Sonido Fulgor

viernes, 16 de enero de 2009

Intelectual, aprende a morir!


El rostro de la oscuridad estaba dormida, con una sonrisa milenaria,
serena, con su cara de leche de lago materno. Un sólo pensamiento
hacía desaparecer su imagen, como el sutil pétalo de una flor al ser
tocada por el agua. Habría que verlo, ninguna palabra que pudiera yo
decir se acercaría a la experiencia. Ayer pinté sus pies de rojo, sus
espinillas naranja, sus muslos amarillos y su falo era un árbol
cósmico. Su pecho cambiaba de colores, primero como el azul cielo y el
sol pasaba. Después negro y aparecía la luna y las estrellas y uno podía
entrar por ahí. Su garganta blanca y su cabeza y cabellos violeta. No
se mueve, no. Aún sigue dormido. Hoy le dije, despierta dios interior!
Pero es imposible porque esas palabras vienen de mi mente. la mente no
se puede acercar a él, cuando la uso desaparece. Apenas un segundo en
que no entra ni un sólo pensamiento y es justo ahí, al observar su
grandeza, su rostro calmado milenario, y lloro, pero llorar me regresa
a la mente, a mi tristeza, a lo que es mío. Él no soy yo. Él es él, y
yo soy un visitante en su cuerpo. Quisiera hacerme chiquito,
desparecer para que él despierte, se mueva, actúe, y yo solamente lo
mire. Cuando simplemente lo observo siento que camino hacia casa. Hoy
lloré más que otros días por sentir esa belleza, por sentir que el
dios interior es el hombre que yo no soy, pero con el que siempre he
estado viviendo desde que nací. Yo no puedo serlo porque cuando digo
"yo" es la mente funcionado. Dios está en la no mente y no está afuera
de ninguna parte, sino que está adentro del cuerpo porque el cuerpo es
el templo donde él habita. Todas estas reflexiones son de la mente y
nunca van a acercarse ni un poquito a la experiencia. Tienen que
vivirlo, apenas llevo algunos días de meditación y es lo que he
descubierto. La meditación es el camino hacia dios, hacia casa, ahí
están las respuestas a todas las preguntas. Dios es todo lo que la
mente no puede alcanzar. De todas las técnicas que he encontrado en el
arte de la sanación, la meditación es la mejor, no hay ninguna otra
que se el compare y la verdadera sanación, la sanación total, es
encontrar al dios. Todo esto parece complicado y lejano, porque la
mente es la que piensa sobre estas cosas, la mente no puede entender
nada sobre esto, solamente hay que sentarse con los ojos cerrados a
observarse a sí mismo, y después de algunos días comenzará a suceder
el milagro. El milagro de observar que siempre habían vivido con un
cuerpo que creían suyo, pero que en realidad es alguien más. Es
como si siempre hubieran manejado un carruaje, y de pronto se
percataran de que la persona que lo maneja no son ustedes, sino alguien más
que por el momento aún está dormido.
(Eso si, meditar es el camino del verdadero artista. Hay que dejar drogas, vicios,
alimentarse bien, leer crear y tomar mucha agua)
"Voy muriendo, voy muriendo, y solamente me queda una última palabra,
terca y pegadiza, MEDITEN, MEDITEN, MEDITEN".

martes, 6 de enero de 2009

La vida sencilla (O. Paz)



Llamar al pan el pan y que aparezca
sobre el mantel el pan de cada día;
darle al sudor lo suyo y darle al sueño
y al breve paraíso y al infierno
y al cuerpo y al minuto lo que piden;
reír como el mar ríe, el viento ríe,
sin que la risa suene a vidrios rotos;
beber y en la embriaguez asir la vida,
bailar el baile sin perder el paso,
tocar la mano de un desconocido
en un día de piedra y agonía
y que esa mano tenga la firmeza
que no tuvo la mano del amigo;
probar la soledad sin que el vinagre
haga torcer mi boca, ni repita
mis muecas el espejo, ni el silencio
se erice con los dientes que rechinan:
estas cuatro paredes —papel, yeso,
alfombra rala y foco amarillento—
no son aún el prometido infierno;
que no me duela más aquel deseo,
helado por el miedo, llaga fría,
quemadura de labios no besados:
el agua clara nunca se detiene
y hay frutas que se caen de maduras;
saber partir el pan y repartirlo,
el pan de una verdad común a todos,
verdad de pan que a todos nos sustenta,
por cuya levadura soy un hombre,
un semejante entre mis semejantes;
pelear por la vida de los vivos,
dar la vida a los vivos, a la vida,
y enterrar a los muertos y olvidarlos
como la tierra los olvida: en frutos…
Y que a la hora de mi muerte logre
morir como los hombres y me alcance
el perdón y la vida perdurable
del polvo, de los frutos, y del polvo.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Diario de Krishnamurti



17 de diciembre de 1961

Fue mucho antes del amanecer que el agudo grito de un pájaro despertó a la noche por un instante, y la luz de ese grito se desvaneció. Los árboles permanecían inmóviles, oscuros, fun­diéndose en el aire; era una noche suave y serena, infinita­mente viva, despierta; había en ella movimiento, una conmo­ción profunda que acompañaba al silencio total. Aun la aldea cercana, con sus innumerables perros que siempre estaban la­drando, ahora se hallaba silenciosa. Era una calma extraña, te­rriblemente poderosa, destructivamente viva. Tan viva y tan quieta que uno sentía temor de moverse; fue así que el cuerpo quedó congelado en su inmovilidad, y el cerebro, que había despertado con aquel agudo grito del pájaro, terminó por aquie­tarse también con su sensibilidad intensificada. Era una noche brillante de estrellas en un cielo sin nubes; parecían tan cer­canas, y la Cruz del Sur se encontraba justo encima de los ár­boles, rutilante en el aire cálido. Todo estaba muy quieto. La meditación jamás está en el tiempo; el tiempo no puede pro­ducir la mutación; puede producir cambios que, a su vez, nece­sitan ser cambiados, como todas las reformas; la meditación que brota del tiempo, ata siempre, en una meditación así no hay libertad, y sin libertad nunca cesan la opción y el conflicto.

* El puente Elphinstone sobre el río Adyar. La casa donde él vivía se hallaba sobre el lado noroeste del puente.

Corona (Paul Celan)



En mi mano
el otoño devora sus hojas: somos amigos.
Le extraemos el tiempo a las nueces y le enseñamos a irse:
el tiempo regresa en la cáscara.
En el espejo es domingo,
en el sueño dormimos,
la boca habla verdades.
Mi ojo desciende hasta el sexo de la amada:
nos miramos,
nos decimos cosas oscuras,
nos amamos como amapola y memoria,
nos dormimos como el vino en las conchas,
como el mar en la sangre que la luna refleja.
Desde la calle nos miran abrazados en la ventana:
es tiempo de que lo sepan,
es tiempo de que la piedra se acostumbre a florecer,
es tiempo de que te compadezcas del desasosiego,
es tiempo de que sea tiempo.
Es tiempo.

VENDRÁ LA MUERTE Y TENDRÁ TUS OJOS (C. Pavese)



Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esta muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un absurdo defecto. Tus ojos
serán una palabra inútil,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola te inclinas
ante el espejo. Oh, amada esperanza,
aquel día sabremos, también,
que eres la vida y eres la nada.

Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
asomar un rostro muerto,
como escuchar un labio ya cerrado.
Mudos, descenderemos al abismo.

viernes, 26 de septiembre de 2008

jueves, 24 de julio de 2008

Vendrán a reclamarme.

Con mil ojos disfrazados de antorchas
vendrán a reclamarme
y me dirán
con sus veinte bocas de rabia:

“¿no ves que mueren miles cada día?,
¿no ves que la pobreza,
que los jinetes violentos
del hambre, del crimen, de la peste?”

“¿eres tan ciego como para no ver
la creciente negrura de la guerra
o la suciedad feroz del aire,
y del agua que no alcanza?”

“¿A qué escribir entonces de la luz?”

Tal vez no diga nada

Tal vez me ensanche
con un dolor en las costillas
y reviente
y llueva sobre sus caras negras
un llanto de luciérnagas felices

Lo digo de una vez:

No es que mis ojos
se nieguen a abrirse
ante la sed desgarradora de la sangre.

No es que no me llore todo el cuerpo
ante las pisadas penetrantes de la angustia.

No es que no se me rompan
los huesos de la mano ante la muerte.

Quisiera poder decirles ese día:
“¿Ves la cara de aquel
que tiene mugre en el centro de la vida?
¿crees que necesita saber más
de bestias o de sombras o de fuegos?
¿por qué no regalarle
el aroma del pan
o la corriente de algún río habitado por la risa?”

“¿Ves a aquella
tumbada en la agonía?
¿Por qué no darle a sus oídos
la luna arreglándose el cabello
o el sabor a luz del agua?”

Tal vez no digan nada

Tal vez sigan buscando
rasgar mi voz
con todas sus armas de metal,
de vidrio, de soledad, de rabia.

Lo digo de una vez:

Seguiré cantando
a los labios del sol
cuando escurre entre las flores.

Seguiré cantando
a la piel del musgo
y de las piedras consumidas
por el amor violento del mar.

Seguiré enumerando
las partes de su cuerpo
(del de ella)
como los últimos resquicios
de paz entre la bruma.

Seguiré cantando
el sabor de la niebla
en ese punto
cuando empieza a ser de día
pero la luna sigue llenando de su lumbre
del perfume de su lumbre
el rostro azul de la vida de las aves.

Lo digo de una vez:

Seguiré cantando

como blandiendo un arma de luz.


Emiliano
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