz de la tribu", para algunos es más que un símbolo.

"Hay momentos que me conmueven mucho, pero también me aterran. Una de las víctimas, con un hijo desaparecido, me dijo en Oventic: 'Yo llegué a Cuernavaca después de que nadie me hizo caso, te busqué y tú me diste un beso, me abrazaste y lloraste conmigo. Y sentí que tenía un padre'. Alguien de mi edad. Esa es la orfandad de este pinche país".

Lo poético no deja de estar presente en Sicilia. El Movimiento, dice, es "poesía en acto", la palabra encarnada en una realidad, la de las víctimas. Y puesto que la poesía es equívoca, habita también en algunas de sus acciones, como su criticado beso al priista Manlio Fabio Beltrones.

"El problema no está en la profundidad del símbolo, sino en su lectura. ¿Qué es el beso? Hacer la paz. En la antigua liturgia, conspirar era compartir los alientos, así se hacía la comunidad democrática".

A pesar del cansancio y de un dolor que no cesa, dice estar en paz. "Y eso quiere decir que he hecho bien las cosas". Aún ve larga su lucha en el Movimiento, aunque reconoce que es otro su lugar. "Quiero llevar esto hasta donde pueda. (...) Luego iré poco a poco regresando a mi vida, a mi proporción".

Collage poético

Con Tríptico del desierto, Javier Sicilia (Ciudad de México, 1956) obtuvo hace dos años el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes. Ahora circula en una reedición, publicado por Era, con una fotografía que el director Marcelo Uribe, apenas vio, tuvo la iluminación de poner en la portada: Tlapoyahua, de Gerardo Suter.

En el poemario, Sicilia dialoga con autores como Celan, Rilke, Dante, Gorostiza. Es un collage formado por tres paneles independientes, "Las cuentas en los dedos", "La noche de lo Abierto", "La estría en el yermo", que a la vez comparten un centro: la metáfora de Dios como desierto y presencia al mismo tiempo.

Tríptico del desierto vuelve sobre el gran tema del poeta: Dios en el alma humana, que ha explorado también en títulos como TrinidadVigilias y Pascua.



Silvia Isabel Gámez, de Reforma

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Dos poemas y una pintura de William Blake



Aquel que atrapa para sí una alegría
destruye la alada vid,
pero aquel que basa la alegria en su vuelo
vive en un eterno amanecer

*

Para ver un mundo en un grano de arena
y el paraíso en una flor silvestre
sostén el infinito en la palma de tu mano
y la eternidad en una hora


Keith Richards: "LIFE".


martes, 27 de septiembre de 2011

Manifiesto




Señoras y señores
Esta es nuestra última palabra.
-Nuestra primera y última palabra-
Los poetas bajaron del Olimpo.

Para nuestros mayores
La poesía fue un objeto de lujo
Pero para nosotros
Es un artículo de primera necesidad:
No podemos vivir sin poesía.

A diferencia de nuestros mayores
-Y esto lo digo con todo respeto-
Nosotros sostenemos
Que el poeta no es un alquimista
El poeta es un hombre como todos
Un albañil que construye su muro:
Un constructor de puertas y ventanas.

Nosotros conversamos
En el lenguaje de todos los días
No creemos en signos cabalísticos.

Además una cosa:
El poeta está ahí
Para que el árbol no crezca torcido.

Este es nuestro lenguaje.
Nosotros denunciamos al poeta demiurgo
Al poeta Barata
Al poeta Ratón de Biblioteca.

Todo estos señores
-Y esto lo digo con mucho respeto-
Deben ser procesados y juzgados
Por construir castillos en el aire
Por malgastar el espacio y el tiempo
Redactando sonetos a la luna
Por agrupar palabras al azar
A la última moda de París.
Para nosotros no:
El pensamiento no nace en la boca
Nace en el corazón del corazón.

Nosotros repudiamos
La poesía de gafas obscuras
La poesía de capa y espada
La poesía de sombrero alón.
Propiciamos en cambio
La poesía a ojo desnudo
La poesía a pecho descubierto
La poesía a cabeza desnuda.

No creemos en ninfas ni tritones.
La poesía tiene que ser esto:
Una muchacha rodeada de espigas
O no ser absolutamente nada.

Ahora bien, en el plano político
Ellos, nuestros abuelos inmediatos,
¡Nuestros buenos abuelos inmediatos!
Se refractaron y dispersaron
Al pasar por el prisma de cristal.
Unos pocos se hicieron comunistas.
Yo no sé si lo fueron realmente.
Supongamos que fueron comunistas,
Lo que sé es una cosa:
Que no fueron poetas populares,
Fueron unos reverendos poetas burgueses.

Hay que decir las cosas como son:
Sólo uno que otro
Supo llegar al corazón del pueblo.
Cada vez que pudieron
Se declararon de palabra y de hecho
Contra la poesía dirigida
Contra la poesía del presente
Contra la poesía proletaria.

Aceptemos que fueron comunistas
Pero la poesía fue un desastre
Surrealismo de segunda mano
Decadentismo de tercera mano,
Tablas viejas devueltas por el mar.
Poesía adjetiva
Poesía nasal y gutural
Poesía arbitraria
Poesía copiada de los libros
Poesía basada
En la revolución de la palabra
En circunstancias de que debe fundarse
En la revolución de las ideas.
Poesía de círculo vicioso
Para media docena de elegidos:
"Libertad absoluta de expresión".

Hoy nos hacemos cruces preguntando
Para qué escribirían esas cosas
¿Para asustar al pequeño burgués?
¡Tiempo perdido miserablemente!
El pequeño burgués no reacciona
Sino cuando se trata del estómago.

¡Qué lo van a asustar con poesías!

La situación es ésta:
Mientras ellos estaban
Por una poesía del crepúsculo
Por una poesía de la noche
Nosotros propugnamos
La poesía del amanecer.
Este es nuestro mensaje,
Los resplandores de la poesía
Deben llegar a todos por igual
La poesía alcanza para todos.

Nada más, compañeros
Nosotros condenamos
-Y esto sí que lo digo con respeto-
La poesía de pequeño dios
La poesía de vaca sagrada
La poesía de toro furioso.

Contra la poesía de las nubes
Nosotros oponemos
La poesía de la tierra firma
-Cabeza fría, corazón caliente
Somos tierrafirmistas decididos-
Contra la poesía de café
La poesía de la naturaleza
Contra la poesía de salón
La poesía de la plaza pública
La poesía de protesta social.

Los poetas bajaron del Olimpo.



NICANOR PARRA

sábado, 24 de septiembre de 2011

Atravesar la materia más allá del tiempo

Foto
Ginebra, 23 de septiembre. Científicos dijeron el viernes que el descubrimiento de unas partículas subatómicas que parecen viajar más rápido que la luz podrían obligar a replantear las teorías sobre el origen del universo, pero que primero hay que confirmar los hallazgos de forma independiente.
Jeff Forshaw, profesor de física de partículas en la Universidad británica de Manchester, dijo que de confirmarse, los resultados supondrían que en teoría es posible enviar información al pasado.
En otras palabras, viajar en el tiempo sería posible (...) (aunque) eso no significa que vayamos a construir máquinas del tiempo a corto plazo, indicó.
El instituto de investigación de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), situado cerca de Ginebra, indicó que sus mediciones durante tres años han mostrado que los neutrinos lanzados a un receptor en Gran Sasso, Italia, alcanzaron los 60 nanosegundos más deprisa que la luz, una diferencia mínima que sin embargo podría socavar la teoría de la relatividad diseñada en 1905 por Albert Einstein.
Los científicos dijeron que ahora se debe confirmar independientemente el hallazgo, mientras la comunidad internacional expresó asombro y escepticismo.
Las afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias, y esta es una afirmación extraordinaria, dijo el cosmólogo y astrofísico Martin Rees.
Es prematuro hacer comentarios sobre esto. Se necesitan más experimentos y aclaraciones, dijo el profesor Stephen Hawking, el físico más conocido del mundo.
La profesora Jenny Thomas, quien trabaja con neutrinos en el cordial competidor del CERN, el Fermilab de Chicago, comentó: El impacto de esta medición, si fuera correcta, sería enorme.
El profesor Geoffrey Hall, del Colegio Imperial de Londres, que ha trabajado con el CERN, señaló que las implicaciones de los resultados son profundas, y posiblemente desafíanuna parte fundamental de nuestra cultura científica.
El propio director de investigación del CERN, Sergio Bertolucci, dijo que si los hallazgos se confirman –y es probable que al menos dos laboratorios distintos empiecen a trabajar en ello en un futuro cercano– podría cambiar nuestra visión de la física.
La gran precaución sobre el tema es normal en la ciencia, donde cualquier cosa que pueda ser un descubrimiento innovador, especialmente si da la vuelta a líneas de pensamiento bien establecidas, es siempre probada y comprobada por otros investigadores.
El descubrimiento obligaría a replantear teorías fundamentales de la física y sobre la naturaleza del universo. Auspiciaría una revolución en la física comparable a la que causó Einsten al publicar su Teoría Especial de la Relatividad.
En un comentario publicado por el CERN, el laboratorio más importante del mundo en investigación de partículas, Bertolucci subrayó este principio. Cuando un experimento encuentra un resultado aparentemente increíble y no puedes atribuirlo a un artefacto de medición, es normal invitar un escrutinio más amplio (...) es una buena práctica científica, dijo.
Las mediciones pueden consultarse en la página web científicahttp://arxiv.org/abs/1109.4897
El descubrimiento abriría intrigantes posibilidades teóricas.
La velocidad de la luz es un límite cósmico de velocidad y existe para proteger la ley de la causa y efecto, indicó el profesor Forshaw.
“Si algo viaja más rápido que el límite cósmico de velocidad, entonces se hace posible enviar información al pasado; en otras palabras, el viaje temporal hacia el pasado se haría posible. Pero eso no significar que vayamos a construir máquinas del tiempo a corto plazo, hay bastante distancia entre un neutrino que viaja en el tiempo y un humano que viaja en el tiempo“, añadió.
Partículas fantasma
El equipo, que trabaja en un experimento llamado OPERA, lanzó neutrinos –a menudo llamados partículas fantasmas, porque atraviesan la materia y los cuerpos pasando desapercibidos– desde el CERN a Gran Sasso, situado a 730 kilómetros, al sur de Roma.
Durante tres años, y en 15 milsucesos de neutrinos, un enorme detector en el centro italiano, situado en un profundo laboratorio bajo las montañas, registró lo que el portavoz de OPERA, Antonio Ereditato, describió como desconcertanteshallazgos.
Su equipo, dijo, tiene gran confianza en haber medido adecuadamente y ha excluido cualquier posibilidad de que cualquier influencia o artefacto exterior afectaran al resultado.
Mi sueño ahora es que otros colegas descubran que estamos en lo cierto, añadió.
Según la Teoría Especial de la Relatividad, de Einstein, sobre la cual se asienta la visión actual sobre cómo funciona el universo, nada puede viajar más rápido que la luz –a 300 mil kilómetros por segundo, aproximadamente–, porque su masa sería imposiblemente infinita.
La teoría de Einstein ha sido probada miles de veces en los pasados 106 años, y sólo hace poco que se han ofrecido ligeras insinuaciones sobre que el comportamiento de algunas partículas elementales podría no encajar con ella.
Estos indicios se detectaron en 2010 en el experimento MINOS (por sus siglas en inglés), del Fermilab, con neutrinos, pero a diferencia de los de OPERA se consideraron dentro de un margen de error normal.
De Reuters

viernes, 23 de septiembre de 2011

Y nada pudo desacralizar tu visión fundamental



A. UNA DE LAS ULTIMAS ENTREVISTAS A PASOLINI - 1975 

PASOLINI: -Como sabe, el film está tomado de "Los 120 días de Sodoma" de Sade, pero está ambientado durante la República de Salò, en 1944-1945. Entonces hay mucho sexo, pero el sexo en el film es el típico sexo de Sade, cuya característica es ser exclusivamente sadomasoquista en toda la atrocidad de sus detalles y sus situaciones. Me interesa este sexo como le interesa a Sade, por lo que es, pero en mi film todo este sexo asume un significado particular: es la metáfora de lo que el poder hace del cuerpo humano, su mercantilización, su reducción a una cosa, que es típica del poder, de cualquier poder. Si en lugar de la palabra "Dios", en Sade, pongo la palabra "poder", surge una extraña ideología, extremadamente actual. Y esta actualidad marca un verdadero salto con respecto a los films que hice hasta ahora, que forman la "Trilogía de la Vida": "El Decamerón", "Los Cuentos de Canterbury" y "Las Mil y Una Noches". Es marxismo puro. El manifiesto de Marx dice esto: el poder mercantiliza el cuerpo, transforma el cuerpo en mercancía. Cuando Marx habla de la explotación del hombre por el hombre, habla efectivamente de una relación sádica.
 PASOLINI: -Los sádicos han sido siempre poderosos, éste es un dato real. De hecho, en Sade, los cuatro que hacen las cosas tremendas en los 120 días son un banquero, un duque, un obispo y un presidente de la corte que representan el poder, el brazo secular del poder. Son cuatro nazi-fascistas de aquel tiempo, pero son personas particularmente cultas, capaces de leer muy bien a Nietzsche o a Baudelaire, o quizás incluso a Lautréamont... Son personajes más bien ambiguos. Y luego, sobre todo, el film carece de psicología y, por lo tanto, carece de datos personales reales. Otro elemento de inspiración del film es el recuerdo de aquellos días que viví, los días de la República de Salò...
BACHMANN: -¿Estabas allí en aquellos días?
 PASOLINI: -No estaba en Salò, sino en Friuli. Friuli se había convertido en una región alemana, estaba burocráticamente anexada a Alemania. Se llamaba el "Litoral Adriático". Había un "Gauleiter", que era una especie de gobernador... desde el 8 de septiembre de 1943 hasta el fin de la guerra. Y entonces pasé días espantosos en Friuli. Para empezar, hubo una de las luchas partidarias más duras y mi hermano murió allí. Fue una de las más crueles porque Friuli estaba bajo completo control de Alemania y pocos fascistas se veían allí. Eran verdaderos asesinos. Y además, Friuli era continuamente bombardeada por los americanos, porque los "Flying Fortresses" tiraban bombas en Friuli en su camino a Alemania. Redadas, ciudades vacías, bombardeos... casi inútiles, por pura crueldad.
 BACHMANN: -¿En qué ciudad estabas?
 PASOLINI: -Estaba en Casarsa, la ciudad de mi madre.
 BACHMANN: -¿Dónde naciste?
 PASOLINI: -No, yo nací en Bologna. Ésa es la ciudad de mi madre, donde pasé parte de mi infancia, donde iba cada verano cuando era niño. Allí fuimos evacuados en 1943.
BACHMANN: -¿Evacuados?
PASOLINI: -Significa "refugiados".
 BACHMANN: -¿De Bologna?
PASOLINI: -Sí.
 BACHMANN: -Entonces allí no trabajabas.
 PASOLINI: -No, estaba aún estudiando. Escribía los poemas que fueron mis primeros poemas friulianos.
 BACHMANN: -¿En qué año naciste?
 PASOLINI: -En 1922.
 BACHMANN: -¿Cómo puede ser entendido el mensaje de este film por los jóvenes de hoy? PASOLINI: -Yo creo que los jóvenes no lo entenderán. No me ilusiono con ser entendido por los jóvenes porque es imposible instaurar una relación cultural con ellos, dado que viven nuevos valores que son incomparables con los viejos valores en nombre de los cuales hablo. ¡Es como si tuvieran un acuerdo! Hablan, ríen y se comportan de la misma manera, usan los mismos gestos, aman las mismas cosas, manejan las mismas motocicletas... En suma, yo vi los uniformes. Cuando era niño, vi el movimiento juvenil fascista, pero nunca vi gente en uniforme como ahora. No son de una organización, no se llaman Boy Scouts, Balilla o Juventud Fascista, no se llamarán así, pero todo está basado en este movimiento juvenil informal y autocreado. Todo está basado en los chicos, en los jóvenes. Lo horrible del periodismo de la cultura italiana es que “los jóvenes son libres, no tienen complejos, son desinhibidos, son felices”. Toda la burguesía italiana está convencida de esto. Y también toda la izquierda. Creen que estos jóvenes son finalmente los jóvenes... ¿Comprendes? ¡¬No entienden, no ven, porque no los aman! Quien no ama a los campesinos, no entiende su tragedia. Quien no ama a los jóvenes, se desentiende de ellos. Dice: “Pero si son alegres, desinhibidos...”. No le importan porque no los ama. No habiendo amado a los de antes, no advierte que los de ahora han cambiado. Son siempre los mismos para él. Yo, como los he amado, los he seguido siempre. Por eso, esto para mí es una catástrofe. Es toda una declaración de amor, todos mis libros y mis obras narrativas hablan de jóvenes. Los amaba y los representaba. Ahora no podría hacer un film sobre estos imbéciles que nos rodean. A veces mis ojos se llenan de lágrimas cuando veo al hijo de Ninetto, que tiene un año. Me vienen las lágrimas por piedad por su futuro. Sí, porque los padres de estos hijos terribles, de esta nueva generación de jóvenes odiosos... hablo de las masas, porque luego, pobres, hay infinitas excepciones. En las grandes ciudades industrializadas la juventud se volvió odiosa, insoportable. ¿Pero qué han hecho los padres, aquellos que tienen cuarenta, cincuenta años? ¿Qué han hecho para prevenir que estos hijos fueran así? Los padres que tienen hijos de quince a veinte años objetivamente ya no les pueden enseñar nada... porque no tienen experiencia del tipo de vida que sus hijos viven, entonces no tienen derecho a decir: "Mira...". Cuando eran jóvenes, su problema era encontrar pan mientras que el problema de sus hijos es encontrar una motocicleta. Entonces no les pueden decir: "Cuando yo era joven...". No, porque su tipo de vida era tan diferente que no tienen derecho a enseñar y entonces se quedan callados. ¿Pero cuál generación creó las condiciones para que sus hijos vivieran así? Es siempre su culpa. Entonces, pobres, en la relación con sus hijos son impotentes y hasta podemos entenderlos, pero son los responsables de esta situación. ¡El ideal es el consumismo! Hay un enorme grupo que se extiende de Milán a Bologna, comprende Roma y se extiende por el sur. Es una civilización homologante que hace todo igual. Entonces es claro que caen las barreras, los pequeños grupos... 
BACHMANN: -¿Sin ideología?
 PASOLINI: -¬¡Cómo que no hay ideología! La ideología consumista... En vez de llevar una bandera, se ponen ropas que son una bandera. Han cambiado algunos medios y algunos instrumentos externos, pero, en la práctica, es un empobrecimiento de la individualidad que se disfraza a través de su valorización.
PASOLINI: -El film fue ofrecido a Sergio Citti y yo trabajé con él en el guión. Mi principal contribución al guión fue darle una estructura de tipo dantesco que probablemente Sade ya tenía en mente. Dividí el guión en círculos, le di al guión una suerte de verticalidad y un orden de carácter dantesco. Pero mientras trabajábamos en el guión, Sergio Citti, poco a poco, perdía interés porque tenía la idea de otro film, y yo, en cambio, poco a poco me enamoraba. Y me enamoré por completo cuando me vino esa iluminación de transportar a Sade a 1944 en Salò. Durante la edad "represiva" el sexo era una delicia, porque se hacía a escondidas y era una burla a todas las obligaciones que el poder imponía. En cambio, en las sociedades tolerantes como se declara la nuestra, el sexo produce neurosis, porque la libertad concedida es falsa y, sobre todo, es concedida desde arriba y no ganada desde abajo. Por lo tanto, no es vivir una libertad sexual, sino adecuarse a una libertad que viene concedida. Y entonces, en cierto punto, uno de los personajes de mi film dirá exactamente: "Las sociedades represivas reprimen todo... entonces los hombres pueden hacer todo". Pero agregué este concepto que para mí es lapidario: "Las sociedades permisivas permiten algo... y se puede hacer sólo aquel algo". Es terrible, ¿no? Hoy, en Italia, se pueden hacer algunas cosas. Antes, en realidad, nada era concedido. Las mujeres eran casi como en los países árabes, el sexo estaba escondido y no se podía hablar de eso, y ni siquiera se podía mostrar un seno medio desnudo en una revista. Ahora... conceden algo. Conceden fotos de mujeres desnudas... pero no de hombres. Después, una gran libertad en las parejas heterosexuales, "libertad" por decir de algún modo, porque debe ser ésa y además es obligatoria. Como es concedida, se volvió obligatoria. Como es concedida, un muchacho no puede no aprovechar la concesión. Entonces se siente obligado a estar siempre en pareja, y la pareja se volvió una pesadilla, una obsesión, en vez de una libertad. ¿Has visto cómo está de moda la pareja ahora? Pero es una pareja falsa, de una insinceridad espantosa. Mira estos chicos que, presos de quién sabe cuál noción romántica, caminan de la mano o abrazados, un chico y una chica. "¿Qué es este súbito romanticismo?", preguntarás. Nada. Es la nueva pareja relanzada por el consumismo, porque esta pareja consumista compra.
 BACHMANN: -Exactamente.
 PASOLINI: -Teniéndose de la mano van a La Rinascente, al UPIM... Son neuróticos los italianos. En una época, durante la represión, eran sexualmente equilibrados. Con la tolerancia se volvieron todos neuróticos. Además de la anarquía del poder, mi film trata sobre la posible inexistencia de la historia, polemiza contra la idea de historia que tiene la cultura eurocéntrica, es decir, el racionalismo o el empirismo burgués de un lado y el marxismo del otro. Toma Francia, por ejemplo, con sus relaciones con Argelia y con el Tercer Mundo en general. Francia, que ha alcanzado el mayor racionalismo del mundo. Para Francia, la palabra "libertad" corresponde a "racionalidad". Ahora Francia ha llegado a una especie de saturación de la propia racionalidad. Entonces, ¿cómo soporta una nación como Francia esta irrupción de irracionalidad que trae consigo el Tercer Mundo, el mundo del hambre? Las poblaciones del Tercer Mundo, precisamente porque son reprimidas y tenidas al margen de la vida pública y de la vida política, han conservado, como todas las áreas marginales, un tipo de cultura anterior que, de algún modo, es el tipo de cultura prehistórica. Francia se ubica como la maestra de racionalidad para las poblaciones coloniales. De hecho, los educa muy bien. Francia no ha tomado nada de ellos, sólo ha dado. Les dio un modelo de educación, racionalidad, civilización, pero no supo aprender nada de ellos, porque este tipo religioso, irracional, prehistórico que el Tercer Mundo trae consigo, no es racionalizable. Entonces los franceses deben modificar su razón si quieren comprender, si no quieren quedarse atrás. París es una ciudad maravillosa que admiro porque la matriz de mi cultura está allí. No puedes dejar de admirarla, pero se siente que es... más remota, más lejana, más arcaica que una pequeña ciudad de cualquier nación subdesarrollada que se está creciendo. El mundo moderno será una síntesis entre el mundo de la burguesía occidental de hoy y el mundo de las poblaciones subdesarrolladas que se unen ahora a la historia. La racionalidad occidental será modificada por la presencia de otro tipo de visión del mundo que estos pueblos expresan. La modernidad consiste en esta modificación. Es verdad que el hombre es siempre el mismo, pero también es verdad que cambia. Tanto más porque en este momento nos está amenazando una verdadera mutación antropológica. El verdadero apocalipsis es que la tecnología, la era de la ciencia aplicada, hará del hombre algo distinto de lo que era antes. Ha sucedido algo que no tiene equivalentes en la historia del hombre.
 PASOLINI: -Y estamos aterrorizados por la idea de que nuestros descendientes no sean más como nosotros. Es un poco el fin del mundo. El sadomasoquismo es una categoría eterna del hombre: estaba en el tiempo de Sade, está hoy, etc. Pero no es esto lo que me importa. Me importa también esto, pero el sentido real del sexo en mi film es una metáfora de la relación entre el poder y sus subordinados, entonces vale para todos los tiempos. La motivación vino de que yo detesto, sobre todo, el poder de hoy. Todos odian el poder que sufren. Por eso, yo odio con particular vehemencia el poder de hoy, 1975. Es un poder que manipula los cuerpos de un modo horrible, no tiene nada que envidiar a la manipulación de Himmler o Hitler. Los manipula transformando sus conciencias, en el peor modo, instituyendo nuevos valores que son alienantes y falsos: los valores del consumo, que culminan lo que Marx llamó genocidio de las culturas vivientes, reales, precedentes. Por ejemplo, ha destruido Roma. Los romanos no existen más. Un joven romano no existe más, es un cadáver. El cadáver de sí mismo que aún vive biológicamente y está en un estado de desconcierto entre los antiguos valores de su cultura popular romana y los nuevos valores pequeño-burgueses, valores consumistas que le han sido impuestos. Entonces, este tipo de cambio ha difundido entre los italianos la ideología del hedonismo consumista, que es, a su manera, estúpidamente laica y racional, miope, estrecha. Esta ideología toca a todos los italianos, intelectuales incluidos. Yo también, en cierto sentido, sin querer participo en esta ideología, porque yo también estoy feliz de tener un automóvil o de apretar un botón y tener calefacción. Yo también, en cierto sentido, tiendo a los bienes superfluos. Sólo que yo me salvo de todo esto a través de la cultura, etc. En esto, soy un privilegiado. Pero la enorme masa de los italianos ha caído en este mecanismo. Han caído los valores y han sido sustituidos por otros. Han caído los modelos de conducta y han sido sustituidos por otros. Esta sustitución no era el deseo de la gente de abajo, sino que ha sido impuesta por el poder consumista, es decir la gran industria italiana multinacional y también la nacional, hecha de pseudo-industriales, que querían que los italianos consuman ciertos bienes de una cierta manera. Y para consumirlos, debían crear otro modelo humano. Un viejo campesino, tradicionalista y religioso, no consumía la comida chatarra anunciada en la TV. Había que encontrar un modo de que la consumiera. En verdad, los productores fuerzan a los consumidores a comer mierda. El caldo Knapp, etc... Dan cosas adulteradas, malas... los quesos robiola, los quesitos para bebés... son todas cosas horribles que son mierda. Si hiciera un film sobre un industrial de Milán que produce galletas y luego las anuncia y hace que los consumidores las coman, el resultado sería un film terrible sobre la contaminación, la adulteración, el aceite hecho con los huesos de la carroña... Podría hacer un film así, ¡pero no puedo! ¿Cómo puedo estar un año, primero pensándolo y luego filmando? Sería más útil, en el sentido directo y práctico de la palabra, mostrarlo exactamente como es. Pero, ¿quién me manda a hacerlo? Sería autoagresión. El poder permanece igual, sólo sus caracteres cambian. El súbdito, en vez de ser austero, religioso, es un consumidor: no previsor, no religioso, laico, etc. Los caracteres culturales cambian, pero la relación es idéntica. Entonces, es un film no sólo sobre el poder, sino sobre lo que llamo "la anarquía del poder". Nada es más anárquico que el poder. El poder hace lo que quiere y lo que quiere es totalmente arbitrario o dictado por sus necesidades económicas que escapan a la lógica común. El cristianismo y el marxismo han sido siempre impuestos desde arriba, nunca han venido desde abajo. Este principio de la sumisión puede ser un poco análogo al instinto de muerte de Marx, ¿no? Coexistente con el espíritu agresivo del amor. En mi opinión, continuó existiendo inalterable bajo el cristianismo, porque el cristianismo enseguida se convirtió en religión de estado, es decir de la clase dominante, y fue impuesto, entonces no cambió estos instintos profundos. En cambio, el único sistema ideológico que realmente involucró también a las clases dominadas es el consumismo, porque es el único que llegó al fondo, que da una cierta agresividad porque esta agresividad es necesaria para el consumo. Si uno es puramente sumiso, sigue el instinto puro de la sumisión como un viejo campesino que bajaba la cabeza y se resignaba... algo sublime, heroico. Ahora este espíritu de resignación, de sumisión, no existe más, porque ¿qué consumidor es uno que se resigna y acepta su estado arcaico, retrógrado e inferior? Debe luchar para elevar su estatus social. "Yo bajo la cabeza en nombre de Dios" es ya una gran frase. Mientras que ahora, el consumidor ni siquiera sabe que baja la cabeza. Al contrario, cree estúpidamente que no la baja y que posee sus derechos. Al contrario, está siempre allí reclamando sus derechos, creyendo en ellos, y en cambio es un pobre cretino. El poder es siempre codificador y ritual. Sin querer, me encontré representando en este film la vida del buen pequeño burgués, con sus salones, su té, sus abrigos, y por otra parte la ceremonia nazi, en toda su solemnidad macabra, tétrica y miserable. Porque el poder es ritual y codificador. Pero lo que ritualiza, lo que codifica es siempre la nada, el puro capricho, es decir, su propia anarquía.
PASOLINI: -Los hombres necesitan el mito. Sin embargo, en el mundo campesino los mitos eran siempre revividos a través de rituales. La misa fue un ritual que cristalizó por milenios un credo religioso. Todas las religiones antiguas pueden resumirse en un esquema, el del eterno retorno: la muerte y luego la resurrección. Muerte y resurrección de la naturaleza, del pasto, de las cosechas. Este eterno retorno ya no tiene sentido para el hombre moderno. El ciclo estacional ha sido reemplazado por los infinitos ciclos de producción y consumo: el de la bicicleta, el del automóvil, el de la ropa... Hay muchos ciclos pequeños. Producir y consumir, producir y consumir es un ciclo artificial, pero un ciclo al fin. Hoy los rituales son de otro tipo, por ejemplo estar en fila delante de una TV, o estar en fila en una cola de automóviles el fin de semana, o hacer un picnic en un campo, siempre el fin de semana. Cada poder tiene sus formas de ritual. Uno de los rasgos de la desaparición del mito y del antiguo ritual campesino, sustituido por la industrialización, es la muerte de la iniciación. La pubertad, para el catolicismo, tenía la Comunión y la Confirmación que ahora ya no cuentan, ya no tienen ningún sentido. Ahora no hay iniciación porque el niño ya nace consumidor. No hay una iniciación a la sociedad de consumo. Los jóvenes tienen la misma autoridad como consumidores que lo ancianos. El hombre ha sido siempre conformista. Su característica principal es la de conformarse con cualquier tipo de poder o calidad de vida que encuentra al nacer. Tal vez, biológicamente, el hombre es narcisista, rebelde, ama la propia identidad, etc, pero la sociedad lo hace conformista y él ha bajado la cabeza, de una vez y para siempre, ante las obligaciones de la sociedad. Yo no suscito piedad a través de las víctimas si no es con la máxima discreción. De lo contrario, el film habría sido horrible, insoportable. Si hubiera creado víctimas simpáticas que lloraban, que conmovían, después de cinco minutos habrías huido de la sala. Y, sobre todo, no lo hice porque no lo creo. Hay alguien que se rebela, pero se rebela apenas, de modo inconsciente, y es sólo uno. Es la culminación del film: muere cerrando el puño. Pero no escribas esto, querría que fuera una sorpresa. No creo que haya nunca una sociedad en la cual el hombre sea libre.
 BACHMANN: -¿Entonces es inútil esperarla?
 PASOLINI: -Pero no debemos esperar nada. La esperanza es una cosa horrible, inventada por los partidos para tener contentos a sus afiliados. Ya no escribo como antes, lo que equivale a decir que ya no escribo más. Al principio, cuando comencé a hacer cine, pensé que era sólo la adopción de una técnica distinta, casi diría, de una técnica literaria distinta. Pero luego advertí, poco a poco, que era la adopción de una lengua diferente. Entonces abandoné la lengua italiana, con la cual me expresaba como hombre de letras, para adoptar la lengua cinematográfica. He dicho varias veces como protesta, como total contestación, que habría querido renunciar a la nacionalidad italiana. Haciendo cine, en cierto sentido he renunciado a la lengua italiana, es decir, a mi nacionalidad. Pero hay otra verdad, tal vez más complicada y profunda: la lengua expresa la realidad a través de un sistema de signos. En cambio, un director expresa la realidad a través de la realidad. Ésta es quizás la razón por la cual me gusta el cine y lo prefiero a la literatura, porque expresando la realidad como realidad, opero y vivo continuamente al nivel de la realidad. Un poeta usa la palabra "flor", ¿pero de dónde la toma? La toma de nuestro lenguaje de hombres que comunicamos. La poesía no nos importa nada. Usamos la palabra "flor" porque sirve a nuestras relaciones humanas. En cambio, ¿en qué otro lenguaje se fundan las imágenes? Se fundan en las imágenes de los sueños y de la memoria. Al soñar y al recordar, rodamos pequeños films en nuestras cabezas. Entonces, el cine se basa en un lenguaje completamente irracional: los sueños, la memoria, y la realidad como hecho bruto. Una imagen es infinitamente más onírica que una palabra. En el fondo, cuando uno ha visto un film, le parece haber soñado. Mi obra está influenciada por el uso de actores no profesionales y por escenografías no reconstruidas en un teatro. Uso escenografías reales: cuando filmo, yo sólo recojo material. Entonces voy a cualquier lugar, elegido por mí, y recojo el material según la luz, según lo que hay ahí en ese momento. Cuando estás en medio de un paisaje hermoso con los personajes que te gustan, estás ávido. Como un glotón en medio de toda clase de manjares, buceas como una bestia comiendo aquí y allá. Así era yo antes. Ahora tomo un muchacho que no ha actuado nunca, lo pongo frente a la cámara y lo tengo allí un largo rato, recogiendo material. Esto significa que luego debo hacer un largo trabajo de edición para quitar todo lo que es inútil y capturar, en cambio, ese momento de verdad que pudo... centellear en sus ojos, en su sonrisa mientras yo filmaba. En este film, en cambio, esto no sucede porque no es un film de material recolectado, elaborado luego en la edición. Ya está terminado y editado mientras lo filmo. Por eso, necesito un mayor profesionalismo de los actores. De hecho, hay cuatro, cinco actores profesionales en el sentido más puro de la palabra, pero también a quienes elegí de la calle, que actúan por primera vez, los uso como si fueran actores. Pretendo de ellos un desempeño profesional de actores: deben decir la línea entera con la expresión justa del principio al fin, etc. Además, dejo un amplio margen para la improvisación, para la libertad. Pero aquí está todo mejor programado que lo habitual. Quiero editarlo de un modo perfecto. Este film debe ser, formalmente, casi un cristal al terminar. No debe ser confuso, caótico, inventado, desproporcionado. Todo debe ser muy calculado, mucho más preciso. Todo: los movimientos, las composiciones, los trucos... Antes hacía los trucos así nomás, aquí no: cuando alguien debe caer muerto, debe repetirlo mil veces hasta que realmente parezca un cuerpo muerto. Siempre trato de obtener esta perfección formal, que me sirve para cerrar, como una especie de envoltorio, las cosas terribles de Sade y del fascismo. El uso obsesivo del campo y del contracampo, del primer plano opuesto a otro primer plano, la ausencia de planos sobre el hombro, la ausencia de personajes que salen y entran en el campo, la ausencia, sobre todo, de planos secuencia, son rasgos típicos de todos mis films. En este film, todo eso es llevado a la máxima lucidez y al absoluto. Mis hábitos casi obsesivos son llevados a tal punto de obsesión, que tal vez cambie la cualidad. Si creyera que mi cine está totalmente integrado a una sociedad que también quiere la clase de films que hago, entonces quizás no los haría. Estoy convencido de que hay algo que no puede ser integrado. La sociedad burguesa digiere todo: amalgama, asimila y digiere todo. Pero en cada obra donde la individualidad y la singularidad se afirman, con originalidad y violencia, hay algo no integrable.
 BACHMANN: -¿A quién se dirige el film?
 PASOLINI: -En general, a todos, a un otro mí mismo. Es verdad que la masa aliena y mistifica la obra de arte cuando ésta es mercantilizada y es propuesta a ellos en un cierto modo, pero la masa está todavía compuesta de individuos. Y entonces en una sala, en un ritual social, donde mi film es propuesto a las masas de ese modo, etc; en estas salas, de hecho, hay individuos. El individuo es el procesador de los problemas del mundo. Todo sucede en el individuo. Atribuyo a los otros, aun al más atado, al más esclavizado, la chance de entender una obra a su modo, a su nivel. Tengo esta fe en la libertad humana, que no sabría racionalizar. Pero me doy cuenta de que, si las cosas continúan así, el hombre se mecanizará tanto, se alienará tanto, devendrá tan antipático y odioso, que esta libertad estará completamente perdida. Continuaría igualmente haciendo cine aun si yo fuera el único hombre libre y esa libertad muriera con mi cine. Continuaría haciendo lo mismo porque necesito hacerlo. Me gusta hacerlo y lo haré. O me suicido o lo hago. Haciendo un film, me expreso. Si luego mi expresión es completamente alienada y mecanizada, ¡paciencia! Entre tanto, me he expresado lo más libremente posible.
 BACHMANN: -¿Cuál consideras el punto central de tu obra, es decir la cosa central que te guía de un film a otro? Un mensaje, una obsesión, una idea...
 PASOLINI: -Es una idea formal de lo que debo hacer, que es igual en todos los films. El esquema formal, la iluminación que tengo de lo que un film debe ser, que es inexpresable en palabras: o lo entiendes o no lo entiendes, no te lo sé decir. Cuando decido hacer un film, lo decido porque tengo una iluminación, que es la idea formal del film. Es la síntesis del film. La idea de un film nunca es el producto de una serie de pensamientos. En todo caso, hay una serie de pensamientos que es interrumpida por una iluminación, como fue en el caso de Sade. Cuando se hace un film, como cuando se escribe una novela, hay fases. Hay una historia de la generación de las cosas y el autor, al final, ha hecho algo que sólo estaba en parte en su cabeza. El montaje del film es un momento de gran sorpresa para el autor mismo, no tanto porque resulta otra cosa de la que tenía en mente, sino porque ha salido la cosa real. Cuando miro las cosas, tengo un ojo racional, crítico, que tomo de mi cultura laica, burguesa y luego marxista. Entonces hay un ejercicio crítico continuo de mi razón sobre las cosas del mundo. Pero mi visión real, la más antigua, la más arcaica, que tuve al nacer y formé en mi primera infancia, mi visión original es una visión sagrada de las cosas. Veo el mundo como casi todos los que tienen una vocación poética, es decir, como un hecho milagroso y casi sagrado. Y nada puede desacralizar mi visión sagrada fundamental. Pienso que ningún artista en ninguna sociedad es libre. Estando aplastado por la normalidad y por la mediocridad de cualquier sociedad donde viva, el artista es una contestación viviente. Representa siempre lo contrario de la idea que cada hombre en cada sociedad tiene de sí mismo. Un margen mínimo y tal vez inapreciable de libertad, en mi opinión, hay siempre. No sé decirte hasta qué punto esto es o no es libertad. Pero ciertamente algo escapa a la lógica matemática de la cultura de masas, al menos por ahora.
 BACHMANN: -¿Qué debemos hacer, mientras tanto?
 PASOLINI: -¿Qué debemos hacer? Ser coherentes con las propias ideas y tratar de hacer eso mínimo que uno puede. ¿Qué quieres hacer?
 BACHMANN: -En definitiva... ¿creer?
 PASOLINI: -Incluso no creer. Basta que el no creer sea dinámico. Muchas veces uno que no cree y hace de este no creer una bandera, llega a algo. La verdadera realidad es que el hombre contemporáneo no cree y cree.
 BACHMANN: -Pero Pasolini, ¿cree o no cree?
 PASOLINI: -Creo y no creo. Ésta es la respuesta.

 B. ASESINATO NUNCA ESCLARECIDO DEL 2 DEL NOVIEMBRE DE 1975 
 SOMBRAS EN LA MUERTE DE PASOLINI (ENRIC GONZALEZ, de El Pais, 2005) Aquella madrugada del 2 de noviembre de 1975, en el descampado junto al mar de Ostia, Pier Paolo Pasolini y Giuseppe Pino Pelosi no estaban solos. Había otros tres hombres, cuarentones, con acento del sur, y fueron ellos quienes destrozaron a bastonazos al intelectual más incómodo de Italia. Eso afirma ahora Pino Pelosi, asesino confeso de Pasolini, treinta años después del crimen por el que cumplió siete años de cárcel. Pelosi tiene hoy 46 años y un historial de violencia doméstica y pequeños delitos. El sábado participó en un programa nocturno de RAI 3, Sombras sobre el misterio, para afirmar que él nunca fue culpable, aunque causara la muerte del cineasta y escritor pasándole por encima con un automóvil. Los asesinos fueron otros, tres hombres que le amenazaron con matar a su familia si hablaba. "He vivido 30 años en el terror, me habían amenazado a mí, a mi madre, a mi padre. Ahora mis padres están muertos y ya no tengo miedo", dijo. "Quizá aquellos tres también han muerto", agregó. El nuevo relato de Pelosi era, en su primera parte, el mismo que en su momento realizó al confesar ante la policía romana. Pasolini apareció en un coche por los alrededores de la estación Termini, poco antes de medianoche, en busca de compañía. "Me propuso comer alguna cosa y magrearnos un poco", explicó Pelosi a RAI 3. "Yo tenía 17 años y era totalmente inmaduro. Me ofreció 20.000 liras. Se comportó normalmente, como una persona educadísima, un perfecto caballero". La pareja se dirigió hacia el mar y, una vez en Ostia, Pasolini condujo hasta un descampado. La oscuridad era completa. En 1975, Pelosi afirmó en su declaración que en el último momento prefirió no mantener relaciones sexuales con Pasolini y descendió del automóvil. Pasolini le siguió, le amenazó y le golpeó con un bastón (quienes conocieron al escritor y cineasta nunca creyeron eso: era físicamente incapaz de cometer actos violentos), y Pelosi, enfurecido, devolvió los golpes. No pudo explicar el motivo de la brutal violencia sufrida por Pasolini. Cuando éste quedó en el suelo, el muchacho corrió hacia el automóvil y huyó. En la fuga pasó por encima del cuerpo de Pasolini y le reventó el corazón. Fue detenido por circular en dirección prohibida. Por la mañana, al ser descubierto el cadáver, fue acusado de homicidio. El sábado pasado cambió la versión. Estaban en el coche, habían hecho sexo oral y Pelosi se apeó "para orinar". Entonces aparecieron tres desconocidos, "de 45 o 46 años, con acento del sur, calabrés o siciliano". "Uno de ellos, con barba, me golpeó y me amenazó a mí y a mi familia si hablaba; los otros dos sacaron al señor Pasolini del coche y empezaron a golpearle con una violencia inaudita". Le insultaban gritándole "fetillo", "cerdo comunista" y "maricón". "El pobre gritaba mientras le masacraban", dijo Pelosi. Los misteriosos agresores desaparecieron en la oscuridad y él tomó el coche, pasó involuntariamente por encima del cuerpo y huyó. La sentencia de 1976 condenó a Giuseppe Pelosi por un homicidio "cometido en compañía de desconocidos". Los recursos y apelaciones fueron despachados con una celeridad inusual en la justicia italiana, pese a que en el coche apareció un jersey que no pertenecía ni a Pasolini ni a Pelosi y pese a que este apenas se había manchado de sangre, algo extraño teniendo en cuenta la carnicería cometida sobre el cuerpo del escritor. La Italia democristiana, que Pasolini azotaba en sus artículos, consideró, en palabras de Giulio Andreotti, que la víctima "se lo había buscado". Varias investigaciones periodísticas apuntaron a grupos de ultraderecha, pero la policía nunca investigó en ese sentido. El abogado Nino Marazzita, que ya en 1976 representó a la acusación particular, presentó ayer una memoria ante la Fiscalía de Roma y solicitó la reapertura del caso. La fiscalía se limitó, por el momento, a abrir un expediente informativo.

¿De qué están hechos mis zapatos?


miércoles, 21 de septiembre de 2011

domingo, 18 de septiembre de 2011

El mal y la mirada mística




Desde Auschwitz el problema del mal se volvió tremendo. La afirmación de Dostoievsky en boca de Iván Karamazov: “No puedo creer en un Dios que permite la muerte de los inocentes”, se volvió no sólo un peso terrible en la conciencia religiosa –¿cómo es posible creer en un Dios que delante de la Shoa y de los genocidios modernos, permanece trágicamente silencioso y ausente?–, sino también en esas lúcidas conciencias ateas como la del filósofo Adorno: “Después de Auschwitz ya no es posible escribir poesía”, la palabra sagrada.
No puedo dejar de compartir esa realidad que, desde la muerte de mi hijo y de los miles de asesinados de las maneras más crueles que día con día caen en nuestro país, no sólo persigue a mi conciencia, sino que se ha enquistado en mi piel como un aguamala. ¿Vale la pena creer en un Dios así? ¿Existirá?
En el orden de las evidencias fundamentales, de una concepción de Dios como omnipotencia, como poder, la respuesta es no –el poder, como lo muestran los seres humanos, sólo sirve para oprimir, para violentar y matar. Sin embargo, esa presencia inusitada del mal nos coloca de cara a una realidad de Dios que, aunque presente en el Evangelio mismo y revelada en las palabras de San Juan:  “Dios es amor”, sólo puede verse en la oscuridad más absoluta. En realidad Dios es, como el amor, pura debilidad, pura impotencia, pura humildad, pura renuncia. Dios no puede más que amar y, en consecuencia, no puede cambiar nada, sólo puede mostrarse en el accionar de los justos que son tan impotentes, como él, para cambiar algo. Lo saben los místicos, pero sobre todo aquellos que, ajenos a las interpretaciones de las ideologías religiosas, lo encontraron como una gracia en las profundidades de su corazón. Dos de ellas, Simone Weil y Etty Hillesun –a quien dediqué mi columna pasada– lo comprendieron en el centro mismo de la Shoa. “La Creación no es de parte de Dios” –escribió Weil en “El amor de Dios y la desdicha”–un acto de expansión, sino de retiro, de renuncia […] Dios permitió [así] la existencia de cosas distintas a Él, de un valor infinitamente menor que Él […] Dios se negó en sí mismo a favor nuestro para darnos la posibilidad de negarnos por Él. Esta respuesta. Este eco que está en nuestro poder rechazar, es la única justificación posible para la [impotente] locura del amor.”

Etty Hillesun
Etty, sin embargo, es más incisiva en su pasión que Weil, a quien la vida amorosa de los cuerpos la exasperaba a grados terribles. Ella, que en esa pasión se parece tanto a mí, expresa, en muchas de sus reflexiones, lo que yo no he dejado de sentir desde el asesinato de mi hijo y a lo largo de este caminar, en medio del mal, con mi dolor y el de las víctimas en busca de la paz. Así, cuando llega la noche y, en medio de la impotencia, la fatiga, el dolor acumulado en el corazón, las denostaciones de unos, las incomprensiones de otros y la imposibilidad de cambiar nada del horror que vivimos, está a punto de desmoronarme, busco un lugar apartado, cierro los ojos y dejo que la oración que Etty escribió el 12 de julio de 1942 llene mi pobreza:  “Dios mío, estos son tiempos de terror. Esta noche, por primera vez, me he quedado despierta en la oscuridad, con los ojos ardientes, mientras desfilaban ante mí, sin parar, imágenes de sufrimiento. Voy a prometerte una cosa, Dios mío, una cosa muy pequeña: me abstendré de colgar en este día, como otros tantos pesos, las angustias que me inspira el futuro. Pero esto requiere cierto entrenamiento. De momento, a cada día le basta su pena. Voy a ayudarte, Dios mío, a no apagarte en mí, pero no puedo garantizarte nada por adelantado. Sin embargo, hay una cosa que se me presenta cada vez con mayor claridad: no eres tú quien puede ayudarnos, sino nosotros quienes podemos ayudarte a ti y, al hacerlo, ayudarnos a nosotros mismos. Esto es todo lo que podemos salvar en esta época, y, también, lo único que cuenta: un poco de ti en nosotros. Dios mío. Quizá también nosotros podamos contribuir a sacarte a la luz en los corazones devastados de los otros.”
Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar todos los presos de la APPO, hacerle juicio político a Ulises Ruiz, cambiar la estrategia de seguridad y resarcir a las víctimas de la guerra de Calderón.

Javier Sicilia

de La Jornada

viernes, 16 de septiembre de 2011

"La batalla del poder está en nuestras mentes"



Lluvia



La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje. 

Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante. 

Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares.
La que derrama vida sobre las sementeras
y en el alma tristeza de lo que no se sabe. 

La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o la ilusión inquieta de un mañana imposible
con la inquietud cercana del color de la carne. 

El amor se despierta en el gris de su ritmo,
nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero nuestro optimismo se convierte en tristeza
al contemplar las gotas muertas en los cristales. 

Y son las gotas: ojos de infinito que miran
al infinito blanco que les sirvió de madre. 

Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
Son poetas del agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no sabe. 

¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacifica que eres la verdadera,
la que llorosa y triste sobre las cosas caes! 

¡Oh lluvia franciscana que llevas a tus gotas
almas de fuentes claras y humildes manantiales!
Cuando sobre los campos desciendes lentamente
las rosas de mi pecho con tus sonidos abres. 

El canto primitivo que dices al silencio
y la historia sonora que cuentas al ramaje
los comenta llorando mi corazón desierto
en un negro y profundo pentagrama sin clave. 

Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza resignada de cosa irrealizable,
tengo en el horizonte un lucero encendido
y el corazón me impide que corra a contemplarte. 

¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman
y eres sobre el piano dulzura emocionante;
das al alma las mismas nieblas y resonancias
que pones en el alma dormida del paisaje! 

F.G.L.

Te comerán los zombis

Edouard Boubat, magistral fotógrafo







Grito de Libertad desde el sur del país


Oventik, Chiapas, 16 de septiembre de 2011, palabras de Javier Sicilia al EZLN- Quiero saludar este encuentro con unos versos que escribieron los zapatistas para celebrar el séptimo aniversario de su alzamiento: (…)/ Resistimos a la muerte que mata matando/ Resistimos a la muerte que mata olvidando/ Resistimos a la muerte/ Vivimos/ Aquí estamos/ Así está mandado por nuestros más primeros:/ Que el 7 se abra a nuestro latido/ Que eco se haga/ Y puente/ Y camino/ Y lugar/ Y casa/ Para que viva el corazón primero de esta patria/ Para que nunca más el silencio sea cómplice del crimen/ Para que la palabra no se pierda entre el ruido/ Para que la soledad sea derrotada y no haya fronteras para el esperanza/ Para que los pies de todos tengan el paso digno/ Para que nadie quede sin lugar para sembrar la memoria/ Para que todos puedan entrar y salir y las paredes no sean cárceles sino cobijo/ Para que este país llamado México nunca vuelva olvidar a quienes por ellos y con ellos es/ Para que quien antes estuvo fuera y perseguido dentro se esté y con todos y devuelva la memoria/ (…)/ El tiempo marca ya el tiempo de los más pequeños/ (…)”. Por la memoria de nuestros muertos que viven cuando resistimos al olvido, hagamos un minuto de silencio.
Hermanos y hermanas zapatistas, venimos desde hace 5 meses caminando, recorriendo el país, recogiendo dolores, consolando y consolándonos de tantos desprecios, de tantos agravios, gastando el alma y las suelas para encontrarlos y abrazarlos también a ustedes cuyos dolores y agravios son más antiguos que los nuestros.
Hace 17 años ustedes hicieron consciente a la nación de ese desprecio ancestral y al hacerlo, al mostrarlo con el símbolo de los sin rostro, no sólo nos hicieron sentir vergüenza de nuestro olvido, de nuestra deuda histórica con los más primeros de nuestros pobladores, sino que, con una dignidad ejemplar, llenaron de contenidos a una nación que, devorada por la esclavitud de lo económico y la administración institucional de la vida, había perdido de vista su dignidad y, como en otras épocas –en las épocas en que los barbados, los que vinieron del mar, los despojaron de su historia primera– los había dejado morir de enfermedad, de despojo, de hambre y de desprecio. Por desgracia, después de la vergüenza, del entusiasmo por devolverles su historia y aprender de ella, volvimos a olvidarlos. El gobierno traicionó los Acuerdos de San Andrés y nosotros, sin saber bien lo que habíamos mirado y nos habían revelado, volvimos a someternos al juego del Estado, a la corrupción de los gobiernos, a la simulación de una transición democrática que abriría el camino a los intereses globales y a la voracidad del mercado. La consecuencia de ese olvido, de ese no haber entendido, desgarró aún más el tejido social de la nación, miserabilizó a todos, le cerró el presente a los jóvenes, fomentó el crimen y exaltó la corrupción. En esas condiciones, el gobierno, cuyo partido había enarbolado la bandera de la transición democrática, decidió, en nombre de los intereses globales de los norteamericanos y de su consumo de drogas, desatar una guerra contra el narcotráfico que nos ha costado más de 60 mil muertos, más de 10 mil desaparecidos y más de 120 mil desplazados criminalizados por un Estado que hasta recientes fechas no había querido asumir su responsabilidad. A los agravios ancestrales a los pueblos indios se han sumado ahora los agravios a toda la nación. El norte del país, hermanos y hermanas zapatistas, está balcanizado por el crimen y la corrupción de los gobiernos; el norte y parte del sur del país está destrozado por la muerte, los levantones, los secuestros, las desapariciones forzadas, los feminicidios, los cobros de piso del crimen organizado y por un ejército que, contra su vocación fundamental, ha sido sacado de sus cuarteles y ahora habita en nuestras calles. La herida abierta en la frontera norte del país, en Ciudad Juárez, se ha ido extendiendo por toda la nación como una gangrena que se está llevando a nuestros hijos e hijas y amenaza con devorarlo todo.
Desde hace 5 meses, sin embargo, queridos hermanos y hermanas zapatistas, después del brutal asesinato de mi hijo Juan Francisco y de sus amigos Julio, Luis y Gabo, nos pusimos a caminar, a mostrar que las “bajas colaterales”, las cifras con las que el gobierno quería enterrar en el olvido a nuestro muertos, tienen nombres, apellidos, familias, que muchos de ellos son inocentes y que todos, no importa que sean criminales –porque no se nace criminal– deben ser visibilizados, mostrados, recuperados en sus historias y en nuestra memoria, que debemos detener esta guerra y hacer una paz con justicia y dignidad donde, como ustedes no han dejado de repetir, se funde “un mundo donde quepan muchos mundos”, donde ningún hijo, hija, padre, madre, hermano o hermana de esta familia humana que habita México sea humillado, violado, asesinado.
Por eso decidimos, sobreponiéndonos a nuestro sufrimiento, caminar, abrazar, besar, dialogar, tocar el corazón y las conciencias de todos, hacer, sin perder la firmeza y la crítica, la paz. Porque creemos, como lo creía Gandhi, que no hay camino para la paz porque la paz es el camino, buscamos con nuestros gestos mostrarla, revelarla, hacerla presente en donde estamos.
Es tiempo, queridos hermanos y hermanas zapatistas, de hacer la paz, y la paz no puede hacerse sin todos y sin escuchar el latido del corazón de la patria, de ese corazón que late al norte, al sur, al este, al oeste, a la izquierda, a la derecha, abajo y arriba, en todas partes en donde un hombre y una mujer de buena voluntad han decidido refundar a la nación y, en el amor que sobrepasa al odio, crear un mundo en el que quepan muchos mundos. Por eso fuimos al norte, por esos nos sentamos a dialogar con todos y por eso venimos hasta aquí a saludar con toda humildad a los más primeros, a los que nos recordaron y nos recuerdan siempre que nada compensa la humillación de un ser humano.
Ciertamente, como alguna vez lo dijo Albert Camus, no podemos crear un mundo en donde ya no se asesine a los inocentes, pero juntos, con todos esas voluntades unidas, podemos hacer un mundo en donde su dolor y su muerte disminuya.
Además, no dejamos de seguir opinando y ahora exigiendo, que deben respetarse los Acuerdos de San Andrés.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Mito e historia, de Tzvetan Todorov


Goya

En la iconología del Renacimiento, la memoria se representaba como una mujer de dos rostros, vuelto el uno hacia el pasado y el otro hacia el presente; llevaba en una mano un libro (del que podía sacar sus informaciones) y una pluma en la otra (probablemente para poder escribir nuevos libros). La labor de memoria se somete a dos series de exigencias: fidelidad para con el pasado, utilidad en el presente. Pero ¿qué ocurre cuando estas series entran en conflicto, cuando la restitución verídica de los hechos puede tener un efecto perjudicial?

Dos recientes debates referentes a personajes públicos han recordado la posibilidad de semejante conflicto. Ambos se referían a individuos que tenían en la imaginación colectiva un estatuto de héroes. El protagonista del primero fue Arthur London. Este hombre, de origen checo, muerto en 1986, era un funcionario de la Internacional Comunista, que había participado en la guerra de España; casado con una francesa, había sido un dirigente de la resistencia comunista en Francia, antes de ser deportado al campo de Mauthausen. Después de la guerra, permaneció varios años en la Europa occidental; de regreso a Praga en 1948, se convirtió muy pronto en viceministro de Asuntos Exteriores. Fue sin embargo detenido en 1951 y condenado a prisión perpetua, en el marco del proceso Slansky, la mayoría de cuyos protagonistas fueron ejecutados. Después de 1955, fue liberado y rehabilitado; en 1963 se instaló en Francia. En 1968, publicó La confesión, relato de su experiencia carcelaria. La obra fue adaptada al cine por Costa-Gavras, con Yves Montand en el papel de London; la película dio la vuelta al mundo.

En noviembre de 1996 apareció el libro de Karel Bartosek Las confesiones de los archivos, consagrado a las relaciones entre los partidos comunistas checo y francés, que explota esencialmente los archivos de Praga, recientemente abiertos. Bartosek es un historiador checo que vive en Francia desde 1982; también él fue «reprimido» tras la invasión soviética de 1968 (después de seis meses de cárcel, perdió su trabajo en la investigación científica y se convirtió en peón de albañil, antes de ser privado de su nacionalidad y expulsado). Un capítulo de este libro, consagrado al caso London, produjo una viva polémica en los medios de comunicación. La querella se refería a dos cuestiones. Por una parte, se trataba de establecer la biografía de London con la máxima precisión; los principales contradictores de Bartosek eran, aquí, los íntimos del revolucionario difunto. Por la otra, se instauró un debate sobre el papel de la historia en la sociedad contemporánea. Se desarrolló en el círculo de los historiadores y los periodistas.

El argumento que se opuso a Bartosek en este segundo debate consistía en decir, en líneas generales: sean cuales sean los detalles particulares de la vida de London, o de cualquier personaje de este tipo, sólo hay que decir públicamente lo que sea útil. Podemos encontrar la argumentación más completa de este punto de vista en un artículo del diario Le Monde, en diciembre de 1996. El análisis propuesto era el siguiente: vivimos hoy un momento difícil de la historia, cuando «la extrema derecha merodea en nuestras ciudades»; por consiguiente, es necesario mantener viva la llama del combate antifascista y seguir afirmando que «los héroes son héroes; el combate de la España republicana, el buen combate; [...] Artur y Lise London, los símbolos indestructibles de la auténtica pasión comunista», junto a Jean Moulin, dirigente de la Resistencia francesa asesinado por los nazis, «el puro arcángel de la revolución nacional». Desde este punto de vista, es evidente que debe cubrirse de oprobio a quienes, con el pretexto de cumplir su deber de historiadores, intentan arrojar las sospechas sobre «cualquier ser de excepción», demostrar que «los héroes son ilusorios», llevar, a fin de cuentas, «al odio hacia el héroe y el santo». Esos historiadores no hacen más que ayudar a la extrema derecha en su combate contra el «sentimiento moral» en general y el compromiso cívico en particular.

La inmensa mayoría de los historiadores se opuso a este modo de enfocar el papel de la historia, que supone afirmar que algunas verdades no es bueno decirlas (se publicó, también en Le Monde, una carta abierta de apoyo a Bartosek). Esta actitud ha tenido, en Francia, precedentes célebres. El primero, tal vez, se refiere al caso Dreyfus: Maurice Barres, uno de los cabecillas de los antidreyfusistas, decía que, aunque la verdad estuviera del lado de Dreyfus, había que condenarlo, pues, de lo contrario, se desacreditaba al ejército francés. «Aunque su cliente fuera inocente, ellos [los dreyfusistas] seguirían siendo criminales». Otro precedente ilustre es el de Sartre, que se oponía, a comienzos de los años cincuenta, a las revelaciones sobre los campos en la Unión Soviética: de acuerdo con su fórmula—tal vez apócrifa pero que se hizo célebre—, no había que desesperar a Billancourt, es decir, a la clase obrera, revelándole que la «patria del socialismo» no era todavía el paraíso terrestre. Se decía también, por aquel entonces, que esas revelaciones podían perjudicar a la causa de la paz, o que podían hacer el juego al imperialismo americano, y así sucesivamente.

Desde este punto de vista, el historiador no tiene ya deberes para con la verdad sino sólo con el bien. Es sólo un propagandista entre otros. Esta posición puede ser defendida si se está convencido, por otra parte, de que los hechos no existen, sino sólo los discursos sobre los hechos. El historiador, entonces, en nada se diferencia del conmemorador. Lo que significa, a decir verdad, la ruina de cualquier ciencia, puesto que ésta descansa sobre el postulado de que el conocimiento no es una pura proyección de la voluntad.

Podemos preguntarnos, no obstante, si incluso desde el punto de vista pragmático, que es tanto el de Barres y de Sartre como el de sus discípulos contemporáneos, la negligencia para con la verdad no arruina las tesis defendidas. El descubrimiento de la superchería en el proceso de Dreyfus comprometió duraderamente las posiciones antidreyfusistas en Francia. Las mentiras comunistas acabaron matando el atractivo de la idea comunista. ¿Se lucha hoy realmente, de modo eficaz, contra la extrema derecha dejándole, aquí o allá, el monopolio de la verdad? El peligro de lo moralmente correcto es muy real: las mentiras piadosas acaban siempre derrumbándose y comprometiendo las posiciones que querían defenderse. ¿Pueden imaginarse los daños que provoca la revelación de una omisión voluntaria de la verdad? En vez de servir a la causa noble, corre el riesgo, por el contrario, de desacreditarla. Recordemos la matanza de Katyn: para no mancillar su imagen, el poder soviético intentó, durante más de cuarenta y cinco años, atribuir a los nazis la responsabilidad por la muerte de esos miles de oficiales polacos. El descubrimiento de la verdad dio un golpe fatal a la credibilidad de las declaraciones oficiales soviéticas.

Hay que separar aquí los papeles del político y del historiador. El primero tiene como objetivo actuar sobre el espíritu de sus conciudadanos; sin estar obligado a mentir, puede elegir decirles esto en lugar de aquello, con vistas a obtener el resultado deseado. De Gaulle no tenía interés alguno en recordar a los franceses, en 1940, todas sus debilidades y cobardías pasadas; para despertar su resistencia, mejor era hablarles de Juana de Arco. El objetivo del historiador, en cambio, no es pintar imágenes piadosas, contribuir al culto de los héroes y los santos, prosternarse ante «arcángeles»; sino acercarse, en la medida de sus posibilidades, a la verdad.

En este sentido, quien dice historia dice sacrilegio. Lo sagrado es aquello que no tenemos derecho a tocar, so pena de castigo. Pero la historia desacraliza el espacio público, profana, en sentido estricto, todos los objetos de culto; en el otro extremo de la idolatría, participa, por su propio proyecto, en ese «desencanto del mundo» del que hablaba Max Weber considerándolo como una característica esencial de la modernidad. Tal vez en los momentos de crisis extrema, como la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial, el propio historiador no debería tocar los segmentos de historia cuyas lecciones podrían desalentar a sus ciudadanos; eso no le autorizaba a engañarles haciendo pasar por trabajo histórico lo que sólo habría sido su esfuerzo de propaganda. De Gaulle seguía pensando en 1969 como en 1940: «Nuestro país no necesita verdad. Debemos darle la esperanza, la cohesión y un objetivo», decía refiriéndose a la película Le Chagrín et la Pitié. Por razones parecidas, las profundas investigaciones históricas sobre el régimen de Vichy no eran alentadas en Francia en los años siguientes a la guerra y fue preciso que historiadores alemanes o americanos se interesaran, sin prejuicio, sobre el reciente pasado francés para que la opinión pública acabara admitiéndolo: la política de Vichy no constituía un «escudo» protector contra las sevicias alemanas, como afirmaba ser. Pero podemos dudar que hoy, sea cual sea la preocupación ante el ascenso de la extrema derecha, vivamos un momento semejante de crisis extrema.

¿Cómo juzgar, actualmente, el papel histórico de un personaje como London? Los hallazgos de Bartosek en los archivos se refieren a varios momentos de su biografía. London, nacido en 1915, se convirtió en un permanente del Komintern en Moscú, donde vivió a partir de 1943. En 1937-1938, se unió a las Brigadas Internacionales en España, aunque sin participar en los combates: dirigió la sección de la Europa del Este del Servicio de Investigación Militar, una policía militar dependiente de la policía política soviética; organizó una «depuración» de elementos poco fiables. Después de la guerra, en Suiza y en Francia, London trabajó para los servicios de información y la policía política checos. Un detalle incongruente: London escribió el primer informe contra Noel Field, el comunista americano que más tarde fue utilizado en el proceso de Praga que implicaba a London. Estos aspectos de su actividad nunca habían sido puestos de relieve por el propio London en La confesión.

La revelación de estas peripecias produce hoy mal efecto. Se comprende, pues, que los íntimos de London, apoyados por algunos historiadores aislados, se rebelaran contra ella. El hombre al que conocimos, dicen en resumidas cuentas, tenía ciertamente fuertes convicciones políticas, era un revolucionario profesional, pero no espía ni policía. Era un hombre de ideales elevados, dotado de valor y de generosidad, como demostró en las difíciles condiciones de la clandestinidad y de la deportación.

Una de las lecciones de esta confrontación es que no debiera elegirse entre las dos tesis, sino escucharlas juntas. Los íntimos de London lo dicen a su modo, cuando intentan justificar la implicación de su pariente y amigo en las redes de espionaje en Francia: «Este asunto sucedió en el marco de la guerra fría y fue colocado bajo el signo de la fidelidad total a un ideal internacional». Hombres como London creyeron realmente que el fin justificaba los medios. No fueron cínicos que desviaran el dinero del Estado para llenarse los bolsillos; fueron «idealistas» que creían que el comunismo era el mejor estado posible de la humanidad. Para contribuir a su advenimiento (aunque, incluso en su concepción propia, fuera a producirse en un porvenir lejano), eran capaces de todo, incluso de «purgar» sus propias formaciones, espiar, calumniar, falsificar, llevar al sufrimiento y a la muerte a muchas personas. La ética estaba por completo sometida a la política: ésa era la doctrina comunista. Como recordaba Jacques Rossi, otro veterano del Komintern: según Lenin, «lo ético es todo lo que sirve a los intereses de la clase proletaria».

Cuando se lee la historia de los dirigentes comunistas de aquella época, no puede dejar de sorprender su dimensión propiamente trágica (como hemos visto ya en el caso de Heinz Neumann). Bartosek publicó, como apéndice a su libro, las cartas de despedida de los once dirigentes checos que fueron ahorcados en el marco del proceso Slansky: no sólo son humanamente conmovedoras, atestiguan también que, en vísperas de su muerte, aquellos hombres seguían profesando el mismo ideal, cuando acababan de sufrir las peores torturas, físicas y morales, y sabían con seguridad que no habían cometido crimen alguno. Lo mismo ocurrió con Noel Field: una vez liberado (en 1954), aquel hombre que hubiera podido quedar destrozado por la tortura no tuvo más preocupación que la de proclamar su indefectible fidelidad al Partido (se negó a regresar a Estados Unidos y murió en el «campo socialista»). Así había sucedido ya con Nikolai Bujarin, que, condenado a morir tras haber sufrido las humillaciones y torturas vinculadas a los interrogatorios para su proceso, pudo aún escribir a Stalin una carta personal en la que le aseguraba su amor y su fidelidad: a él, Stalin, al Partido, a la revolución, al comunismo... En vez de dirigirle reproches por las injusticias que había sufrido, le pidió perdón: «Adiós por los siglos de los siglos, y no guardes rencor alguno al infeliz que soy».

Los procesos contra los dirigentes del Partido, en los años 1949-1953, merecen evidentemente la atención del historiador; sin embargo, no deben ocultar las características principales de la represión, cuyo primer efecto no fue el de afectar a otros comunistas. Bartosek estableció una elocuente estadística a este respecto: «Para todo el período 1948-1954, los comunistas representan aproximadamente el 0,1 por 100 de los condenados, aproximadamente el 5 por 100 de los condenados a muerte, el 1 por 100 de los muertos». Ante esas cifras se comprende mejor la injusticia que supone presentar a London como la víctima ejemplar del poder comunista; peor aún, el interés que ese poder tiene en hacerlo creer. En realidad, los dirigentes perseguidos sólo pertenecían a la tercera oleada de represión, la más débil: tras la de todas las personas que podían ser acusadas de connivencia con el fascismo; tras la de las personas que no mostraban suficiente ardor en su colaboración con los comunistas.

Una vez liberado y rehabilitado, London siguió siendo igual de fiel al ideal comunista; pueden cargarse pues los «atropellos» de los años precedentes en la cuenta de policías incompetentes o corruptos, en el peor de los casos en la cuenta de Stalin. Lo quisiera o no, por medio de La confesión London siguió sirviendo al poder comunista. Se comprende muy bien que los íntimos de London, o de otros personajes como él y, con más razón aún, esas mismas personas cuando están todavía vivas, no puedan reconocerse en el trabajo de los investigadores de hoy: es el conflicto, ya conocido, entre testigos e historiadores. Ambos partidos, sin embargo, pueden tener razón simultáneamente, aunque en planos distintos. Cierto hombre habrá sido, a la vez, un individuo cálido y carismático, y el implacable funcionario de la represión (yo mismo conocí personas así en Bulgaria). El guión por el que los agentes del mal son invariablemente unos monstruos no pertenece a la historia humana.

El otro debate se refiere a la pareja de Lucie y Raymond Aubrac, grandes resistentes franceses. Para refutar algunas insinuaciones referentes a su papel en la Resistencia, éstos habían solicitado a algunos historiadores de renombre que participaran en una mesa redonda organizada por el diario Liberation (en mayo de 1997), con el fin de establecer, de una vez por todas y con la mayor precisión posible, los hechos que les concernían. Pero los resultados de la mesa redonda (publicados por el diario en julio del mismo año, decepcionaron las expectativas de los antiguos resistentes.

Los historiadores, es cierto, mostraron que las insinuaciones en cuestión carecían de fundamento; pero no pudieron dejar de advertir, al mismo tiempo, que los testimonios dados por los Aubrac en el transcurso de los años no eran del todo fiables. Raymond Aubrac daba, en distintos momentos, versiones divergentes de los mismos hechos; Lucie Aubrac admitía haberse tomado ciertas libertades con la verdad histórica para que su relato fuera más vivo e instructivo. Como resistentes, los Aubrac estaban por encima de cualquier reproche; como testigos, no eran fiables. A su vez, este hecho produjo una polémica paralela a la precedente: ¿Era útil mancillar, incluso levemente, la imagen de los héroes? ¿Había que intentar a toda costa romper los ídolos? ¿No habría valido más preservar intactos los mitos necesarios? Lucie Aubrac concluyó sus reflexiones durante la mesa redonda oponiendo a los historiadores, «esos hombres supuestamente serios» que sólo conocen «las reglas tradicionales de estudio de una época con los hechos, las fechas, los análisis y las conclusiones que de ellos se desprenden», esos especialistas «que almacenan la historia en su verdad desnuda y fría»; y, por el otro lado, los testimonios como ella, «pedagoga ante todo», defensores del «honor de la Resistencia»: «Por todos los medios, libros, películas, televisión, daré a conocer el valor y la gloria». Otros comentadores se conmovieron: ¿No se había asistido, acaso, a la ejecución simbólica de una pareja de grandes resistentes? ¿No estaba amenazada hoy toda la herencia de la Resistencia?

De nuevo nos vemos remitidos a la distinción entre los papeles del testigo, el conmemorador y el historiador: sus exigencias no son las mismas. Del testigo se espera, ante todo, que sea sincero; que se equivoque aquí o allá es humano. El conmemorador, a su vez, lo admite abiertamente: le guían los imperativos del momento y toma del pasado lo que le conviene. Pero ¿puede el historiador, por su parte, permitirse renunciar, y desde el comienzo, a la verdad desnuda y fría?

Les costó mucho admitirlo a los especialistas en la Resistencia que participaron en el debate. Francois Bédarida reivindicó el derecho a «reconstruir pacientemente la cadena de la verdad» y recordó el «deber de verdad» que es el del historiador; para ser legítima y eficaz, «una política de la memoria sólo puede descansar sobre una obra de verdad». Jean-Pierre Azéma afirmaba «prohibirse cualquier discurso "políticamente correcto" con el pretexto comúnmente alegado de la especificidad de tal o cual causa», aunque fuese la lucha de clases o el genocidio de los judíos; el historiador «no debe, en modo alguno, en su trabajo, convertirse en servidor de ésa o aquélla memoria particular». Henry Rousso se opuso a la idea del «mito necesario» y de las «verdades que no hay que decir», antes de concluir que el objetivo del historiador es llevar al conocimiento y no a la fe: «La transmisión del pasado no debe resumirse en el culto pasivo de los héroes y las víctimas»."

En nuestros días, es paradójicamente más difícil llevar a cabo una investigación histórica sobre los «buenos» que sobre los «malos». Contrariamente a lo que podría creerse (y a lo que afirman, a veces, algunos autores extranjeros mal informados), a la Francia de hoy no le cuesta en absoluto denunciar las torpezas del gobierno de Vichy o de sus colaboradores. Los libros sobre el tema son incontables ya, los periódicos están ávidos de cualquier nueva revelación. En cambio, más difícil es realizar y publicar investigaciones sobre los héroes de antaño, comunistas o gaullistas: la indignación de los idólatras se inflama enseguida, los investigadores son amenazados con procesos por difamación, los editores se vuelven desconfiados. Los antiguos participantes y testigos de estos acontecimientos dramáticos se sienten ofendidos: ¿Cómo se puede cuestionar su visión de los hechos cuando sólo ellos los sufrieron en sus carnes? Pero los antiguos resistentes, a los que podemos admirar por su acción en el pasado, no tienen el privilegio de su interpretación en el presente; su deseo de sacralizar su propia versión de la historia no presta un gran servicio al conocimiento del pasado ni, por lo demás, a la acción en el presente. Como escribe también Rousso: «Aquellos, entre los historiadores o entre los antiguos resistentes, que pretenden escribir una historia de la resistencia manteniendo en su espíritu que es preciso, al mismo tiempo, conservar todo su valor edificante, se equivocan gravemente». El historiador no es un hombre ajeno al mundo de los valores, y la inmensa mayoría de los historiadores actuales prefieren los valores de la Resistencia a los del nazismo; pero el empeño sin fallos en la búsqueda de la verdad sigue siendo su valor supremo.


En Memoria del Mal, tentación del Bien
Traducción de Manuel Serrat Crespo
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