Sonido Fulgor

sábado, 26 de marzo de 2011

La prohibición de la corrida, un paso hacia la civilización

Viernes 06 de agosto 2010.

Al votar la prohibición de las corridas, los parlamentarios catalanes han detonado un debate de magnitud nacional en España. Los defensores de la corrida buscan hacer valer dos argumentos: la tauromaquia es una tradición cultural, y sería, además, un arte. Pero matar no es un arte, y la tortura no es cultura.

Juzguemos por nosotros mismos pasando lista de sus distintas etapas.*

Primero se "prepara" al toro. Estando vivo, se le recortan los cuernos con una sierra, lo que es igual de doloroso que si a uno le aserraran un diente sin anestesia. Se vuelve a dar forma a las puntas puliéndolas o untándoles resina. Al modificar el largo de los cuernos, se logra que la cornada o cabezazo del animal pierda su precisión y erre su objetivo. El toro después es transportado, a veces hasta durante 20 horas en un contenedor estrecho sin agua ni alimento, lo que lo debilita y deshidrata. Sucede que a veces muere. Antes de una corrida, no se titubea en administrarle tranquilizantes y en inyectarle vaselina en los ojos, se le ensartan agujas en los testículos y cuñas de madera entre las pesuñas; se le golpea en el espinazo y los riñones, cuidando no dejarle marcas.

Después, viene la corrida en sí. Los picadores a caballo clavan profundamente sus lanzas en el cuerpo del toro para cortarle los músculos del cuello y los ligamentos de la nuca y así evitar que levante la cabeza y dé cornadas de arriba a abajo. El procedimiento se repite media docena de veces. Las arterias intercostales son frecuentemente cortadas. Se busca debilitar al animal haciéndole perder la mitad del volumen sanguíneo, es decir unos 7 litros.Simultáneamente, se le incita a correr y cansarse lo más posible. Lo vemos entonces abrir la boca por la falta de oxigeno.

Y ahora se ensartan las banderillas. Filosas como hojas de afeitar y terminadas en un arpón, se plantan en el lomo del toro para vaciar su sangre y evitar que muera muy pronto de una hemorragia interna ocasionada por el trabajo del picador.

El matador entonces entierra una espada de 85 cm en la cruz del animal exhausto. Frecuentemente la hoja provoca una hemorragia interna o bien desgarra un pulmón. En este último caso, el toro vomita su sangre y muere asfixiado. Si no es así, el matador repite el procedimiento. Utiliza una pequeña espada que clava entre los dos cuernos del animal, lacerando su cerebro. Ejecuta al toro con un puñal que entierra en repetidas ocasiones en su nuca y le secciona la medula espinal. Pero el toro es robusto y una vez de cada tres, todavía está vivo cuando el tiro de mulas lo arrastra fuera de la plaza.

Esto por el arte. Esto por la cultura.

Hace algunos años, el director de las plazas de Nîmes afirmaba del toro:

"En la plaza, nada demuestra que sufra."

Esto por la buena fe.

El filósofo Francis Wolff declaró que "la corrida es portadora de una ética coherente y respetuosa de los toros" y que su prohibición constituía "no solamente una gran pérdida cultural y estética, sino también una perdida moral."**

Esto por la moral.

Según Alain Renaut, otro filósofo, la corrida representaría la sumisión de la naturaleza bruta (es decir de la violencia) al libre albedrío humano, una victoria de la libertad sobre la naturaleza.

¿Qué libertad? ¿La de matar?

El torero Vicente Barrera declaraba recientemente sobre la tauromaquia:" Si el Estado español reconoce que es un arte, su prohibición sería tan absurda como la de una pintura que ciertas personas no apreciaran ".

¿Bastaría declarar que una actividad es un "arte" para asfixiar toda objeción de orden moral, e ignorar la prohibición de hacer sufrir voluntariamente un ser vivo que no ha cometido el menor crimen? Si tal es el caso, un francotirador y un maestro de la Inquisición del Medievo serían grandes artistas, al juzgarse su dominio del arte de matar y torturar.

Los aficionados anunciaron que si una corrida era prohibida en toda España, presentarían su queja por afectar su derecho de trabajar, derecho fundamental inscrito en la constitución española. Todavía habría que asegurar que este trabajo no afecta a otros. Si no, un asesino profesional, que vive de su trabajo, podría justificar este mismo derecho.

Esta celebración de la dominación del hombre sobre la naturaleza, la voluntad de presentar la tauromaquia como un arte, las consideraciones económicas asociadas a ésto, la reivindicación de una tradición, sólo son argumentos aparentes, no fundamentados en la razón y que se burlan de los valores humanos fundamentales. Sólo la ignorancia del sufrimiento infligido y la cínica arrogancia de ciertos hombres pueden conducir a otorgarse el derecho de disponer de la vida de otros seres vivos para comer, enriquecerse, entretenerse, como deporte, para divertirse, todo con el arte y en nombre de la tradición. Pero este arte es el de la crueldad y la tradición, su perpetuación.

"Ahí donde corre la sangre, el arte es imposible", escribía el gran pintor Eugène Delacroix.***

¿Cuándo la prohibición en Francia y en toda España? Eso mostraría que no se trata de manipulaciones políticas, pero simplemente de humanidad.

* La explicación detallada puede encontrarse en la excelente publicación de Jean-Baptiste Jeangène Vilmer, Ethique animale, PUF, 2008.
** Coloquio sobre la Ética y la estética de la corrida, ENS, 16-17 diciembre, 2005.
*** Cita por Elisabeth de Fontenay, en "Sobre el derecho de martirizar y matar públicamente un animal", Revista Semestral de Derecho Animal - RSDA 2/2009

Fuente: Publicado por Le Figaro, 4 de Agosto 2010, bajo el título: TRIBUNE - "Matthieu Ricard, el monje budista intérpete francés del Dalaï- Lama, en el debate sobre la tauromaquia".

Traducción de Carine Caudemont

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