Perdí en la batalla contra los alacranes: cayó mi pie en uno de sus nidos y si no morí es porque no eran venenosos, lo que me resta plática. Así es que contraté cable para mi televisión, reservada hasta entonces para Tarkovski y Fellini, y me puse a mirar canales de comedia gringa, canales españoles y canales con la mejor música del momento. Una noche que miraba un robo de banco por televisión española me habló Gioconda, una amiga que conocí en un curso para leer más rápido. Sin despegar los ojos de la tele donde los ladrones amenazaban a los rehenes y pedían por teléfono una furgoneta, le intenté explicar a Gioconda que estaba muerto. Muerte en vida prematura, creo que sí. No se oyó muy convencida e hizo un chiste pobre de que vendría a sacarme del féretro en que vivía para irnos a bailar...
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