Sonido Fulgor

sábado, 18 de junio de 2011

La mentalidad imperial en la cultura de occidente


David Brooks
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 17 de junio de 2011, p. 4
Nueva York, 16 de junio. Noam Chomsky afirma que la guerra contra las drogasfue inventada para suprimir tendencias democráticas en Estados Unidos y empleada para justificar las intervenciones y control de amenazas al poder imperial en el extranjero.
En entrevistas y escritos a lo largo de los años recientes, el intelectual disidente más destacado de Estados Unidos ha reiterado que esa guerra siempre ha tenido otros objetivos, distintos a los oficialmente pronunciados.
Afirma que mantiene la misma óptica sobre el tema que ofreció en entrevista a La Jornada en la ciudad de México, durante el festejo del 25 aniversario de este periódico, cuando afirmó:
“La guerra contra la droga, que desgarra a varios países de América Latina, entre los que se encuentra México, tiene viejos antecedentes. Revitalizada por Nixon, fue un esfuerzo por superar los efectos de la guerra de Vietnam en Estados Unidos.
“La guerra (de Vietnam) fue un factor que llevó a una importante revolución cultural en los 60, la cual civilizó al país: derechos de la mujer, derechos civiles, o sea, democratizó el territorio, aterrorizando a las elites. La última cosa que deseaban era la democracia, los derechos de la población, etcétera, así que lanzaron una enorme contraofensiva. Parte de ella fue la guerra contra las drogas.
“Ésta fue diseñada para trasladar la concepción de la guerra de Vietnam, de lo que nosotros les estábamos haciendo a los vietnamitas, a lo que ellos nos estaban haciendo a nosotros. El gran tema a finales de los 60 en los medios, incluso los liberales, fue que la guerra de Vietnam fue una guerra contra Estados Unidos. Los vietnamitas estaban destruyendo a nuestro país con drogas. Fue un mito fabricado por los medios en las películas y la prensa. Se inventó la historia de un ejército lleno de soldados adictos a las drogas que al regresar se convertirían en delincuentes y aterrorizarían a nuestras ciudades. Sí, había uso de drogas entre los militares, pero no era muy diferente al que existía en otros sectores de la sociedad. Fue un mito fabricado. De eso se trataba la guerra contra las drogas. Así se cambió la concepción de la guerra de Vietnam a una en la que nosotros éramos las víctimas.
“Eso encajó muy bien con las campañas en favor de la ley y el orden. Se decía que nuestras ciudades se desgarraban por el movimiento antibélico y los rebeldes culturales, y que por eso teníamos que imponer la ley y el orden. Allí cabía la guerra contra la droga.
“Reagan la amplió de manera significativa. En los primeros años de su administración se intensificó la campaña, acusando a los comunistas de promover el consumo de drogas.
“A principios de los 80... fue cuando la tasa de encarcelamiento se incrementó de manera significativa, en gran parte con presos negros. Ahora el número de prisioneros per cápita es el más alto en el mundo. Sin embargo, la tasa de criminalidad es casi igual que en otros países. Es un control sobre parte de la población. Es un asunto de clase.
Foto
Noam Chomsky advierte que la lucha antinarco es utilizada como una forma de limpieza socialFoto Carlos Ramos Mamahua
La guerra contra las drogas, como otras políticas, promovidas tanto por liberales como por conservadores, es un intento por controlar la democratización de fuerzas sociales, concluyó.
Chomsky abundó sobre estos puntos en su ponencia en la UNAM, donde agregó más sobre las dimensiones internacionales de la guerra antinarco de Estados Unidos. Afirmó que al intervenir para controlar políticamente ciertas regiones del mundo, incluyendo América Latina, “el pretexto es la ‘guerra contra las drogas’, pero es difícil tomar eso muy en serio, aun si aceptáramos la extraordinaria suposición de que Estados Unidos tiene derecho a encabezar una ‘guerra’ en tierras extranjeras.
“Los estudios llevados a cabo por el gobierno estadunidense, y otras investigaciones, han mostrado que la forma más efectiva y menos costosa de controlar el uso de drogas es la prevención, el tratamiento y la educación. Han mostrado además que los métodos más costosos y menos eficaces son las operaciones fuera del propio país, tales como las fumigaciones y la persecución violenta. El hecho de que se privilegien consistentemente los métodos menos eficaces y más costosos sobre los mejores es suficiente para mostrarnos que los objetivos de la ‘guerra contra las drogas’ no son los que se anuncian.
“Para determinar los objetivos reales, podemos adoptar el principio jurídico de que las consecuencias previsibles constituyen prueba de la intención. Y las consecuencias no son oscuras: subyace en los programas una contrainsurgencia en el extranjero y una forma de ‘limpieza social’ en lo interno, enviando enormes números de personas ‘superfluas’, casi todas hombres negros, a las penitenciarías, fenómeno que condujo ya a la tasa de encarcelamiento más alta del mundo, por mucho, desde que se iniciaron los programas, hace 40 años”.
En sus ensayos, por ejemplo en su libro Hopes and prospects (Esperanzas y realidades), Chomsky escribió que sería imposible pensar que Estados Unidos aceptaría cualquier intromisión de otro país u organización internacional para controlar el consumo y producción de estupefacientes en su propio territorio. La idea de que extranjeros deben interferir con la producción y distribución de sustancias letales (en Estados Unidos) es plenamente impensable. El hecho de que la justificación para los programas antinarcóticos en el extranjero es aceptado como plausible, hasta considerado como algo que vale la pena discutir, es otra ilustración de las profundas raíces de la mentalidad imperial en la cultura occidental.
de La Jornada

miércoles, 15 de junio de 2011

Propósito



Todavía mis ojos, por tus ojos,
en tu alma, como el día del encuentro;
que el amor, como siempre, nos presida,
pero ya nunca lo nombraremos.
Mejor la insensatez de nuestra efímera
voz sonando en lo eterno,
puestos en entredicho tus románticos,
dueña, la Geometría, del sendero.
Luego la noche, que nos gane, hondos,
humillados al fin, para el silencio;
y luego la sal, mía, de tus lágrimas,
y mi frente, servil, sobre tu seno.
Para no separarnos, detener
el ritmo universal en nuestro aliento;
y ¡qué prisión!, después, sabernos solos,
pero tan frágiles y tan pequeños.
Y para no olvidarnos —y el olvido
míralo, en ti y en mí, mujer— ¿qué haremos?
Gilberto Owen

martes, 14 de junio de 2011

Ignoria: Roberto Juarroz: Todo texto, toda palabra cambia

Ignoria: Roberto Juarroz: Todo texto, toda palabra cambia: "Todo texto, toda palabra cambia según las horas y los ángulos del día o de la noche, según la transparencia de los ojos que los leen ..."

domingo, 12 de junio de 2011

Entrevista a Rafael Nadal

Hace mucho que la noche cayó en Londres, pero Rafael Nadal (Manacor, Mallorca; 25 años) todavía no ha salido a cenar. Antes de debutar en el torneo Queen's, vencedor el domingo por sexta vez de Roland Garros, cierra su martes sentándose en un mullido sofá para repasar con EL PAÍS varios ángulos de su biografía: desde Severiano Ballesteros hasta El niño del pijama de rayas, pasando por los valores que distinguen a los campeones.

Pregunta. Aparece usted sobre un banco de madera, fatigado y en el vestuario de Roland Garros. Es una fotografía de los momentos inmediatamente posteriores a su victoria en la final sobre el suizo Roger Federer. ¿Qué está pasando entonces por su cabeza?

Respuesta. Me quedo muy contento conmigo mismo. Entre mi ilusión y la ayuda de mi equipo, se ha conseguido algo que 10 días atrás parecía casi imposible. En aquella imagen... No se vería, pero lo que estoy es llorando en el vestuario. Llego, me quiero sentar y... es un momento emocionante porque era consciente de que había ganado algo que días antes parecía muy complicado. Se ganó con la determinación de cambiar la situación además de con el trabajo diario, de muchos meses y años. Estoy satisfecho de haber sido capaz de asumir el fracaso inicial o, más que fracaso, el desastre de cómo estaba jugando para a partir de ahí ir un poquito mejor cada día.

P. Tras esa foto, sale a la pista central y se hace otra con el baloncestista Pau Gasol. ¿Qué valores unen a dos ganadores de todo como ustedes?

R. Todos los que ganan tienen siempre una cosa en común que es básica. No es la humildad ni todas esas cosas que quedan muy bien y muy bonitas. Mejor si la tienes, como la tiene él, pero hay mucha gente que ha ganado mucho, una barbaridad, y que es arrogante. Lo que te hace ganar es querer ganar y querer hacer todo lo que toca para ganar. Querer trabajar cuando no te apetece. Saber aguantarte en los momentos complicados pensando que van a cambiar. Ser lo suficientemente tozudo para pensar que las cosas saldrán bien cuando no salen a la primera ni a la décima. Que la mente esté preparada para asumir las dificultades para así poder superarlas. Sin lugar a dudas, todos los que ganan tienen eso.

P. ¿Reconoció eso en Severiano Ballesteros? Cuando él falleció, usted ganó un partido y firmó "Seve" en una cámara tras la victoria. Había 24 años de diferencia de edad entre ustedes y, aun así, conectaron.

R. No viví su gran época, pero sí le conocí. Soy un grandísimo apasionado del golf. He visto todos sus vídeos. Lo que hizo Seve tiene la dificultad añadida de haber sido un pionero en España y haber creado un modo, un estilo, mundial. Su mayor virtud, sin duda, es que quería hacerlo y que se sentía preparado para trabajar lo que hiciera falta para llegar hasta allí. Si tú te crees capaz de llegar hasta allí, da igual si lo haces con una hora de entrenamiento o con 10 millones de horas. Lo importante es llegar. Seve tuvo eso. Jugué 18 hoyos con él y mantuve el contacto. Era una persona excelente.

P. ¿Se estaba entrenando en hierba, por esa forma de pensar, 24 horas después de ganar el torneo grande de la tierra?

R. Eso me lo da la experiencia. El primer año que gané Roland Garros, en 2005, no estuve preparado para hacerlo [perdió en la primera ronda de Halle]. También me lo da el querer mejorar siempre en todas las superficies; querer ser bueno en todos los sitios, algo que yo tenía claro. En 2005 no lo conseguí: me superó la felicidad, el bajón de tensión, el que para mí fuera algo increíble ganar mi primer grande. Una vez que conseguí el segundo Roland Garros... Pam, la cabeza se puso a pensar en lo siguiente [en la hierba].

P. Así que ya tiene mecanizado el viaje de Roland Garros a Queen's [fue eliminado el viernes, en los cuartos de final, por el francés Jo-Wilfried Tsonga].

R. ¿Estoy cansado? Sí. ¿Me apetece estar aquí? No. Me apetece estar en casa. Llevo desde la Copa Davis en Bélgica [marzo] sin pasar una semana en casa. Pienso que este es un sacrificio que puede ayudarme a hacerlo luego mejor en Wimbledon [desde el 20 de junio]. Quizás no me ayude. Lo que es seguro es que yo me voy a sentir más tranquilo conmigo mismo habiendo hecho todo lo correcto para llegar bien a Wimbledon. Tener esa tranquilidad contigo mismo te puede permitir jugar mejor en un momento dado.

P. ¿Ganar en París le quita un peso de encima?

R. Ganar Roland Garros, los 10 títulos que llevo del Grand Slam [dos de Wimbledon, uno del Open de Australia y otro del de Estados Unidos, aparte de los seis parisienses], es dar un paso adelante en mi carrera y también en confianza para jugar el resto del año con más tranquilidad. ¿Es quitarse una mochila de encima? Quizá, sí. No estoy obligado a ganar, pero hacerlo es una satisfacción personal muy grande por estar un año más arriba, un año más ganando un torneo grande como mínimo. Este año, cuando he jugado estando sano, he logrado cuatro finales y tres títulos. Luego, está la historia. Siempre digo que no me importa, pero claro que me importa. Lo que pasa es que tampoco tengo tiempo para explicarlo porque al día siguiente estoy jugando otra competición. Claro que me importa la historia. Claro que me importa tener los mismos títulos de Roland Garros que Borg [Björn, sueco]. Claro que me importa ser de los que tienen más del Grand Slam. Claro que me importa. Yo amo el deporte y lo que hace grande al deporte es la historia. Hay que ser humilde, pero no hay que tener tontería encima. Con 10 títulos, ¿estás entre los grandes de la historia? Pues sí. Es una gran satisfacción personal.

P. En París empezó jugando mal y acabó muy bien.

R. Me ha pasado muchas veces. En todos los Roland Garros he comenzado jugando mal. En ninguno entré jugando bien. En este, especialmente, estaba jugando con un pelín más de nervios que los anteriores. En aquellos no había perdido cuatro finales en un año [todas contra el serbio Novak Djokovic]. Eso es duro, pero también hay que ver que estuve en todas. No estuve para ganar las cuatro finales, pero sí para aceptar las derrotas lo suficientemente bien para volver a luchar desde el primer día en el siguiente torneo. En Roland Garros, al ver que no había sido capaz de ganar ninguna de esas cuatro finales, tuve inseguridad a la hora de encarar el torneo. De ahí viene el problema. Una vez pasada la primera semana, vi que ya no me quedaba otra que jugar bien... Y ahí fue cuando me puse a jugar bien. La obligación me llevó a jugar bien.

P. "Le estaba pasando por encima", resumió Carlos Moyà el inicio de Federer. ¿Cómo gestiona esa situación el número uno, el verse superado cuando se supone que es el mejor?

R. Entiendo la pregunta, pero la respuesta es diferente. Cuando juego, no pienso que soy el número uno, sino que estoy en la final de Roland Garros contra Federer y en que sé que, cuando juega a su máximo nivel, es prácticamente imparable. Ahora bien, los partidos no duran ni cinco ni siete juegos. Sé que jugar al máximo nivel durante tres horas es muy complicado. Si lo consigue, le das la mano y te vas para casa porque es brillante y muy difícil de batir. También sé que, si yo cojo el nivel, si yo cojo el ritmo, le haré difícil jugar tan bien. Si yo empiezo a jugar largo, alto, a lograr que los puntos duren más, él puede empezar a cometer errores. Mi objetivo es llegar al menos a esa situación. Ni me siento humillado ni pasado por encima. Siento que tengo que entrar en juego. En eso pensaba: en esperar al momento adecuado para coger un poquito de aire. La superioridad hay que mantenerla todo el rato. Yo me mantengo estable todo el rato. Cuando él juega muy bien, gana; cuando no juega tan bien, pierde. Al final, en la media es donde se gana.

P. Solo ha cedido un 19% de los puntos de break en las seis finales que ha jugado en París. ¿Cómo lo ha conseguido?

R. De algún modo, tienes que ganar las finales. Los partidos de este calibre y exigencia se juegan al límite. Los gana quien salva más situaciones. Lo importante es tener la confianza, la idea clara de lo que vas a hacer. Que la ansiedad y los nervios no te superen para hacer lo que no quieres hacer. Es una suerte que, de momento, siempre he jugado más nervioso los primeros partidos, en los que quizá hay más margen de error, que las finales, en las que hay menos.

P. ¿Por qué recomienda leer El niño del pijama de rayas?

R. Porque me pareció muy duro, pero, dentro de la dureza, tiene un mensaje. Cuando lo haces a los demás, no es tan grave; cuando te lo hacen a ti, es gravísimo. Ellos [los nazis] matan a diestro y siniestro, pero cuando te pasa en tu propia casa... Da que pensar. Siempre hay una doble visión de la vida, de la misma situación. Interesante.

sábado, 11 de junio de 2011

Tachas, de Efrén Hernández

Eran las 6 y 35 minutos de la tarde.

El maestro dijo: ¿Qué cosa son tachas? pero yo estaba pensando en muchas cosas; además, no sabía la clase.

El salón de estos hechos tiene tres puertas, de madera pintada de rojo, con un vidrio en cada hoja, despulido en la mitad de abajo.

A través de la parte no despulida del vidrio de la puerta de la cabecera del salón, veíanse, desde el lugar en que yo estaba: un pedazo de pared, un pedazo de puerta y unos alambres de la instalación de luz eléctrica. A través de la puerta de en medio, se veía lo mismo, poco más o menos lo mismo, y, finalmente, a través de la tercera puerta, las molduras del remate de una columna y un lugarcito triangular del cielo.

Por este triangulito iban pasando nubes, nubes, lentamente. No vi. pasar en todo el tiempo, sino nubes, y un veloz, ágil, fugitivo pájaro.

Es muy divertido contemplar las nubes, las nubes que pasan, las nubes que cambian de forma, que se van extendiendo, que se van alargando, que se tuercen, que se rompen, sobre el cielo azul, un poco después que terminó la lluvia.

El maestro dijo:

—¿Qué cosa son tachas?

La palabrita extraña se metió en mis oídos como un ratón a su agujero, y se quedó en él agazapada. Después entró un silencio caminando en las puntitas de los pies, un silencio que, como todos los silencios, no hacía ruido.

No sé porqué, pero yo pienso que lo que me hizo volver, aunque a medias, a la realidad, no fueron las palabras, sino el silencio que después se hizo; porque el maestro estaba hablando desde mucho antes, y, sin embargo, yo no había escuchado nada.

¿Tachas? ¿Pero, qué cosa son tachas? Pensé yo. ¿Quién va a saber lo que son tachas? Nadie sabe siquiera qué cosa son cosas, nadie sabe nada, nada.

Yo, por mi parte, como ejemplo, no puedo decir lo que soy, ni siquiera qué cosa estoy haciendo aquí, ni para qué lo estoy haciendo. No sé tampoco si estará bien o mal. Porque en definitiva, ¿quién es aquel que le atinó con su verdadero camino? ¿Quién es aquel que está seguro de no haberse equivocado?

Siempre tendremos esta duda primordial.

En lo ancho de la vida van formando numerosos cruzamientos los senderos. ¿Por cuál dirigiremos nuestros pasos? ¿Entre estos veinte, entre estos treinta, entre estos mil caminos, cuál será aquél, que una vez seguido, no nos deje el temor de haber errado?

Ahora, el cielo, nuevamente se cubría de nubes, e iban haciéndose en cada momento más espesas; de azul, sólo quedaba sin cubrir un pedacito del tamaño de un quinto. Una llovizna lenta descendía, matemáticamente vertical, porque el aire estaba inmóvil, como una estatua.

Cervantes nos presenta en su libro: Trabajos de Persiles y Segismunda, una llanura inmóvil y en ella están los peregrinantes, bajo el cielo gris, y en la cabeza de ellos, hay esta misma pregunta. Y en todo el libro no llega a resolverla.

Este problema no inquieta a los animales, ni a las plantas, ni a las piedras. Ellos lo han resuelto fácilmente, plegándose a la voluntad de la Naturaleza. El agua hace bien, perfectamente, siguiendo la cuesta, sin intentar subir.

De esta misma manera, parece que lo resolvió Cervantes, no en Persiles que era un cuerdo, sino en Don Quijote, que es un loco.

Don Quijote soltaba las riendas al caballo e iba más tranquilo y seguro que nosotros.

El maestro dijo:

—¿Qué cosa son tachas?

Sobre el alambre, bajo el arco, posó un pajarito diminuto, de color de tierra, sacudiendo las plumas para arrojar el agua.

Cantaba el pajarito, u fifí. fifí. De fijo el pajarito estaba muy contento. Dijo esto con la garganta al aire; pero en cuanto lo dijo se puso pensativo. No, pensó, con seguridad, esta canción no es elegante. Pero no era ésta la verdad, me di cuenta, o creí darme cuenta, de que el pajarito no pensaba con sinceridad. La verdad era otra, la verdad era que quien silbaba esta canción era la criada, y él sentía hacia ella cierta antipatía, porque cuando le arreglaba la jaula, lo hacía de prisa y con mal modo.

La criada de esa casa, ¿se llamaba Imelda? No. Imelda es la muchacha que vende cigarros “Elegantes”, cigarros “Monarcas”, chicles, chocolates y cerillas, en el estanquillo de la esquina. ¿Margarita? No, tampoco se llamaba Margarita. Margarita es nombre par una mujer bonita y joven, de manos largas y blancas, y de ojos dorados. ¿Petra? Sí, éste sí es nombre de criada, o Tacha. ¿Pero en qué estaría pensando cuando dije que nadie sabe qué cosa es tacha?

Es una lástima que el pajarito se haya ido. ¿Para dónde se habrá ido ahora el pajarito? Ahora estará parado en otro alambre, cantando u fiiiii, pero yo ya no lo escucho. Es una lástima.

Ya el cielo estaba un poco descubierto, era un intermedio en la llovizna. Llegaba el anochecimiento lentamente. La llegada de la sombra le daba un sentido más hondo al firmamento. Las estrellas de todas las noches, las estrellas de siempre, comenzaron a abrirse por orden de estaturas y distancias.

De abajo subía el ruido de toda la ciudad; de arriba caía el silencio de todo el infinito.

De cierto, no sé que cosa tiene el cielo aquí, que transparenta el universo a través de un velo de tristeza.

Allá son muy raras las tardes como ésta, casi siempre se muestra el cielo transparente, teñido de un maravilloso azul, que no he encontrado nunca en otra parte alguna. Cuando empieza a anochecer, se ven en su fondo las estrellas, incontables, como arenitas de oro bajo ciertas aguas que tienen privilegios de diamante.

Allá se ven más claritas que en ninguna parte las facciones de la luna. Quien no ha estado allá, de verdad no sabe cómo será la luna. Tal vez, por esto, tienen aquí la idea de que la luna es melancólica. Ésta es una gran mentira de la literatura. ¡Qué ha de ser melancólica la luna!

La luna es sonriente y sonrosada, lo que pasa es que aquí no lo conocen. Su sonrisa es suave, detrás de sus labio asoman unos dientes menuditos y finos, como perlas, y sus ojos son violáceos, de ese color ligeramente lila que vemos en la frente de las albas, y entorno a sus ojeras florecen manojitos de violetas, como suelen alrededor de las fuentes profundas.

Allá todo es inmaculado, allá todo es sin tachas... tachas, otra vez tachas. ¿En qué estaría yo pensando, cuando dije que nadie sabe qué cosas son tachas?

Había pensado esto con la propia velocidad del pensamiento, y que Dios diga lo que seguiría pensando, si no fuera porque el maestro repitió por cuarta o quinta vez, y ya con voz más fuerte:

—¿Qué cosa son tachas?

Y añadió:

—A usted es a quien se lo pregunto, a usted, señor Juárez.

—¿A mí, maestro?

—Sí señor, a usted.

Entonces fue cuando me di cuenta de una multitud de cosas. En primer lugar, todos me veían fijamente. En segundo lugar, y sin ningún género de dudas, el maestro se dirigía a mí. En tercer lugar, las barbas y los bigotes del maestro parecían nubes en forma de bigotes y de barbas, y en cuarto lugar, algunas otras; pero la verdaderamente grave era la segunda.

Malos consejos, experimentos turbios de malos estudiantes, me asaltaron entonces y me aseguraron que era necesario decir algo.

—Lo peor de todo es callarse, me habían dicho. Y así, todavía no despertado por completo, hablé sin ton ni son, lo primero que me vino a la cabeza.

No podría yo atinar con el procedimiento que empleó mi cerebro lleno de tantos pájaros y de tantas nubes, para salir del paso, pero el caso es que escucharon todo esto que yo solté muy seriamente:

—Maestro, esta palabra tiene muchas acepciones, y como aún es tiempo, pues casi nos sobra media hora, procuraré examinar cada una de ellas, comenzando por la menos importante, y siguiendo progresivamente, según el interés que cada una nos presente.

Yo estoy desengañado de que no estoy loco; si lo estuviera, ¿por qué lo habría de negar?, lo que pasa es otra cosa, que no está bueno explicar, por que su explicación es larga. De modo que la vez a que me vengo refiriendo, yo hablaba como si estuviera solo, monologando. Y noto que usted guarda silencio. . .

Usted, en aquel rato, para mí, no significaba nadie; según la realidad, debía ser el maestro; según la gramática, aquel a quien dirigiera la palabra, más para mí, usted no era nadie, absolutamente nadie. Era el personaje imaginario, con quien yo platico cuando estoy a solas. Buscando el lugar que le corresponda entre los casilleros de la analogía, corresponde a esta palabra el lugar de los pronombres; sin embargo, no es un pronombre personal, ni ningún pronombre de los ya clasificados. Es una suerte de pronombre personal que, poco más o menos, puede definirse así. Una palabra que yo uso algunas veces par fingir que hablo con alguien, estando en realidad a solas. Seguí:

—Noto que usted guarda silencio, y como el que calla otorga, daré principio, haciéndolo de la manera que ya dije. La primera acepción, pues, es la siguientes: tercera persona del presente de indicativo del verbo tachar, que significa: poner una línea sobre una palabra, un renglón o un número que haya sido mal escrito. La segunda es otra: si una persona tiene por nombre Anastasia, quien la quiera mucho, empleará, para designarla, esta palabra. Así , el novio, le dirá:

—Tú eres mi vida, Tacha.

La mamá:

—¿Ya barriste, Tacha, la habitación de tu papá?

El hermano:

—¡Anda, Tacha, cóseme este botón!

Y finalmente, para no alargarme mucho, el marido, si la ve descuidada (Tacha puede hacer funciones e Ramona), saldrá poquito a poco, sin decir ninguna cosa.

La tercera es aquélla en que aparece formando parte de una locución adverbial. Y esta significación, tiene que ver únicamente con uno de tantos modos de preparar la calabaza. ¿Quién es aquél que no ha oído decir alguna vez, calabaza en tacha? Y, por último, la acepción en que la toma nuestro código de procedimientos.

Aquí entoné, de manera que se notara bien, un punto final.

Y Orteguita, el paciente maestro que dicta en la cátedra de procedimientos, con la magnanimidad de un santo, insinuó pacientemente:

—Y, díganos señor, ¿en qué acepción la toma el código de procedimientos?

Ahora, ya un poquito cohibido, confesé:

—Ésa es la única acepción que no conozco. Usted me perdonará, maestro, pero . . .

Todo el mundo se rió: Aguilar, Jiménez Tavera, Poncianito, Elodia Cruz, Orteguita. Todos, se rieron, menos el Tlacuache y yo que no somos de este mundo.

Yo no puedo hallar el chiste, pero teorizando, me parece que casi todo lo que es absurdo hace reír. Tal vez porque estamos en un mundo en que todo es absurdo, lo absurdo parece natural y lo natural parece absurdo Y yo soy así, me parece natural ser como soy. Para los otros no, para los otros soy extravagante.

Lo natural sería, dice Gómez de la Serna, que los pajaritos dormidos se cayeran de los árboles. Y todos lo sabemos bien, aunque es absurdo, los pajaritos no se caen.

Ya estoy en la calle, la llovizna cae, y viendo yo la manera como llueve, estoy seguro de que a lo lejos, perdido entre las calles, alguien, detrás de unas vidrieras, está llorando porque llueve así.

viernes, 10 de junio de 2011

Noticias de la Caravana por la Paz en México




Noticias de la Caravana por la Paz en México

La caravana del consuelo
José Gil Olmos, Proceso

TORREÓN, Coah., 8 de junio (apro).- Después de cinco años de silencio, después de 40 mil muertos y 10 mil desaparecidos, después de un periodo de silencio ominoso en las plazas publicas por donde cruzó la Caravana por la Paz, comenzaron a salir cientos de familias de víctimas para demandar justicia y denunciar la colusión de autoridades y el crimen organizado quienes se han adueñado de varias zonas del norte del país.

Desde que la Caravana partió de Cuernavaca, Morelos, con una parada en la ciudad de México, no ha habido una sola plaza, un solo sitio donde no brote una historia dolorosa de muertes violentas, ejecuciones, desapariciones, secuestros o extorsiones por parte del crimen organizado y de policías corruptos.

Lo mismo pasó en Morelia que en San Luis Potosí, Zacatecas, Saltillo, Durango y Monterrey. En todas esas ciudades, la mayoría de las personas que suben al templete a dar su testimonio sobre un hecho de violencia son mujeres: esposas, madres, hermanas, amigas que, valientemente, dan la cara y prometen no abandonar a sus muertos o desaparecidos.

Las mujeres de todas las edades son las que van y vienen, las que deambulan en oficinas y anfiteatros, las que marchan en las calles y llevan a sus hijos, hijas, esposas a cuestas exigiendo justicia.

Más que una catarsis, lo que ellas y las familias de las victimas han encontrado en la Caravana es el consuelo de no sentirse solas, de no sentirse ninguneadas por las autoridades ni por la gente misma que en las calles les gritan que no quieren saber nada de sus esposos, hermanos o hijos e hijas asesinados o desaparecidos desde que Felipe Caldero declaró la guerra al narcotráfico.

En Durango y Monterrey, cientos de personas esperaron horas la llegada del contingente para tomar el micrófono y gritar "ya basta" de sangre, de olvido y abandono, de desidia oficial, de engaños y mentiras de los gobiernos.

Otros más, aguardaron para marchar por la noche en sus calles arrebatadas por la violencia y gritar el dolor contenido por años de impunidad.

No pocas personas han gritado, suplicado, a cielo abierto, que quieren a sus familiares vivos y, encarando a los políticos y gobernantes, cuestionan: "Calderón, ¿qué sentirías si te matan o desaparecen un hijo?"

Por su paso, la caravana ha visibilizado a las victimas que nadie quiere ver, menos los gobiernos y partidos políticos metidos en su lucha de poder y de privilegios.

No ha habido un solo lugar donde no cuestionen la apatía y la lejanía de gobernantes y políticos. "Nomas cobran", se quejan y por ello exigen su renuncia.

La esperanza de encontrar a sus familiares no los abandona a pesar de que en algunos casos tienen años de no verlos. Les dicen que en la mesa de sus casas tienen su silla, su plato y su vaso listos para cuando regresen. Les dicen que sus hijos los esperan todas las noches y que nunca, jamás los van a abandonar.

Olga Reyes, una de las más agraviadas por la violencia –seis de sus familiares han sido asesinados--, es una de las mujeres que ha gritado su dolor en cada plaza en que se detiene la Caravana. Critica a las autoridades, invita a la ciudadanía a no quedarse en sus casas a esperar a que les toque la muerte. Los convoca a salir de sus casas, a vencer el miedo, hablar y luchar, alzar la voz "contra este gobierno que nos esta matando a nuestros hijos, que, dice, son el futuro".

Javier Sicilia ha recibido el apoyo de la sociedad en cada plaza. Lo ven con respeto y cariño. "Es un hombre sensible, que no se esconde cuando llora, que habla con el corazón", ha dicho Julián Le Baron cada vez que sube al templete a hablar en las plazas publicas.

La Caravana está reafirmando una verdad que el gobierno no quiere reconocer, el país está lleno de muertos producto del error de haber declarado la guerra contra el crimen organizado sin una estrategia mas que la violencia.

"Te queremos de regreso a casa" dijeron las mujeres en busca de sus desaparecidos. "Queremos justicia" gritaron en Coahuila, Monterrey, Michoacán, Morelos, Chihuahua, San Luis Potosí y en las carreteras por donde pasaba la Caravana que el poeta ha llamado del “consuelo” y que, para muchas familias, se convirtió en una esperanza ante el silencio y la incapacidad de los gobiernos.

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