Sonido Fulgor

martes, 10 de febrero de 2009

Oscura Palabra, Josè Carlos Becerra

Oscura palabra

A mis hermanas

Mélida Ramos de Becerra
(Muerta 6 de septiembre de 1964)

1

Hoy llueve, es tu primera lluvia, el abismo deshace su rostro. Cosas que caen por nada. Vacilaciones, pasos de prisa, atropellamientos, crujido de muebles que cambian de sitio, collares rotos de súbito; todo forma parte de este ruido terco de la lluvia.

Hoy llueve por nada, por no decir nada.

Hoy llueve, y la lluvia nos ha hecho entrar en casa a todos, menos a ti.
Algo se ha roto en alguna parte. En algún sitio hay una terrible descompostura y alguien ha mandado llamar a unos extraños artesanos para arreglarla. Así suena la lluvia en el tejado. Carpinteros desconocidos martillean implacables.

¿Qué están cubriendo? ¿A quién están guardando?
¡Qué bien cumple su tarea la lluvia, qué eficaz!

Algo se ha roto, algo se ha roto. Algo anda mal en el ruido de la lluvia. Por eso el viento husmea así; con su cara de muros con lama, con sus bigotes de agua. Y uno no quiere que el viento entre en la casa como si se tratara de un animal desconocido.

Y hay algo ciego en el modo como golpea la lluvia en el tejado. Hay pasos precipitados, confusas exclamaciones, puertas cerrándose de golpe, escaleras por donde seres extraños suben y bajan de prisa.

Esta lluvia quién sabe por qué. Tanta agua repitiendo lo mismo.

La mañana con su corazón de aluminio me rodea por todas partes; por la casa y el patio, por el norte y el alma, por el viento y las manos.

Telaraña de lluvia sobre la ciudad.

Hoy llueve por primera vez, ¡tan pronto!

Hoy todo tiene tus cincos días, y yo nada sé mirando la lluvia.

[11 de septiembre de 1964, Villahermosa]


2

Te oigo ir y venir por tus sitios vacíos,
por tu silencio que reconozco desde lejos, antes de abrir la puerta de la casa
cuando vuelvo de noche.
Te oigo en tu sueño y en las vetas nubladas del alcanfor.
Te oigo cuando escucho otros pasos por el corredor, otra voz que no es la tuya.
Todavía reconozco tus manos de amaranto y plumas gastadas,
aquí, a la orilla de tu oceáno baldío.

Me has dado una cita pero tú no has venido,
y me has mandado a decir con alguien que no conozco,
que te disculpe, que no puedes verme ya.

Y ahora, me digo yo abriendo tu ropero, mirando tus vestidos;
¿ahora qué les voy a decir a las rosas que te gustaban tanto,
qué le voy a decir a tu cuarto, mamá?

¿Qué les voy a decir a tus cosas, si no puedo
pasarles la mano suavemente y hablarles en voz baja?

Te oigo caminar por un corredor
y sé que no puedes voltear a verme porque la puerta,
sin querer, se cerró con este viento
que toda la tarde estuvo soplando.

[14 de septiembre de 1964. Villahermosa]


3

En el fondo de la tarde está mi madre muerta.
La lluvia canta en la ventana como una extranjera que piensa con tristeza
en su país lejano.
En el fondo de mi cuarto, en el sabor de mi comida,
en el ruido lejano de la calle, tengo a mi muerta.
Miro por la ventana;
unas cuantas palabras vacilan en el aire
como hojas de un árbol que se han movido
al olfatear el otoño.

Unos pájaros grises picotean los restos de la tarde,
y a hora la lluvia se acerca a mi pecho como si no conociera otro camino
para entrar en la noche.

Y allá, abajo, más abajo,
allá donde mi mirada se vuelve un niño oscuro,
abajo de mi nombre, está ella sin levantar la cara para verme.
Ella que se ha quedado como una ventana
que nadie se acordó de cerrar esta tarde;
una ventana por donde la noche, el viento y la lluvia
entran apagando sus luces
y golpeándolo todo.

[28 de octubre de 1964, México]


4

Esta noche yo te siento apoyada en la luz de mi lámpara,
yo te siento acodada en mi corazón;
un ligero temblor del lado de la noche,
un silencio traído sin esfuerzo al despertar de los labios.

Siento tus ojos cerrados formando parte de esta luz;
yo sé que no duermes como no duermen los que se han perdido en el mar,
los que se hallan tendidos en un claro de la selva más profunda
sin buscar la estrella polar.
Esta noche hay algo tuyo sin mí aquí presente,
y tus manos están abiertas donde no me conoces.

Y eso me pertenece ahora;
la visión de esa mano tendida como se deja el mundo que la noche no tuvo.
Tu mano entregada a mí como una
adopción de las sombras.

[20 de diciembre de 1964, México]

3 comentarios:

  1. Anónimo20.2.09

    Mucho gusto me ha dado encontrarme con un poema de Becerra, mucho más que sea éste poema. Un saludo y un aplauso.

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  2. Luci.neo30.10.11

    Qué bien que nos pones por acá este poema que me parece es inédito en internet. Un saludo.

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  3. Mucho lo transcribo de libros. Saludo a Luisa y a Luci.neo, no dejen nunca de asombrarse.

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