Sonido Fulgor

martes, 1 de diciembre de 2009

Palabras de Ray Bradbury, ayer

“Desde que el hombre llegó a la Luna nos debimos quedar ahí, colonizarla para preparar el viaje a Marte, que es nuestro destino. Cuando se lanzaron los primeros cohetes yo era un locutor de radio y uno de los que entrevisté me dijo que cuando llegáramos a Marte no habría marcianos; yo le dije: ‘cállese, nosotros somos los marcianos’.

“A mí lo que me preocupa es que no estemos ya en Marte; deberíamos haber colonizado Marte, debimos tener estaciones en la Luna desde hace 40 años. Tenemos que hacer una base para hacer los viajes a Marte, establecer la civilización en Marte y de ahí a Alfa Centauro.

El hombre del futuro es un hombre del espacio, y sólo así vamos a seguir esparciendo nuestra vida y así podremos llegar a vivir para siempre.

El escritor de 90 años de edad, que dice aún recordar a qué sabía la leche materna, el momento de su circuncisión a los cinco días de nacido y las películas que vio desde los tres años de edad cuando su madre lo llevaba al cine se manifestó listo para escribir al menos otros 30 libros, el más próximo ya en galeras, antes de ratificar que se considera un hombre –como todos– inmortal.


–Para quienes no la conocen, ¿podría hablar un poco de la historia de cuando escribió Fahrenheit 451?

–Había estado casado durante un año, tenía poco dinero, vivíamos en un lugar muy pequeño. Deambulé por la biblioteca de la UCLA, bajé al sótano y busqué. Había 12 máquinas de escribir por 10 centavos podías rentar estas máquinas.

“Me fui a mi casa, tomé una bolsa de monedas, me la llevé a la biblioteca y ponía moneda tras moneda. En nueve días gasté nueve dólares, nueve días escribiendo la primera versión deFahrenheit. Qué tal, ¿eh? nueve días para la primera versión.”

–Pero, ¿por qué la escribió, qué lo motivó?

–Quise escribir algo para advertir a las personas sobre proteger las bibliotecas, los libros. Yo no estudié en la universidad porque era muy cara, así que toda mi formación la hice en las bibliotecas públicas.

–Cuando la escribía, ¿pensó que podría llegar a ser una obra maestra de la literatura estadunidense?

–Todas mis historias las amo; fue un trabajo de amor, mi cuerpo está cubierto con esas ilustraciones invisibles y cuando sudo mis historias entran en vida y se cuentan. Entonces Fahrenheit fue bastante fácil de escribir.



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