Sonido Fulgor

sábado, 7 de julio de 2012

"La web, nacida en el mismo año que se derrumbó el Muro de Berlín..."

La explosión del periodismo

Jonathan Vázquez Betancourt

Como un grito que taladra las impermeables paredes del orden establecido por  las corporaciones mediáticas, surge en 1989 la voz de la web y como sus hijas más inquietas nacen las redes sociales que en México y en el resto del mundo reclaman la potestad de la agenda  pública que durante años ha sido dominada por los medios de comunicación tradicionales. Se acabó el tácito contrato de exclusividad. “De los medios de masas, ahora estamos en las masas de medios”, afirma Ignacio Ramonet, director de la versión en español de Le Monde Diplomatique.
La irrupción en la escena de los medios alternativos de comunicación pone sobre la mesa la inocultable realidad del agotamiento de los periódicos hijos de la imprenta. En su conferencia de prensa ofrecida en Ecuador para presentar su más reciente libro titulado La Explosión del Periodismo-que aún no está en México-, Ramonet pone el dedo en la yaga: unos 125 periódicos han desaparecido y más de 25 mil reporteros han perdido su empleo en todo el mundo.
Las cifras no sólo ventilan lo que parece la agonía del rotativo, sino que ponen también luz a un asunto nada menor: ¿qué pasa con el periodista de a pie? ¿Qué pasa con el reportero que sale temprano, cubre la nota, habla a su medio para dar el avance, llega a la redacción, escribe y entrega antes del cierre? ¿Está en jaque el reportero ante la  masificación de medios?
La respuesta será de largo aliento. Todavía mañana y varios años más podremos tener cita en el puesto de Doña Mago para comprar nuestro periódico favorito. Pero es probable que el periodista que le escribe a su chayote, el periodista cómplice del poder, ya sea por comisión o por omisión, como dice Julio Scherer, desaparezca toda vez que su palabra se ve contrarrestada y vilipendiada por el vendaval de voces que le reclaman su manipulación, las redes sociales serán el ojo que le observe acechante.
La web, nacida en el mismo año que se derrumbó el Muro de Berlín, se convierte en el medio que años después permitiría cuestionar al mal periodista. Los blogs, el Facebook, el Twitter, exhiben su faceta más oscura y lo amenazan “Nosotros también podemos informar”, dirían insolentes. Las hijas más rebeldonas del invento del Pentágono, la Internet, hoy son el vehículo que escupe en la cara de muchos cínicos que “no sirven para este oficio” como dijo el gran Kapuściński.
Los periodistas corruptos se ven reflejados en los ojos perplejos del boxeador que es sorprendido por el sparring. Los periodistas que desde su esquina vapulean a la audiencia, se encontraron en el cuadrilátero con un rebelde  que se multiplicó, esquivó el gancho y tiró un jab de izquierda.
El periódico que se imprime no desaparecerá pronto. Los obstinados amantes del papel que se abraza, se huele, se atesora, seguirán leyendo sus papiros felices porque están harto enamorados. Juntos se irán disminuyendo y un mal día  morirán codo a codo luego de un largo romance.
Ante las redes sociales, el periodista tiene el reto de echar mano de sus recursos intelectuales, de la irrenunciable responsabilidad que tiene el periodismo de calidad por crear ciudadanía y democracia; de su obsesiva búsqueda de la veracidad; de su libertad para seguir siendo el pregonero del pueblo, el inevitable corresponsal.
En un mundo lleno de inseguridades, no se escapa a la falta de certezas la “inseguridad informativa”, explica Ramonet, autor de Marcos: la dignidad rebelde. Qué peligroso agregarle a la lista de inseguridades la de la información. Detenerla es menester público. Nadie mal informado puede vivir dignamente. Ante esa nueva inseguridad, la red social no será una aliada incondicional, pero tampoco será una canalla. No podrá jamás sustituir al gran pregonero, pero lo vigilará. Las redes sociales serán aliadas de la reivindicación de un mejor ejercicio informativo.
Alimentadas por manos jóvenes, efervescentes y sin poder fáctico que les enyugue, las redes sociales se presentan como una bocanada de aire fresco, con  el consabido riesgo de la falta de rigurosidad, pero vale la pena, porque al cierre del día le dan un valor mayor al oficio de la tecla, ahí está la oportunidad, en la esperanzadora Explosión del Periodismo.
de HomoZapping

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