Es la voz de tu conciencia la que te habla
Y te dice: no has de sufrir.
Has de pensar en ti sobre todas las cosas,
Es decir en mí: sin distraerte
Con las ansiedades y los sentimientos de pérdida
Que te acechan a cada paso. Escucha:
Es la voz de tu conciencia la que te pide
Concentración y seriedad
Para pensar en tu vida.
Ésta es la voz de tu conciencia la que te exige,
Desde ahora,
Escribir un poema por día.
Un poema.
No es una broma
Ni una exageración: un poema por día
Te ayudará a limpiar tu espíritu
Para no sufrir. Repito: no has de sufrir
Por problemas amorosos, sino
Amar a ese poema que escribirás
Para no sufrir. La voz de tu conciencia
Vuelve a hablar: escúchame: no te pierdas
En los trajines del día. No duermas tanto.
No vayas al cine
Sólo por pasar el rato.
Debí haber hablado antes. Debí
Haberte prevenido contra todo esto,
Pero esperaba que actuaras
Por ti mismo. De modo
Que me mantuve en silencio. Hoy,
Con una voz ronca, tal vez por el desuso,
Pero fuerte,
He decidido hablar, y por eso me estás escuchando,
¿me estás escuchando?
Hablo con una voz pausada, serena, para decirte
Que te quedes así,
Sentado, si es posible, en actitud de cumplir
Estrictamente mis palabras: es en presente,
Es en imperativo, que te digo que te concentres,
Que te mantengas alejado del alcohol
Y de las malas compañías, que estés solo,
Profundamente solo,
Aun en presencia de los otros,
Que no harán sino molestarte
Con textos imprecisos, torpes, mal puntuados,
La expresión indirecta y borrosa de sus almas;
La voz de tu conciencia te dice que no los escuches,
Que limpies tus oídos,
Que te pongas de una vez
A escribir el poema. Ése es el llamado.
El poema permanece en ti como una fuerza invisible,
El ritmo de un contrabajo que va y viene
Sobre las inclinaciones de tu espíritu, hasta el otro día,
En que escribirás otro poema,
Como si nunca hubieras escrito antes:
Con una pose ingenua ante la salida libre,
Indómita, de tus palabras. Yo las guiaré, yo,
La voz de tu conciencia, capaz de ver el dolor
Y la imperfección en lo que has hecho.
Me dirás que es tu vida, pero es también la mía;
Tengo derecho, por tanto, a decirte que te calles.
La voz de tu conciencia te exige, perentoria,
El respeto del silencio,
Del ejercicio espiritual
De un poema por día, y lo seguirás aun cuando
Los demás te indiquen otro camino:
Serás un hombre si puedes desoírlos y hacer
Solamente lo que te estoy diciendo:
no pienses en otra cosa; sobre todo,
No pienses en eso. La voz de tu conciencia
Piensa por ti
para que no confundas el ritmo de tu vida
con el de tu corazón. Te lo dice, sólo por hoy,
esta voz, que advierte el desorden
en el uso inútil, operático,
de la fantasía, de la memoria,
de la ensoñación.
Deja que tu pasado,
a menudo abrumado por el dolor,
por la incertidumbre,
por la entrega absoluta a causas imposibles,
por la lenta pero implacable corrosión de tu orgullo
se evapore. Por eso te dice, una vez más,
la voz de tu conciencia que te quedes así, quieto,
y no sufras. Escribe tu poema, firme, sólido,
impasible, galvanizado en tu soledad, y estarás bien.
Ahora, con un gesto desprendido y generoso,
Con una sonrisa de aceptación, sin otra cosa que tu propia fuerza,
Escribe lo que te dictaré: empieza así:
(De "Levemente Ondulado". Roberto Appratto, Uruguay, 2005)
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