Sonido Fulgor

lunes, 2 de agosto de 2010

Algunas preguntas a Bolaño

¿Qué autores influyeron en su literatura?
Muchísimos. En realidad todo libro que uno lee influye en la literatura que posteriormente hace. A mí me ha influido desde Arquíloco, que es un poeta griego, arcaico, que releo siempre, hasta los clásicos del siglo de oro, a quienes leo bastante a menudo. Y contemporáneos: Melville, Flaubert, Stendhal. Este último me ha influido muchísimo, aunque no se nota, porque sigo siendo muy malo y Stendhal es muy bueno.

Descríbame un día normal...
Es facilísimo. Me levanto a las siete de la mañana con un frío de perros. Yo vivo en una casa y mi mujer en otra, como a 10 metros de la mía, en otro edificio, pero en la misma calle.

¿Viven separados?
Vivimos cada uno en nuestra casa y estamos mucho mejor así. Llevamos 17 años juntos, y lo recomiendo vivamente, porque mi mujer es básicamente mi amiga. Entonces hay un respeto por las libertades del otro absoluto. Bueno, me levanto a las siete de la mañana, mi casa es una especie de covacha espartana. Lo primero que hago es encender el ordenador, luego me dirijo a la cocina, pongo un agua a calentar, luego voy al baño. Después voy a la cocina y me hago una infusión de manzanilla, vuelvo al ordenador y me pongo a trabajar, en el acto, inmediatamente. Son como las 7.10 y de ahí trabajo hasta las 10 de la mañana, 10.30 a lo más, que es cuando voy al correo, veo mi apartado, veo si hay cartas, compro el periódico, vuelvo a casa e intento trabajar un poco más. A las 11.10 u 11.20 vuelvo a salir y me voy a buscar a mi hijo al colegio que sale a las 12. Siempre soy el primero en llegar, hay una plaza al lado del colegio y aprovecho para leer el periódico, algún libro. Mi hijo sale a las 12 y volvemos a casa, esta vez a la casa de mi mujer. Le hago la comida al niño, me hago la comida a mí mismo y estamos hasta las 3 de la tarde. Entonces lo vuelvo a dejar al colegio, al turno de tarde, y generalmente espero a mi mujer en la misma plaza del colegio. Mi mujer sale a las 3 de trabajar y nos volvemos juntos a casa. Todo esto teniendo en cuenta que vivo en un pueblo pequeño, Blanes, a una hora y cuarto de Barcelona. Es un pueblo costero, un balneario, pequeñito. Bueno, con mi mujer nos volvemos caminando, conversando, a veces nos metemos en un bar a comer un bocadillo o a tomar algo. Ella se va a su casa, yo me voy a la mía. Si estoy en pleno trabajo de escritura duermo una siesta y cuando me despierto sigo escribiendo. Mi hijo sale a las 5 de clases, lo va a buscar mi mujer, y a eso de las 6 voy a casa de mi mujer, estamos juntos, hacemos la cena, luego tal vez salimos, pero generalmente alquilamos un video. Nos cuesta mucho ir al cine, sólo vemos películas infantiles en el cine, pero películas de adultos pocas veces, porque con quién dejamos al niño. Volvemos a casa después de alquilar un video y dar una vuelta por Blanes. Hacemos la cena, vemos el video, el niño se duerme y el resto es pornografía. Mira, yo creo que un escritor con dos horas intensas, diarias, tiene de sobra.

¿Y cuánto es lo que más ha escrito?
Veinte páginas.

¿Y eso cuánto tiempo le tomó?
Ocho, o nueve horas, pero no es todos los días. Cuando más trabajo es cuando corrijo, y ahí sí que puedo estar muchísimas horas y es horrible. Para mí es muy agradable escribir, lo que no es nada agradable es corregir.

¿Muy autocrítico?
Lo soy bastante. Leer algo que has escrito tú, y leerlo por décima vez es horrible, cada vez te va pareciendo peor…


¿Elije usted los temas para sus relatos o estos se imponen inevitablemente?
No, los elijo yo. También eso es ambiguo, porque al principio los elijo yo, pero poco a poco se van imponiendo ellos de alguna manera. Digamos que el relato es una montaña y en esa montaña hay una casita pequeña, pero es una casita pequeña con un simple detalle. Y de repente la mirada se va acercando a la casita. Y te acercas poco a poco a esa casita porque hay algo en esa putañera casita que te empieza a atraer misteriosamente sin que previamente lo hayas planeado, y resulta que esa casita hiede a cadáver a la medida que más te acercas. Es como el cuadro de Cézanne, La casa del ahorcado, no sé si lo conocéis, es una pintura en donde se ve una casa en la Provenza, y no se ve nada más, se ve una casa y unos árboles, y tú comienzas a ver ese cuadro y de repente hay una ventana vacía en donde tú dices "ahí se suicidó". En el cuadro no hay ninguna figura humana, pero el dolor humano, la soledad humana está absolutamente reflejada de una manera que provoca pavor.


Después de tantos años fuera de Chile, ¿cuál es el juicio que tiene usted del escenario cultural?
El juicio que tengo es que todo el mundo aquí escribe, porque me encontrado incluso a una Miss Chile que escribía cuentos. ¡Sí, fue increíble! Fui a un programa de televisión y primero salía una ex Miss Chile y me dijo "Ah, tú has sido jurado en un concurso de Revista Paula, yo iba a mandar un cuento, pero no lo pude acabar, pero lo acabaré el año que viene", y yo no sabía que era una ex Miss Chile y escribe, fue realmente increíble. Y luego me han contado lo de los talleres literarios en las cárceles. Aquí hay seis talleres literarios funcionando en seis cárceles distintas. Todos los presos escriben, y en el concurso Paula se presentaron más de mil cuentos. Me parece que es una especie de enfermedad única en el mundo la que tiene Chile. Tal vez si los sicoanalistas estuvieran al alcance de la mano, el 80% de las personas que escriben se psicoanalizarían.

En su relato "Joanna Silvestre", la protagonista dice que cuando un hombre tiene tiempo está atrapado y con él se puede hacer lo que uno quiera.
Sólo a ella se le ocurren esas cosas, que es sin duda una mujer muy hermosa y es uno de mis mitos sexuales y lo que diga ella yo lo reafirmo.


Uno de sus personajes en su novela La pista de hielo admite ser lento o a veces muy rápido en el trabajo, sin embargo nunca abandona. ¿Es así usted?
Bueno, en mi caso no me ha quedado más remedio. Yo he tenido una vida muy azarosa, pero muy, muy azarosa y hubiera podido abandonar en muchísimas ocasiones, pero nunca he abandonado, porque abandonar también en mi caso hubiese sido suicidarme. Yo creo que uno hace cosas de forma natural, porque no hay más remedio que hacerlo y mi relación con la literatura es esa. Yo escribo literatura haga lo que haga y he hecho de todo, todos los trabajos del mundo.

Como guardia de camping...
Ese tal vez fue mi mejor trabajo. Yo siempre he pensado que mi vocación natural, digamos, era ser vigilante de camping, porque fui muy bueno. En el camping en que trabajaba nunca robaron, y realmente yo no vigilaba: me ponía a dormir. Era una telepatía, una fuerza… Al momento de ponerme a dormir tenía una chaqueta de cuero realmente maravillosa, de esas que sólo se hacen en New Jersey, de piloto de la II Guerra Mundial, pero corta, entonces el frío era tan grande que si me ponía la chaqueta me helaba arriba y abajo. Entonces inventé un sistema, el sistema de los indios australianos. Ellos se cortan la circulación de las extremidades y se dejan sólo la circulación del tronco y la cabeza. Y al cortar la circulación, lo único que te pasa es que se te duermen los brazos y las piernas, entonces no sientes frío porque la sangre corre en un circuito mucho más pequeño, y lo que yo hacía era cubrir mi cabeza con la chaqueta, que era corta pero potente, y al tener la cabeza en una grado de sofocación total, el resto del cuerpo más bien como que agradecía el frío. Por supuesto que amanecía en la mañana con los miembros dormidos, y antes de ponerme a dormir decía: "Nadie va a robar este camping" y era súper agradable, porque todo el mundo pensaba que yo era el vigilante ideal.

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