Sonido Fulgor

sábado, 19 de abril de 2008

Le Mat



Peregrino en el encanto abominable de las formas,
mensajero de lo esencial, es decir de mí mismo,
desdeñando los ensueños del pensar
hago de todos los caminos mi camino.
Hoja seca que en un suspiro del tiempo
viene a conceder esperanza a las hogueras,
escalofrío que torna verde los labios de las hembras
y violeta el miembro que penetra sus misterios,
sonido que se desliza entre el badajo y la campana,
serpiente que repta en la roca sin dejar huella,
misterio insondable del origen primero, sueño que
sueña,
abundancia invisible, todas mis horas son siempre hoy.

Voy a lo esencial, al centro del mundo,
y entre el vacío que separa a los números
me expando hacia las diez direcciones
para encontrar mi significado profundo
en cualquier sitio.

Dejo siempre que las circunstancias decidan
porque sé que soy yo mismo quien las crea.
Me apodero de las mil cosas al entregarme a ellas
pero cuando marcho aquí lo hago ya en otros mundos.
Sin principio ni fin, más anciano que la noche o el día,
más joven que el niño recién creado por el cosmos,
más brillante que la luz y más oscuro que un abismo,
soy el fuego que arde en el centro de la mente.
¿Quién se atreve a definirme? Con mis zapatos rojos
borro todas las fronteras. No me enquisto,
no me escondo, no me escapo, no agredo.
Como las nubes sin cesar me transformo.
Cuando cesa el ensueño de la separación
soy el mismo de antes y el mismo de después.
Soy la palabra secreta encerrada en cada piedra.
Voy en el germen, en la espiral del crecimiento,
en la danza afelpada del organismo que declina.
Eje invisible de todo lo que gira
soy la locura agazapada en la lengua del sabio,
la víctima en el lobo, el ladrón en el juez.

Huyo de las palabras porque sólo son memoria
y sin embargo mi silencio las sostiene.
Soy el contenido que escapa de las formas,
el terreno donde germinan las estrellas,
la indecible Verdad raiz de la belleza,
resplandor que denuncia mi acción invisible
agregando la demencia de lo impensable
al objeto que esconde cada palabra
y a la palabra que esconde cada objeto.

Soy el vuelo antes del nacimiento del pájaro,
la música sin músico, el tiempo sin arquitecto,
el silbido que precede a la espada,
el coro celestial de los gusanos
inscrito ya en el cuerpo que nace,
los gestos ordenados en el espacio futuro
creando los senderos por donde pasará el danzante,
la vibración eterna de cada semilla efímera,
la caída que ha de darle significado al muro,
el beso que hace nacer todos los labios.

En mi abismal energía el pensamiento pierde límites.
Ante cualquier proposición abro el abanico
de los múltiples contrarios,
el ciclón que se pasea entre las tumbas,
el pantano donde se hunden los cimientos de la razón
para producir la flor indiferente
que se entrega al temerario regocijo del momento
surgiendo como un sapo volador del lago infinito.

A veces me siguen fugaces recuerdos de lo que
he dejado atrás
en mi carrera incesante por no perder la inocencia
primera,
allí donde no existen cualidades ni reputación ni leyes
ni nombre ni sexo ni edad ni país ni tradición
ni historia.
Sin preocuparme dejo entrar en mí mismo
los innumerables aspectos de mi ser.

Nado contra la corriente hasta llegar a la fontana
donde el paso final se sumerge en el comienzo.
Sin rechazar la complejidad voraz del mundo
en medio de as diez mil cosas soy un eje único.
Ante lo que brilla me extiendo como sombra.
Los abismos sombríos me convierten en luciérnaga.

Espectador en llamas desintegro las estructuras
de la ilusión
observando el mundo como un espectáculo vacío.
Aquello que busco lo he encontrado hace mil años.
La presa como un perro fiel me persigue.
Espacio es mi cuerpo infinito y Tiempo
lo que a mí me sucede.

Disuelto en la conciencia devengo el Creador.
El universo entonces se me aparece como un hijo
único.
Miro a todos los seres y las cosas con amor de padre
y es intensa mi ternura por la existencia efímera.
Nada comienza nada termina nada nace nada muere.
Sé que al lanzar una piedra hacia el confín remoto
he de verla llegar algún día a la palma de mi mano.
Tripulante del sueño no le temo al despertar.
No soy pez engreído que al saltar del agua se piensa
duéño del cielo.
Reconozco que sólo soy una parte ínfima del engranaje
oceánico
y acepto con amor sacrificar mi figura ilusoria
para que el corazón de luz se abra en rosa de fuego.

De mi pensamiento no queda más que el perfume
porque las palabras antes que música fueron aroma
y de mis pasos el ritmo bruto de la ausencia de
esquema.
Soy lo que soy, amo como amo, deseo lo que deseo,
estoy donde estoy.
Centrado en la fuente de la vida soy aquel que nunca
duerme
como una llama de oro en un vaso de cristal sin fin.


A. Jodorowsky

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