Sonido Fulgor

lunes, 22 de diciembre de 2008

Diario de Krishnamurti



17 de diciembre de 1961

Fue mucho antes del amanecer que el agudo grito de un pájaro despertó a la noche por un instante, y la luz de ese grito se desvaneció. Los árboles permanecían inmóviles, oscuros, fun­diéndose en el aire; era una noche suave y serena, infinita­mente viva, despierta; había en ella movimiento, una conmo­ción profunda que acompañaba al silencio total. Aun la aldea cercana, con sus innumerables perros que siempre estaban la­drando, ahora se hallaba silenciosa. Era una calma extraña, te­rriblemente poderosa, destructivamente viva. Tan viva y tan quieta que uno sentía temor de moverse; fue así que el cuerpo quedó congelado en su inmovilidad, y el cerebro, que había despertado con aquel agudo grito del pájaro, terminó por aquie­tarse también con su sensibilidad intensificada. Era una noche brillante de estrellas en un cielo sin nubes; parecían tan cer­canas, y la Cruz del Sur se encontraba justo encima de los ár­boles, rutilante en el aire cálido. Todo estaba muy quieto. La meditación jamás está en el tiempo; el tiempo no puede pro­ducir la mutación; puede producir cambios que, a su vez, nece­sitan ser cambiados, como todas las reformas; la meditación que brota del tiempo, ata siempre, en una meditación así no hay libertad, y sin libertad nunca cesan la opción y el conflicto.

* El puente Elphinstone sobre el río Adyar. La casa donde él vivía se hallaba sobre el lado noroeste del puente.

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