Sonido Fulgor

lunes, 25 de julio de 2011

Un tipo genial llamado Carlos Santana...


¿Qué legado cree que le ha dejado a la música?
Que se sigan cayendo las barreras, las fronteras, como cayó el muro de Berlín, que caiga el muro contra Cuba. El héroe más grande de Colombia es Simón Bolívar y él creía en lo que yo pienso: que haya una moneda universal, que haya solo una familia, que hagamos un lado el miedo a la guerra y que abracemos completa y totalmente el amor.

Cuando toca la guitarra, parece que roza el trance. ¿Qué pasa por su cabeza?
Siempre digo que las personas son flores, la música es el agua y yo la manguera. Por eso, cuando toco, tengo que ponerme a un lado. Carlos tiene que apartarse, para no infectar la música con el miedo y la oscuridad del egoísmo. No puedo describir con palabras mi relación con la guitarra, lo mismo que no hay dos amaneceres iguales y hacer el amor es diferente cada vez. No puedo definirlo porque no es algo mecánico; es un regalo divino.

¿Recuerda cuándo experimentó el poder de la música por primera vez?
Un día, mi padre me llamó y me llevó a la parte trasera de la casa. Eran las seis de la tarde y el Sol se estaba poniendo sobre un cielo dorado. Cogió el violín y tocó una melodía [Santana la silba]. De pronto, un pájaro se posó en un árbol y cantó la misma canción. «¿Ves?», me dijo. Y lo hizo de nuevo. «Si puedes hablar con un pájaro, puedes hacer lo mismo con la gente. ¿Entiendes?» Yo me quedé alucinado. Ese día, mi padre me enseñó que nada es imposible.

¿Qué le enseñaron las drogas en aquella época (de Woodstock)?
Aprendí que las drogas las fabrican los hombres en un laboratorio y la medicina la hace la madre tierra. Yo nunca tomo drogas, tomo medicina. Un rayo de Sol le da la información a cada planta sobre qué color, qué textura y qué aroma debe tener. Y cuando se seca, le dice qué parte del cuerpo puede curar. 
Pues hablemos de medicina entonces... ¿Fueron experiencias reveladoras?
Entendí que tenía que deshacerme de mi vieja piel como una culebra. Esa piel era la forma de pensar de mis padres. Es como si estuvieses a bordo del Titanic, que se está hundiendo y, en vez de abandonar el barco, dices: «Glu, glu, glu...». Yo, no; yo dije: «Bye, bye, Titanic». Tengo que seguir con mi luz. Todos podemos hacer milagros porque Dios hizo un círculo tan grande que nadie puede quedarse fuera. La Biblia dice que Dios se enojó con la humanidad y entonces inundó el mundo. Para mí, eso no es Dios, eso es Godzilla. Dios es amor, caridad y ternura. Todo lo demás no me interesa.

Empezó con el blues, con el latin jazz, a veces lo siente uno como un gran roquero...
Soy como un arco iris, o mejor, como el agua. No quiero tener una sola cosa que me pueda atar, porque no es todo lo que soy. Nosotros nos concentramos en tocar vida, no música. La vida abraza todo y a todos. Mucha gente solo toca lo de su país y no respeta al resto de las naciones. No creemos en banderas ni naciones, creemos en el corazón y en él no hay banderas, ni fronteras. No hay cercos.



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