Sonido Fulgor

miércoles, 29 de agosto de 2012

"¿Hay alguien que le regale un mantón a este pobre ciego?". Dos cuentos de Daniil Kharms


Un soneto

Hoy me sucedió algo extraño: de repente olvidé si primero venía el 7 o el 8. Fui con mis vecinos para conocer su opinión sobre esa secuencia. La extrañeza de ellos y la mía fueron grandes cuando, de pronto, descubrieron que ellos tampoco podían recordar cuál era el orden de esos números. Ellos se acordaban de contar 1, 2, 3, 4, 5, 6; pero olvidaban qué número seguía. Entonces decidimos ir a la tienda más cercana, la que está en la esquina de las calles Znamenskaya y Basseinaya, para consultar ese asunto con la cajera. La cajera nos sonrió como padeciéndonos, se sacó de la boca un martillito y, moviendo su nariz con suavidad hacia adelante y atrás, nos dijo: 
- En mi opinión, el siete viene después del ocho sólo si el ocho viene después del siete. 
Le dimos las gracias a la cajera y contentos salimos de la tienda. Pero luego, pensando con cuidado en lo que dijo la cajera, nos pusimos tristes porque sus palabras estaban vacías de significado. 
¿Y qué se supone que haríamos? Fuimos al Jardín Primavera y empezamos a contar árboles, pero al llegar al seis nos deteníamos y empezábamos a discutir. Algunos opinaron que el siete era el que seguía; pero otros decían que era el ocho. Estuvimos discutiendo mucho tiempo cuando, por un golpe de suerte, un niño se cayó de una banca y se quebró las quijadas. Eso nos distrajo de nuestra discusión. 
Y cada quien se fue a su casa. 

Ancianas que caen

Debido a su excesiva curiosidad, una anciana cayó de su ventana y se estrelló contra el suelo. 
Otra anciana se acercó a su ventana y miró a la que se había estrellado, pero debido a su excesiva curiosidad también se cayó y quedó estampada sobre el suelo.
Fue entonces que una tercera anciana cayó de su ventana; y luego una cuarta; y después, una quinta. 
Cuando la sexta anciana cayó de su ventana yo me aburrí de haber estado viéndolas y me fui al Mercado Maltsev donde dije: "¿Hay alguien que le regale un mantón a este pobre ciego?". 


Traducción de José Vicente Anaya,
publicada en Rojo Amate

Daniil Kharms, asesinado por el estalinismo en Rusia. Su error fue, precisamente, escribir ironías, cuentos del absurdo de profundo talento pero incomprensibles para el régimen. En 1931 lo encarcelan. Es acusado, entre otras cosas, porque “sus escritos absurdos se oponen a los valores soviéticos del materialismo”. Es liberado pero en 1941 lo vuelven a encarcelar; ahora en una prisión-manicomio. El 2 de febrero de 1942 se reporta su muerte, un homicidio disfrazado.



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